Julio Ortega
Mariela Dreyfus (Lima, 1960). Gravedad.
N.Y, Arte Poética Press, 2017
La veracidad de la conversación (menos confesional que íntima y más sobria que dramática) nos descubre en estos poemas como interlocutores tomados en serio;o sea,
capaces de certeza.
Si hubiese un Archivo de la palabra viva de las poetas del español, seguramente tendríamos un registro emotivo de la condición femenina, capaz de asignarnos un lugar en su mapa dialógico. Para tomarle la palabra a Blanca Varela, propuse que su voz nos revela una verdad en carne propia.
Pero si ella escribió en la intemperie del lenguaje, Mariela Dreyfus busca afincar en las palabras, que son la mutualidad de la que estamos hechos. Se diría que, en su caso, el poema es el lugar de construcción de una mutua certeza final.
Desde la razón ardiente, Rocío Silva Santisteban elabora parábolas exacerbadas por su desgarro.
Mientras que Carmen Ollé se subsume en la memoria del canto celebratorio.
Magdalena Chocano, por su parte, cifra en el temblor del poema una pregunta reflexiva.
Victoria Guerrero hace del coloquio el espacio mutante del reconocimiento compartido.
Y Ethel Barja, siguiendo la lección de Vallejo en Trilce, podría reecribirlo todo de nuevo, en el sentido contrario.
Todas ellas (y son más) han intervenido el coloquio de la varia violencia peruana que ha tomado la plaza pública del habla. La feroz violencia de género tiene su matriz en la corrupción
intrínsica del sistema y su lenguaje canalla. La poesia es la
verdad compartida: contra el mal gobierno mejor lectura.
Mi hipótesis es que Dreyfus forja la autorización de una voz.
El poema asume una voz aseverativa para decir más, como si la
veracidad encendiera el ámbito de la comunicación entre
nosotros. No pocas veces el discurso forjaun lugar en la
inteligencia mutua, esa revelación de nosotros mismos de cara
a la verdad. De pronto, estas voces nos llaman, citados a dar
cuenta de nuestra fe verbal. Por hábito, buscamos referencias a
mano: un espacio social, una historia familiar, las afueras del
poema.
Pero Mariela Dreyfus no se detiene en los escenarios, su escena
desencadena el ingreso inmediato a la gravedad de su inquisición.
Lo notable es que su indagación sea una pregunta por nos-otros,
por lo otro del nos. No sólo el lenguaje pregunta por el hablante,
también la naturaleza, hecha verbo, pregunta por el relato latente
del sentido en pena; de la penuria de todo en lo precario de uno.
Nos queda, de esa zozobra, la protesta de los límites:
Cuervo de la tristeza y el insomne:
sacude con tus alas el presagio
o aviéntame del pico
un cuerpo a qué aferrarme entre las piedras.
No se trata de cuantas poetas mujeres entran en una antología.Basta una para desmontar el tinglado.