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El chantajista

Por 19 de febrero de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

Es la figura del momento, y quizás de la época. Cada partido tiene los suyos. Sobran chantajistas y faltan líderes, he ahí la cuestión. No hay escándalo político sin chantaje. No hay crisis institucional sin un chantajista como mínimo. A veces los hay a puñados, en competencia, pugnando por imponer la fuerza de su extorsión sobre la fuerza de extorsión de los otros.

El combustible del chantaje suele ser el resentimiento, además del interés material, que suministra un considerable consuelo al resentido cuando se ve satisfecho. El problema es que la satisfacción jamás termina cuando el chantaje funciona y seguirá alimentando el resentimiento y por ende su cura chantajista. Ya se sabe que el buen chantaje no tiene fin y puede llegar a convertirse en toda una forma de vida, rapaz y parásita a la vez, por supuesto.

Habrá que estudiar a fondo al chantajista, ave carroñera que prolifera y sobrevuela en las crisis como si fueran las ruinas y los despojos después de la batalla. Es una especie muy propia de las épocas turbulentas o revolucionarias como la nuestra, cuando el chantajista tiene el campo y margen que falta en las épocas de estabilidad y de orden.
El rey, el Papa, el presidente del Gobierno, el empresario poderoso, todos se encuentran de pronto con su correspondiente chantajista que quiere explotar sus debilidades. Que existen, claro está. Que son abundantes. Que pueden procurarles la ruina súbita, por supuesto.

Pero el chantaje también prueba la fortaleza de los poderosos. Un buen dirigente es el que sabe distinguir el mal menor a la hora de escoger entre dos opciones nefastas. En eso consiste casi siempre la decisión de un gobernante: elegir en la gradación del mal. El chantajista rinde un servicio a la sociedad porque pone a prueba directamente el temple y el carácter de sus dirigentes, puesto que calibra la calidad de su capacidad de decisión cuando deben decidir sobre su propio destino.

El dirigente chantajeado deberá escoger entre someterse obedientemente al chantajista y perder su libertad, puesto que entrará en una historia de nunca acabar de chantajes cada vez más osados e intensos; o resignarse a que el chantajista ejecute su amenaza, a riesgo de perder quizás el poder mismo. Es evidente que este último es el mal menor, puesto que ya no podrá proseguir el chantaje.
No hay signo más inequívoco de la falta de liderazgo que la proliferación del chantaje.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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