
Sergio Ramírez
Leo que en Italia un sacerdote ha decidido organizar un concurso de belleza en el que sólo participarán monjas, a la misma usanza en que se elige a las candidatas que compiten por el cetro de Miss Universo. Sólo que en éste no se hablará de Miss Monja, sino de Sister Italia. El sacerdote de la feliz idea, el padre Antonio Rungi, cree que la gente considera que debajo de los pesados hábitos se esconden solamente mujeres feas, y se propone demostrar lo contrario. Que hay monjas verdaderamente guapas, es algo que no dudo. Existen desde los tiempos de los cuentos de Boccaccio.
Para calificar como candidata a Miss Monja, la agraciada tiene que enviar al padre Rungi su fotografía, y se exige en el reglamento del concurso una edad entre los 18 y los 40 años; es decir, se admite desde novicias muy mozas, hasta aquellas a quienes la madurez de la edad ha dorado sus encantos.
¿Cuenta el padre Rungi con la aprobación del celoso Vaticano en estas lides atrevidas? No se sabe, pero a lo mejor el Papa Benedicto ve con ojos de misericordia esta iniciativa tan a la moda, pues él mismo no se pone fuera de tales fueros, aficionado como es a los zapatos Prada de color rojo escarlata.
Además, el padre Rungi afirma que no se apreciará solamente la belleza física de las monjas, sino que también, por supuesto, sus atractivos espirituales, y la santidad de son conducta, no faltaba más, tratándose de monjas. Nadie verá tampoco a las monjas candidatas desfilar por una pasarela, ni en vestido de noche, ni en bikini, quien se hizo esas ilusiones, que las olvide. Todo se resolverá en una votación por Internet.