Víctor Gómez Pin
Evocaba en una columna reciente al cuadro de David sobre la muerte de Sócrates, y que tiene co-protagonista en su amigo Critón, que posa su mano sobre el muslo del filósofo en la escena central de la secuencia. Consumada la tragedia, podemos imaginar a Criton ante el cuerpo aun presente pero ya sin vida, viendo causa de la tremenda irreversibilidad de tal hecho en la ingestión de la cicuta. Y sabiendo que siendo él mismo hombre comparte con Sócrates lo esencial de los rasgos biológicos infiere la conveniencia de no beber nunca esa pócima, pues lo que advendría, por determinado o pre-fijado, es para él pre-visible. Tiene certeza de que al frenar un arrebato hacia el cuerpo de Sócrates (un beso conmovido inmediatamente después de la ingesta por ejemplo) evitó que la cicuta afectara por contigüidad o contagio a su propio organismo, y da por supuesto que la agonía del individuo Sócrates no es agonía de los individuos del entorno, que viven su compasión desde la independencia de su propia localidad o sitio (1). No olvida que Sócrates y él mismo tenían (como la tierra y la luna) rasgos ya propios indisociables de su mutua influencia, pero sabe que la muerte, como la vida, no es holística, y no duda de que pese a esa comunidad entre ambos es el individuo diferente Sócrates, y sólo Sócrates, el que ahora yace. En fin, se dice quizás que ya perdidas esa razón y palabra distintivas de Sócrates poco perdura del filosofo en esa substancia corporal que ahora reposa en el lecho y que (al igual que antes el propio Sócrates) es susceptible de ser movida hacia el sepulcro, y que consumará su corrupción tal como lo hubiera hecho aun en el caso de que desaparecidos los humanos nadie ya la contemplara ni para nadie fuera presencia de una dolorosa ausencia.
Por ello será necesario seguir retomando la cuestión, desde diferentes ángulos, en especial por lo que se refiere al principio de realismo, que merecerá capítulo aparte, preguntándonos qué se ha hecho de ellos, qué lugar ocupan en la jerarquía del conocimiento, dada la auténtica conmoción que para nuestras representaciones de la Physis han supuesto la física del siglo XX y en particular la Mecánica Cuántica.