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Naufragio mediterráneo

Por 17 de noviembre de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

Son como astrólogos buscando la alineación de los astros. En su caso, en vez de cuerpos celestes, intentan crear correlaciones de eventos organizados por ellos mismos: cumbres decisivas, encuentros estelares, fotos de familia de los héroes de nuestra vida pública (los propios organizadores, naturalmente), fechas históricas en las que se decide el destino de la humanidad. Esto suele funcionar medianamente bien en tiempos de bonanza y de prosperidad, pero se caen todos los palos del sombrajo cuando van mal dadas, los bancos se hunden, el dinero no circula, los empleos desaparecen, las prestaciones sociales se mutilan, los déficits se hinchan y las bolsas se caen. Cuando todas estas feas cosas suceden, las reuniones internacionales y europeas pierden todo su glamour y se convierten en ásperos encuentros a cara de perro, hasta altas horas de la madrugada, que terminan con decisiones sangrientas y aullidos de dolor. Nadie busca entonces las correlaciones de acontecimientos, sino más bien lo contrario, prefiere encerrarse en casa y evitar los contactos sociales donde puedan producirse percances.

Así ha sucedido con la cumbre euromediterrénea que debía celebrarse en Barcelona este fin de semana, justo al terminar la cumbre que la OTAN celebrará en Lisboa el 19 y el 20 de noviembre. Es la segunda suspensión de una cumbre que ya estuvo programada para el 6 de junio, durante la presidencia semestral española de la UE, pero esta vez los diplomáticos franceses y españoles que estaban trabajando en su organización querían intentar que Obama viajara desde Lisboa hasta Barcelona en la noche del sábado para asistir a la cena inaugural, que hubiera servido de consolación por la suspensión de la Cumbre Estados Unidos-Unión Europea en Madrid también durante la presidencia española. Zapatero habría tenido así en Barcelona el encuentro y la foto que no pudo obtener durante su semestre y le habría ofrecido además una oportunidad al presidente catalán, José Montilla, de adornar su campaña electoral con la mejor foto oportunity posible a una semana de la fecha de celebración de los comicios.
No hubo correlación de astros. Al contrario. Las conversaciones entre palestinos e israelíes se hallan paralizadas, en un punto muerto decisivo pero peligrosísimo: han servido, como siempre en las relaciones euromediterráneas, como la más fácil explicación para este fracaso. La tormenta sobre el euro, a punto de cobrarse la siguiente pieza irlandesa, no permite desviar la atención. Basta con seguir la ecuación que nos propone la señora Merkel en cada ocasión que puede: si cae el euro cae Europa. ¿Cómo no va a caer esa área euromediterránea que todavía no existe? Y lo que faltaba: la represión marroquí de las protestas en el Sahara. Podemos imaginar en qué se convertiría la reunión si se celebrara en las actuales circunstancias. La exigencia de una comisión de investigación que nos explique lo que las autoridades marroquíes han ocultado hasta ahora hubiera sido el tema principal de la cumbre, al menos para la prensa internacional, pero probablemente también para algunos países participantes.
Lo más grave de todo el asunto es que todas estas explicaciones externas tienen mucho de excusas de mal pagador. El problema que tiene la UpM pertenece a su adn fundacional, marcado por las veleidades hiperpresidenciales de su fundador, Nicolas Sarkozy, que había llegado a imaginar una institución internacional sufragada con fondos europeos pero sin participación de los países del norte de Europa y en la que Francia fuera, naturalmente, la potencia central y decisiva. Quería ofrecer una salida de consolación a Turquía, a la que no quiere ver como socio de la UE. Y a la vez intentar regresar al escenario de negociación en Oriente Próximo por un camino más práctico (de proyectos concretos) que directamente político, dado que se trataba de sentar juntos y bajo su patrocinio a Israel y a los palestinos para hablar de agua, infraestructuras o educación, junto a los otros socios del norte y del sur.
El proyecto finalmente aprobado quedó rebajado de todas sus aristas más incomprensibles para el conjunto de la UE. La participación de todos quedaba garantizada, ya que se pedía dinero de todos. También el papel de la Comisión Europea y de las otras instituciones. España ayudó a Sarkozy y accedió a liquidar el Proceso de Barcelona, lanzado en 1995 en la primera cumbre euromed, a cambio de que la secretaría estuviera en la capital catalana. Y aunque la secretaría se halla ya instalada, funcionando a medio gas, a la espera de la cumbre decisiva que debe lanzarla y que no se ha celebrado ni tiene todavía fecha, no hay todavía proyecto alguno en marcha y apenas cuenta con presupuesto. El demiurgo del invento, el presidente francés, anda ahora ocupado en sus cosas, la reelección en 2012 fundamentalmente, y se ha desinteresado de este tinglado que se debe a sus designios y a su capricho. Es un naufragio mediterráneo, en mitad del naufragio europeo.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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