Rafael Argullol
Delfín Agudelo: ¿A partir de qué siglo surge el turismo tal como lo conocemos hoy en día? ¿En qué momento histórico la idea del turismo se empezó a desarrollar? ¿A partir de las peregrinaciones, que otorgaban fama a determinadas ciudades? Evidentemente está vinculado con este elemento de reconocimiento de algo que es digno de ser visto, no leído o escuchado.
R.A.: En ese sentido tenemos noticias de turismo, del turismo como viaje de reconocimiento y disfrute de un lugar. En las distintas culturas antiguas, fundamentalmente la clásica europea, incluso hay un maravilloso clásico de viajes, que es el de Pausanias, Descripción de Grecia. Roma, que tenía la pasión por Grecia, incluso una especie de relación casi celosa con Grecia, ya que Roma tenía el poder. Pero siempre tuvo un cierto complejo de inferioridad intelectual con respecto a lo que había sido la creatividad griega. Roma desarrolló -de la misma manera que desarrolló un inicio de coleccionismo para conservar las obras griegas- un auténtico turismo, casi podríamos decir ilustrado, hacia Grecia. La biblia de ese turismo es el libro de Pausanias. Los romanos ilustrados con frecuencia iban a Atenas, que era una ciudad muy de provincias en la época álgida del imperio romano, que mantenía su carácter legendario, y luego iban a los grandes santuarios míticos: Delfos, Olimpia, etc., ya con esa actitud diríamos propia del turista moderno.
Eso se reprodujo después del renacimiento, cuando las culturas más progresivas y dinámicas se fueron situando en el centro y norte de Europa y empezaron a desarrollar una especie de nostalgia de lo que habían sido las culturas mediterráneas antiguas, o de la época renacentista misma, y empezaron esa maravillosa saga de los viajeros. Es evidente que desde el principio hubo viajeros que fueron mucho más francotiradores por su cuenta, y que vivieron experiencias sensacionales desde su propia exploración; y hubo también viajeros a los que se les facilitó de una manera más organizada el viaje. Lo que ocurre es que como en tantos otros factores de nuestra época lo que resulta chocante es la extraordinaria masificación del fenómeno en nuestro momento. En principio el turista viene de tour, del que da vueltas, lo que en español podríamos decir trotamundos. El turista, cuando se convierte en la consecuencia de un engranaje completamente planificado, cada vez pierde más su autonomía. Y, paralelamente, los lugares visitados cada vez también pierden más esta especie de fascinación libre a la que quería acceder el viajero, convirtiéndose así en una especie de cadena universal de parques de atracciones o temáticos, a lo cual evidentemente contribuye mucho el hecho de que en nuestro mundo nos encontramos en globalización urbanística, que hace que muchos edificios de la última arquitectura sean iguales en muchas ciudades, para no hablar de las grandes multinacionales del comercio que hace que existan marcas idénticas en distintas ciudades. El turista masificado es alguien que va para aprovecharse y se encuentra muchas veces con lugares clónicos.