Rafael Argullol

Delfín Agudelo: Te refieres a la dupla de personajes de la novela de Stevenson, Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
R.A.: Me refiero a una de las grandes parejas de baile de la literatura occidentall-quizá la pareja de baile más importante junto con Fausto y Mefistófeles en la obra de Goethe. En los dos casos he llegado a la conclusión de que evidentemente se trata del mismo personaje, y en ese sentido hay una preciosa simetría a realizar. Fausto y Mefistófeles aparecen como dos personajes completamente separados hasta que se van fusionando a o largo de la obra, de manera que al final Fausto ya no puede vivir sin Mefistófeles, y quizá podríamos decir que tampoco Mefistófeles puede vivir sin tentar a Fausto. En el caso de la pequeña pero magnífica obra maestra de Stevenson, el paisaje sería el contrario: es un hombre que cree que es unívoco cuando en realidad es múltiple, o como mínimo dual. Esa dualidad se va manifestado en la medida en que él quiere experimentar con el mal desde la bondad, pero quiere experimentar de manera que el mal sea controlable, creando una especie de doble suyo que sea capaz de llevar a cabo aquellas acciones que él como bondadoso no se atreve. Es decir, crear una encarnación paralela en la que se practica el vicio, mientras la virtud se mantiene a salvaguarda.
Lo que ocurre es que a medida en que va transcurriendo la trama de Stevenson, evidentemente esa separación entre ambas personalidades es cada vez más difícil, y además el vicio, el mal, va vampirizando a la virtud y al bien. De manera que Mr. Hyde se va agrandando en igual medida en que el Doctor Jekyll, el bondadoso, se va volviendo cada vez más frágil enfermo, hasta que al final evidentemente aparece el hecho de que Dr. Jekyll es también Mr. Hyde, pero un Mr. Hyde que lo está devorando por completo. Cuando él quiere librarse de esa criatura monstruosa, ya no puede; es algo irreversible, con lo cual ahí el paisaje de esas dos parejas de baile del siglo XIX es simétrico pero contrario; en la obra de Goethe Fausto sabe que finalmente está integrado en Mefistófeles pero en un movimiento final se libra de él; en cambio, en la obra de Stevenson el Dr. Jekyll va creando un doble al cual quiere atribuir todo aquel mal que él como bondadoso no se atreve a realizar, pero que finalmente es fagotizado y vampirizado por ese doble. Y diríamos que el monstruo, Mr. Hyde -la naturaleza oculta, secreta, lo que pertenece al subsuelo y al inconciente- se va manifestando más poderoso que aquello que pertenece a las vigilia, a lo diurno y Dr. Jekyll es arrastrado hacia la tiniebla. Dos magníficos bailes paralelos, pero quizá de dinámicas contrarias.