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Abril es el mes más cruel

Por 15 de abril de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

​Abril es el mes más ardiente y desolado de lo que en Nicaragua llamamos el verano, que no es sino la temporada de la ausencia de lluvias y la sequedad de los campos, los ríos agostados y el sol a plomo que funde las visiones del paisaje en una bruma candente, desolación y también muerte. Porque abril ha sido siempre el mes de la muerte.

​Desde los tiempos de mi aprendizaje literario supe que abril era el más cruel de los meses gracias a las lecturas de La tierra baldía T.S. Elliot inducidas por José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal. Lo dice en la primera estancia, El entierro de los muertos: abril cría lilas en la tierra muerta, mezcla memoria y deseo.

​En esa desolación caliginosa de abril se dio la persecución y muerte de un puñado de conspiradores que en 1954 se alzaron contra el viejo Anastasio Somoza, fundador de la dinastía, y fueron asesinados en las cámaras de tortura del palacio presidencial.

​Era una rebelión de militares y civiles, y si se ensañaron con todos, fueron especialmente crueles con los militares, uno de ellos el capitán Adolfo Báez Bone, de quien el viejo Somoza había sido padrino de bodas. Cuando Anastasio hijo, que dirigía los interrogatorios, se acercó a él para insultarlo, amarrado de pies y manos a una silla como estaba lo escupió y la sangre manchó la guayabera blanca recién aplanchada del aprendiz de tirano, porque iba para una fiesta esa noche.

​Montes quemados para preparar las siembras, porque en mayo empiezan las lluvias, va recordando Cardenal en el poema Hora O este paisaje sollamado por la naturaleza y por la historia de opresión arriba y rebeliones abajo que cíclicamente hemos padecido.

​Hace un año, en un nuevo abril, estalló la rebelión popular contra Daniel Ortega, un alzamiento juvenil que habría de durar en las calles al menos seis meses y que ya entra en nuestros cantares de gesta. Una rebelión desarmada, pero reprimida con crueldad marcada por la venganza, igual que más de seis décadas atrás bajo otra dictadura.

​​El 4 de abril los estudiantes habían dejado las aulas para salir a protestar por un incendio provocado por depredadores, con la impunidad de siempre, en la reserva selvática Río Indio-río Maíz, y fueron reprimidos por las fuerzas de choque amparadas por la policía.

​​"Las calles son del pueblo", había sido la consigna convertida en regla por años, y esto quería decir, las calles son de las organizaciones del régimen. Un monopolio impuesto por la violencia y por el miedo.

​​Y poco después, el 18 de abril, ante un decreto que gravaba con un impuesto las magras pensiones de la seguridad social, una medida neoliberal como pocas, prendió toda la pradera. Cuando los ancianos salieron a protestar, fueron agredidos por las turbas oficiales, y entonces los estudiantes se lanzaron a respaldarlos.

​​La repuesta policial y paramilitar fue espantosa. Las cuentas de los organismos de derechos humanos no bajan de 500 asesinados, centenares de heridos, más de 600 prisioneros políticos, miles de desterrados, medios de comunicación clausurados, sus propietarios y directores en prisión o en el exilio.

​​En el país que fue presentado como el más seguro de Centroamérica, hoy el único turismo posible sería el de los amantes del riesgo extremo.

​​Y la economía se halla en ruinas. Sacarla del abismo tendría que ser un emprendimiento concertado por un nuevo gobierno democrático, porque Ortega perdió ya todas las posibilidades de futuro. Se niega a reconocerlo, y en cambio se empeña en ganar tiempo, cuando el tiempo yase agotó. Ni tiempo, ni espacio para maniobrar.

​​Abril devolvió el país a los jóvenes, quienes aún impedidos de marchar por las calles ante la amenaza de persecución y cárcel no dejan de pugnar por un cambio a fondo y la recuperación plena de la democracia. Y no han cesado los esfuerzos por hallar una salida concertada, que impida más derramamiento de sangre.

​​La Alianza Cívica, que representa a las fuerzas democráticas, logró firmar con los delegados del regimen en la mesa de negociaciones algunos acuerdos fundamentales, entre ellos la libertad de todos los presos políticos en un plazo de tres meses, y el restablecimiento inmediato de las libertades democráticas y el cese de la persecución.

​​Ortega se comprometió así a lo obvio, y a lo que de todos modos estaría obligado: cumplir con la Constitución; pero ha burlado esos acuerdos. Los presos siguen en las cárceles, y todo el que intenta manifestarse es apresado. Miles de policías y paramilitares siguen desplegados en las calles.

​​Y se ha negado a discutir el restablecimiento de la democracia, que empieza por la convocatoria a unas nuevas elecciones con fecha anticipada, con nuevas autoridades electorales, reglas transparentes, y observación internacional; con lo que, un año después del estallido liberador de abril, la crisis está lejos de resolverse.

​​Pero la hierba verde renace de los carbones, dice Cardenal en Hora O.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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