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IV. Lo cósmico y lo cómico. Riesgo y verdad

Por 2 de enero de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: En el ámbito de la literatura, muchas veces la creación de estructuras artificiosas ahoga la propia creatividad. No defiendo la espontaneidad, porque cuanto más culto el escritor, mejor; pero en cuanto a escritor, nunca recibirá una instrucción literaria que le proporcione la escritura.

Delfín Agudelo: Las escuelas de creación literaria enseñan, entre otras cosas, aquello que se debe evitar. Esto implica necesariamente que hay un tipo de escritura preestablecido para cada género. Desde siempre se ha tendido a una fosilización de las estrategias, llegando así a callejones sin salida: se olvida de la innovación, produciendo pocas veces estrategias nuevas.

R.A.: Pienso que uno de los ejemplos de nuestra época es que se está viviendo una especie de resaca con respecto a lo que fue la vanguardia moderna. Es muy probable que en el último tercio del siglo XX hubiera una especie de hipertrofia del vanguardismo, y ahora nos dirigimos al lado contrario. Tengo la impresión de que en los focos de creación literaria de la actualidad se experimenta poco. Hay una cierta obediencia a mecanismos reguladores, como pueden ser la academia, las supuestas escuelas de creación literaria, y sobre todo el mercado editorial, que parece exigir un determinado tono a la literatura. Lo que es preocupante es que también tengo la impresión de que una gran mayoría de escritores asume ese tono monocorde que se le exige basado en la ley de la oferta y la demanda, mientras que en el último tercio del siglo XX parecía que el escritor sólo podía ser rabiosamente vanguardista. Ahora parece que se hubiera impuesto pendularmente un movimiento de índole conservadora que hace que el escritor experimente muy poco. Recuerdo un ejemplo que en su momento resultaba llamativo: el libro de un crítico italiano titulado Kafka o Thomas Mann. El autor evidentemente se inclinaba por Kafka. Actualmente parece que las opciones se han vuelto más conservadoras cuando yo creo que lo auténticamente deseable es Kafka y Thomas Mann: por un lado hacer una literatura inteligible que tenga como ambición llegar a un público lo más amplio posible, pero al mismo tiempo que sea una literatura que se exija continuamente a sí misma un rigor, una experimentación y se exija algo que a mí me parece imprescindible, y es que el autor, aunque quiera llegar a comunicar lo más ampliamente posible, no tiene que doblegarse ni a las exigencias del mercado ni tan siquiera a las exigencias del hipotético lector. El pequeño prefacio de Montaigne a sus Ensayos es claro: dice que se investigará a sí mismo pero que el lector no espere que se esté doblegando servilmente a lo que él desearía. Ya mucho más radical fue en el siglo XIX Baudelaire, cuando se refirió al hipócrita lector, que no dejaba de ser una fórmula provocadora. El autor tiene que buscar la comunicación pero creo que nunca se ha superado la fórmula tradicional de que el lector sobre todo tiene que buscar su propia verdad. No la verdad, en abstracto, sino su propia verdad, su propia sinceridad, o, si se quiere, su propia mentira auténtica, siendo algo que le sea radicalmente propio, sin ceder a la presión exterior y eso exige sin duda un gran grado de experimentación y de riesgo. La literatura tiene que ser riesgo necesariamente, el arte tiene que ser riesgo si quiere implicar esa dosis central de verdad.
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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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