Rafael Argullol
El último amor
es el más decisivo de todos
porque en él se dirime
-ya sin excusas ni aplazamientos-
nuestra capacidad de amar.
Ese último amor nos condena para siempre,
o bien, con generosidad, nos absuelve
de haber vivido una existencia inútil,
y nos concede, salvador,
si no lo eterno,
un retrato digno de nosotros mismos,
algo equiparable a una eternidad.