Sergio Ramírez
El viento del Oeste sopla sobre Centroamérica con fuerza mágica, y nos abrasa el aliento del Dragón colosal. Bien podemos decir que la estrella roja de la gran marcha brilla con fulgores de progreso en nuestro cielo. En este pequeño istmo que Neruda llamó la garganta pastoril de América, tendremos pronto, si las esperanzas de los gobiernos se cumplen, al menos tres canales interoceánicos, uno acuático y otros secos, financiados y construidos todos por compañías privadas o estatales de la República Popular China.
Canales para que navegue cómodamente de un océano a otro los supertanqueros post Panamax, ferrocarriles eléctricos de alta velocidad de costa a costa, oleoductos, refinerías, puertos automatizados, plantas eléctricas que usarán la fuerza de las mareas. Se removerán montañas y desaparecerán selvas. Los ríos cambiaran de cursos y se excavará el piso de los lagos. Ponga en su lista de deseos lo que mejor imagine, que este supermercado de ilusiones es infinito y los jerarcas y empresarios chinos están para servir la riqueza a domicilio.
Si hacemos bien las cuentas, los canales serán cuatro en una misma región geográfica, porque el de Panamá ya existe; cinco, si tomamos en cuenta el proyecto de construir en Costa Rica una supercarretera entre el Caribe y el Pacífico, no se olvide que es el único país que tiene relaciones diplomáticas con China Popular, y ha recibido recientemente la visita oficial de su presidente Xi Jinping; y seis, si incluimos a Colombia que negocia con China la construcción de su propio canal seco, entre Bahía Solano en el Pacífico y Acandi en el Caribe, muy cerca de la frontera con Panamá, obras a cargo de la China Railroad Engineering Company. Y podrían ser siete, si tomamos en cuenta el canal proyectado por México en el istmo de Tehuantepec, y hasta ocho, pero El Salvador no puede entrar en la cuenta pues no tiene costa al Caribe.