Jean-François Fogel
No, para nada la metáfora clásica describe al petróleo como el "oro negro". Con la caída del precio del barril (el crudo ligero vale apenas más de 60 dólares en Nueva York cuando escribo estas líneas) aparecen las preocupaciones de los adictos a la renta petrolera. Después de explicar durante años que quería prescindir de Estados Unidos como comprador del petróleo de su país, Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, dedicó su tiempo a explicar que se trata de una situación ineludible.
"EE. UU. no tiene forma de dejar de adquirir nuestro petróleo", explicó el líder respondiendo a la visión compartida de los dos candidatos a la elección presidencial, John McCain y Barack Obama, respecto a que la dependencia de las importaciones americanas se pueden acabar en menos de una década.
Chávez vive una doble catástrofe, vender menos y vender más barato al implementar lo que una persona sensata no intentaría frente a la crisis: reducir al 25% la duración de la jornada laboral.
El presidente venezolano ya había intentado reducir así, de 8 a 6 horas, la jornada laboral. La medida era parte de su fracasado referéndum de diciembre de 2007. Ahora, repite la maniobra bajo forma de ley. Más que nunca, es el sueño de que el oro negro lo pagará todo. Pero, con diferencia al tema de la jornada laboral, que sólo interesa a los venezolanos, estamos frente a un problema compartido: con su acuerdo de "Petrocaribe", Chávez se comprometió en ayudar 16 país de América Latina con energía barata; hizo lo mismo con Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas); sin olvidar un sin fin de acuerdos específicos con países y hasta municipios o barrios de EE. UU y del Reino Unido. ¿Se va a mantener esta ayuda ahora que Venezuela pierde una parte grande de sus recursos (el petróleo es la mitad de su producto interno, el 90% de sus divisas)?
Lo que impresiona es cómo este sueño de tener petróleo es utilizado para eludir la necesaria eficacia que requiere una economía para seguir vigente. En el momento en que Venezuela entra en grandes problemas, es Cuba quien dice (ya lo dijo) que esta vez, sí, tiene petróleo de verdad. Ni una palabra hoy en Granma.Tampoco se lee algo en la edición en español de la BBC. Pero la edición en inglés de esta misma BBC, citando al responsable de Cubapetroleo, dice que se va a convertir en unos de los 20 mayores productores en el mundo. Sería el regalo del 50 aniversario de la revolución. Y un sueño: no hay petróleo que anule el trabajo.