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Tacto y contacto

Por 17 de junio de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

A pesar de nuestras burbujas digitales, acostumbrados a mandar y recibir cariño virtual, nos sigue chocando que, al presentarnos a alguien, el saludo se quede en palabras o en un apretón de manos. Queda más profesional, también más profiláctico, dicen algunos, que se preguntan por qué hay que besar a un desconocido, con su barba o su maquillaje. Ocurre que, si la reunión ha sido satisfactoria, un rapto de euforia invade a los interlocutores que se han saludado fríamente al principio, y acaban despidiéndose con dos besos, a fin de expresar su simpatía hacia el otro. Nuestro cuerpo suma unos cinco millones de terminaciones nerviosas repartidas en apenas dos metros cuadrados de piel, que nos mantienen en contacto con el entorno y nos proporcionan información. Pero tocar –y ser tocados– no sólo es algo natural, sino que posee múltiples beneficios. La ciencia ha demostrado sobradamente que el contacto físico resulta vital para la salud. No obstante, renunciamos cada vez más a él y nos blindamos en el espacio público.
Un profesor de la Universidad Carnegie Mellon, el psicólogo Sheldon Cohen, ideó un curioso experimento, según leo en The Atlantic: consiguió reunir en titulares abrazos y sistema inmunológico. Aisló en un hotel a 400 personas que fueron expuestas al virus del resfriado. Entre quienes mantuvieron interacciones, los síntomas de la enfermedad fueron menos severos que entre los más solitarios y reacios a socializar.
Me pregunto a menudo por qué los ciudadanos quieren tocar a líderes e ídolos. Tras la catenaria aguardan su turno, basta un mínimo contacto para que se sientan dichosos, elegidos o empoderados, vete a saber. En el otro extremo se hallan aquellos que ocupan posiciones de poder y se sienten legitimados hoy a expresar su intolerancia al contacto porque disponen de atriles para llegar sin tocar.
Foucault afirmaba que nuestros cuerpos están imbuidos en las relaciones de poder y no pueden escapar de ellas. Lo que no adelantó el filósofo fue que la conquista de la esfera pública por parte de lo políticamente correcto proscribiría el contacto físico. En un contexto donde florecen los restaurantes y hoteles que no permiten la entrada de niños a fin de preservar la calma, el tacto cotiza a la baja.
Así se percibe en la política, y domina el actual juego de pactos para gobernar. El PP prefiere devolverle el Ayuntamiento de Madrid a Carmena antes que ver a Villacís de alcaldesa. Ciudadanos se niega no ya a negociar con Vox, sino hasta a reunirse con ellos. Y el PSOE marca distancias con sus imprescindibles aliados de Podemos. Fíjense en las acusaciones de Aguado a Gabilondo, uno de los políticos más sensibles y razonables, de “radical”. Faltan abrazos que los inmunicen del virus de la distancia. Yo, de ellos, invitaría al profesor Cohen para que los encerrara en un hotel y los expusiera a un virus liviano para que salieran de allí abrazados y coleando.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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