
Sergio Ramírez
En Nicaragua se han soltado todo los amarres de la lógica, y el ciudadano común no sabe nunca a qué atenerse, ni en lo que se refiere a los asuntos de la vida interna, donde, por ejemplo, las pequeñas empresas de crédito que prestan dinero a los campesinos para sacar sus cosechas son perseguidas y asediados por instrucciones del propio presidente de la República, ni tampoco en lo que hace a las relaciones con los demás países, donde cada día amanecemos dueños gratuitos de nuevos pleitos internacionales, sea con los donantes de la Comunidad Europea, a los que el mismo presidente ha llamado "moscas que viven de la inmundicia", sea con España, o con Colombia.
Un amigo me comentaba hace poco lo grave que resulta para una nación tener que atenerse a los humores con que despierta la pareja matrimonial que detenta en sus manos todas las riendas del poder, desde la cuenta de los votos en las elecciones a las sentencias de los tribunales de justicia, humores que exponen generalmente subidos a una tarima adornada exuberantemente con flores de aromas capaces de neutralizar las maquinaciones de sus adversarios. Esto del uso de las flores como una barrera defensiva contra el mal de ojo es novedoso como mecanismo de poder, pero más lo es el uso del ojo de Fátima.
Ya les explicaré.