Rafael Argullol
Nadie hace una pregunta semejante.
Ninguna criatura, ningún objeto, ninguna fuerza
se preguntan si vale la pena nacer.
Ninguna hormiga, ningún león lo hacen.
Ningún abeto, ningún río, ninguna rosa.
Ninguna estrella del universo
se interroga sobre su propio nacimiento.
Sólo el hombre se hace la pregunta fatal,
y al hacerla pierde la inocencia.
Los seres viven y mueren inocentemente.
Los mundos viven y mueren inocentemente.
Nosotros nos llamamos nosotros
porque somos hijos del oscuro día
en que desde el silencio brotaron las palabras.
Ese día perdimos la inocencia.
Nos hicimos míseros. Nos hicimos grandes.