Rafael Argullol

Rafael Argullol: ¿Te has fijado, Delfín, en esta foto?
Delfín Agudelo: Se trata de la obra de Cathy Wilkes, última ganadora del famoso premio Turner.
R.A.: Es completamente elocuente de hasta dónde hemos llegado en determinada trayectoria del arte. El premio Turner, desde hace años, se ha especializado en una supuesta provocación artística, a pesar de que es uno de los premios más importantes de Inglaterra, o quizá por eso. Durante años ha suscitado muchísimos comentarios en los medios de comunicación hasta llegar precisamente al punto al que hemos llegado, en que vemos que el tipo de provocación que logra conseguir es completamente patética. Vemos esta imagen en la que hay un montaje, una performance que como mucho parece el escaparate de un sex-shop de provincia, de pueblo, en el que vemos unos maniquíes disfrazados como pueden estar los monigotes de los sex-shops, y que el artista supuestamente ha considerado que podrían llegar de ser provocadores, además de ser considerados artísticos. Ha llegado un momento en que la provocación en el arte post vanguardista es tan lúgubre que la verdadera provocación quizás sería dar toda una vuelta atrás y presentar una obra de arte perfectamente acabada, perfectamente concebida, técnicamente hábil y de laguna manera dominada todavía por el espíritu del artesano, diferente a este pseudo arte que lo único que requiere continuamente es esta especie de reclamo al marketing y medios de comunicación para el comentario exterior. Creo que tenemos la prueba más palpable de la patética provocación en la que ha acabado determinado tipo de actividad considerada arte.