
Sergio Ramírez
La violencia xenófoba que está ocurriendo en África del Sur viene a corregir los conceptos que uno generalmente tiene sobre este fenómeno de intolerancia, que generalmente se asocia a las sociedades de los países ricos donde se rechaza la inmigración de los inmigrantes provenientes de los países pobres. Ahora se trata de pobres muy pobres, afectados por el desempleo masivo, que rechazan a otros tan pobres como ellos, que llegan a las ciudades sudafricanas desde Zimbabwe y Mozambique, principalmente, en busca de trabajo y de oportunidades.
Y cuando se piensa en la xenofobia, uno la asocia a la discriminación racial. Ahora se trata de negros persiguiendo y asesinando a otros negros. Pero las turbas de exaltados que palos y machetes en manos llegan a las chabolas de los inmigrantes para agredirlos o amenazarlos, buscan identificarlos por el tono más oscuro de su piel. Los más negros que ellos son sus enemigos.
Es una tragedia doble. Primero por todo lo que la xenofobia tiene de maligno, y luego porque la lucha de los negros sudafricanos encabezados por Nelson Mándela, tuvo de heroico para el mundo. Resistir el apartheid, la discriminación racial que tenía todo el peso del estado, un estado blanco y opresor que al fin fue derribado. Hoy son las víctimas del apartheid los que salen a cazar inmigrantes.