Rafael Argullol
Recuerdo la caída de Troya.
No fue como la han contado poetas e historiadores.
Los mentirosos poetas
convierten la muerte en belleza.
Los historiadores, por su parte,
belleza y muerte
las sirven en el banquete de las cifras.
Tras diez años los combatientes estaban agotados.
Unos y otros habían muerto antes de morir.
Ya no quedaban héroes para el combate final.
Al amanecer de aquel último día
los hechos transcurrieron velozmente.
Los que estábamos agazapados
en el interior del caballo de madera
ocupamos con sigilo las posiciones dominantes.
Se acuchillaba en silencio. Se violaba en silencio.
Todos, con nuestro silencio, imitábamos las figuras
que adornan los frisos de los templos.
Acuchillé en silencio, violé en silencio.
Y por fin, sin fuerzas, gritamos el grito de la victoria.
Pero el aire no estaba impregnado
de gloria sino de horror.
Así fue, os lo puedo asegurar.
Yo estaba allí.