
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol
Delfín Agudelo: Sin embargo, la capacidad misma de la imaginación es, adicionalmente, embarcarse en nuevas dimensiones sobre cada uno de los sentidos: buscar extensiones, mejorías, y de esta manera la contemplación de un antiguo modelo de un sentido vital se examina de nuevo. Nos enfrentamos, pues, a un nuevo cuerpo.
R.A.: Creo que lo que ha ocurrido en las últimas décadas, sobre todo en la última década, un poco a remonte de lo que han sido las grandes transformaciones tecnológicas, es una variación de la cartografía misma del cuerpo o de la posición del cuerpo y de los sentidos. Fijémonos que eso tiene su paralelismo en algo muy importante en la ciencia. También en estas últimas dos décadas la revolución microcósmica -es decir, el microcosmos dentro de la variación macrocosmos/microcosmos- ha sido vital: la gran revolución se está construyendo no en el espacio exterior sino en el interior; los genes, los átomos, las neuronas, todo lo que tiene que ver con la nanotecnología, la robótica y la nanología, que juntas son un mundo de lo microcósmico. El mundo de lo microcósmico es algo que tiene que ver no con el cuerpo sino con lo que está en el interior del cuerpo. Me da la impresión que la gran revolución que se ha producido y que afecta de manera radical a nuestras ideas acerca de la ficción y lógicamente también las de la realidad, es que se ha revolucionado o subvertido la posición del cuerpo y los sentidos de una manera visceral: la posición del sentido que tradicionalmente ha sido más rapaz, que es el ojo. En Orwell, en Paracelso o Coleridge, se partía de la idea tradicional del ojo. Nosotros ya no partimos de la idea tradicional del ojo, somos la consecuencia de unas generaciones humanas que hemos hecho estallar el átomo; por tanto hemos bombardeado lo más pequeño, estamos realizando operaciones de microcirugía que recorren el interior del cuerpo, que estamos operando en todos los sentidos del propio ojo, que además hemos producido máquinas que significan extensores de los distintos sentidos pero que quizás diríamos de los cinco sentidos tradicionales, nuestra tecnología, el sentido que más ha revolucionado es el ojo. En el tacto hemos mejorado, evidentemente, hemos hecho extensiones del olfato, también del oído, podemos llevar a percepciones ultrasónicas, pero lo que se ha sometido a la revolución mayor ha sido en el ojo, el terreno de la ciencia y en el terreno de las repercusiones populares de la técnica a través de la realidad virtual y de la televisión, a través de los videojuegos etc.