Rafael Argullol

Delfín Agudelo: Se trata de la llegada de Benedicto XVI al aeropuerto de Orly, previa vista al Elíseo.
R.A.: Para mí es una imagen muy sugerente. Lo primero que me llama la atención son las zapatillas rojas del Papa, que de alguna manera dominan todo el panorama, contrastando con ese blanco color castidad papal. Se ven rodeados por ese negro ceremonioso, tanto de los curas a su vez tocados de rojo, como de las autoridades locales. Todo ese juego de colores nos introduce al significado de esa visita en la que se da un irónico encuentro entre el mundo de lo religioso, representado por el Papa, y ese mundo reivindicado de laicismo propio de la República Francesa. Si hay un país en el mundo donde la laicidad se ha convertido en un elemento positivo de identificación, ése es Francia; sin embargo, creo que se ha producido en esta visita y en la misma imagen un proceso de seducción y atracción mutuas entre un Papa que fundamentalmente hace gala de ser un intelectual, y un poder político, el poder político francés, representado fundamentalmente por un personaje tan ambivalente como Sarkozy, quien queda impresionado por la propia presencia de ese intelectual que encabeza la Iglesia católica. Por tanto la fotografía nos es el precedente de todo lo que ha sido la estancia de Benedicto XVI en Francia, que por un lado se ha mantenido esa teatralidad pomposa que gusta tanto, y por razones distintas a la Iglesia Católica como al estado republicano francés. Pero por otro lado se ha puesto de relieve las evidentes contradicciones, fundamentalmente cuando después de toda la visita Benedicto XVI ha ido a Lourdes, esa especie de Disneylandia de los milagros de la Iglesia Católica francesa y allá ha condenado la eutanasia, el aborto y el matrimonio de divorciados, cuando el día anterior estaba la mar de satisfecho entre el nuevo matrimonio de divorciados, que es el presidente de la república y su mujer.