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Cineastas avant la lettre

Por 23 de marzo de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Kubrick no se encalló en ninguna de los géneros, sino que fue trasladándose de uno a otro y en cada uno intentó en cierto modo legar una obra definitiva.

Delfín Agudelo: Se me viene a la cabeza una idea de Brassaï en la que apunta a que el tipo de artista que en realidad imaginaba Baudelaire refiriéndose a Constantin Guys en El pintor de la vida moderna es como un cinematógrafo o fotógrafo. Siempre la dimensión ideal del artista es planteada en relación con los avances técnicos y tecnológicos de la época, razón por la cual Baudelaire se refiere al artista como un pintor. Pero Brassaï defiende la idea de que a lo que Baudelaire le apunta es al cineasta como artista. Lo veo en conexión con tomar diez películas y de allí llevar a cabo ocho géneros- cada género atañendo un rasgo de la  condición humana.

R.A.: Creo que hubo dos artistas del siglo XIX que en cierto modo se adelantaron al cine, que necesitaron del cine antes de que el cine se hubiera inventado; lo que sí se había inventado era la fotografía, que en cierto modo les fascinaba- pero en el fondo necesitaban el cine. Esos dos son el que tú comentas, Baudelaire, que claramente en sus ensayos y poemas se pone de manifiesto el impacto que le produce la fotografía e incluso llega a oler e intuir en algunos momentos de Las flores del mal una especie de cinematógrafo avant la lettre, por eso a él mismo le gustaba mucho el teatro de sombras y todo ese artificio que preludió el advenimiento del invento de los hermanos Lumiere. Luego hay otro artista que en el fondo hubiera necesitado de la cinematografía, que era Wagner; cuando Wagner se propuso hacer el drama musical como obra de arte total, en realidad para que su proyecto se hubiera podido llevar a la práctica no hay duda que le hubiera ido muy bien la existencia de la cinematografía. Es más, en el siglo XX, sobre todo en el cine de tipo épico tiene algo de muy wagneriano, y jugando simétricamente, en Wagner hay algo del cine épico o de la épica del cine incluso antes de la invención del cine. En Baudelaire hay mucho diríamos de la lírica del cine, de una lírica que podríamos llamar una urbana, que es la que define en cierto modo ha tratado con mucha profundidad el cine negro de los años cuarenta y cincuenta. Creo que a Baudelaire, de la misma manera que le encantaban los pioneros de detective que puso en marcha Edgar Allan Poe, le hubiera encantado o así nos lo podemos figurar, las películas de cine negro por su tratamiento del espacio urbano fragmentado por el tratamiento de la mirada.

Y en el momento en que hablamos de Stanley Kubrick, y jugando con esos dos precedentes del siglo XIX, creo que en Kubrick hay algo de esa mirada épica anticipada por la obra de arte total de Wagner y hay algo de esa mirada lírica urbana anticipada por las flores del mal de Baudelaire. Como director muy riguroso entremezcla continuamente esos dos elementos, y es lo que a mí me fascina mucho de Stanley Kubrick: pongamos por caso, a mí la ciencia ficción no es un género que me fascine. Hay tres películas que me gustan mucho: Blade Runner, Solaris y 2001. Lo que hace que 2001 sea una obra maestra es que planteando una especie de gran sinfonía épica que incluso se apoya en la música de Strauss y en una caracterización nietzscheana de lo que sería el cosmos es capaz de retrotraerse de la dimensión lírica planteando ese problema en el que el ordenador por primera vez en nuestra cultura se hace la pregunta de si puede llegar a tener emociones o sentimientos, planteando el trasfondo de la propia situación humana. Una gran película épica como 2001 consigue toda su eficacia en el momento en que también logra apuntar el aspecto lírico. Una película maravillosa del cine negro como El atraco perfecto es una de los mejores engranajes cinematográficas en la concepción del cine negro pero el atraco perfecto maravillosamente planificado y concebido finalmente falla por el elemento lírico de la atracción que causa una chica en uno de los miembros de la banda, y eso lleva a la perdición. Por otro lado,  Senderos de gloria es una de de las películas más crudas que se han filmado Kubrick por un lado nos muestra la épica negra de la guerra pero no con un distanciamiento objetivo, o desde una mirada diríamos exclusivamente macroscópica o a vuelo de pájaro, sino nos la muestra también yendo al interior de la herida, yendo al dolor interiorizado, singular. Senderos de gloria es también la mezcla de la negritud de la épica guerrera contrastada con el dolor individual singular que es el aspecto más lírico de la película y que en general  caracteriza a la obra de Kubrick. Creo que esta dinámica, este vaivén, mirada doble o tensión entre estas dos miradas es lo que da una gran profundidad y eficacia al cine de Kubrick.

 

 

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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