Jorge Volpi
La leyenda sostiene que, desde épocas prehispánicas, los habitantes de Tenancingo, en el estado de Tlaxcala, se han dedicado -como otros pueblos a la cerámica o a la alfarería- a una profesión singular: la prostitución. Más allá de que esta versión sea cierta o producto de una invención malsana, no hay dudas de que a lo largo del siglo XX ha existido allí una tradición criminal que se prolonga hasta nuestros días. Muchos padres del lugar educan a sus hijas para ser prostitutas y a sus hermanos para traficar con ellas. En 2001, fue descubierta la red de los hermanos Julio, Tomás y Luciano Salazar Juárez, quienes llevaban años secuestrando a jóvenes mexicanas para obligarlas a prostituirse en Tijuana y en los "campos del amor" cerca de las plantaciones de fresas de San Ysidro, California.
(Aquí, el artículo de Peter Landesman, "The Girls Next Door", aparecido en la New York Times Magazine el 25 de enero de 2004: http://www.nytimes.com/2004/01/25/magazine/the-girls-next-door.html?pagewanted=7&pagewanted=all y una nota de El Universal de México al respecto: http://www.eluniversal.com.mx/nacion/107195.html)
En cuanto me enteré de esta historia, la idea de escribir sobre ella se convirtió en una obsesión que no dejó de atormentarme. Finalmente, en 2008 empecé a escribirla en forma de guión, pues me pareció que una película sería la vía idónea para narrar esta trama de opresión doble: mujeres mexicanas explotadas por los trabajadores sin papeles, explotados a su vez por sus patrones sin escrúpulos. A Pablo Cruz y Diego Luna, de Canana, la historia les entusiasmó y de inmediato eligieron a David Pablos para dirigirla. Durante meses David y yo trabajamos en el guión, hasta que en cierto momento nuestras agendas lo volvieron imposible. A partir de entonces, la historia original de Las elegidas -titulada así desde el inicio- siguió tres caminos paralelos.
Mientras David retomaba algunos de los personajes de la excéntrica familia de traficantes de mujeres dibujada en la historia original -en especial los más jóvenes-, y les daba nueva vida en un guión escrito por él, yo la conducía hacia otros dos proyectos. En primer lugar, tomé las voces de cuatro de las protagonistas -dos víctimas, una de las jefas de la banda y una policía mexicano-americana- para escribir el libreto de la ópera Cuatro Corridos, comisionada por Susan Narucki y el departamento de Música de la Universidad de San Diego.
(Aquí, la página oficial de Cuatro Corridos, con textos e imágenes: http://cuatrocorridos.com/ y aquí una reseña de Los Angeles Times: http://www.latimes.com/entertainment/arts/culture/la-et-cm-cuatro-corridos-at-zipper-concert-hall–20140806-column.html)
En este proyecto binacional, la música fue encomendada a dos compositores mexicanos, Hilda Paredes y Hebert Vázquez, y a dos estadounidenses, Lei Liang y Arlene Sierra. Desde su estreno en San Diego en 2013, estos cuatro monólogos se han presentado en Dallas, Alburquerque, Tijuana y Los Ángeles -donde se grabó hace apenas unos días-, y del 15 al 17 de mayo tendrá su estreno en la ciudad de México, en el Centro Nacional de las Artes. Al mismo tiempo, decidí darle una nueva forma literaria a la historia original y, a lo largo de estos años, la transformé en una novela en verso, titulada igualmente Las elegidas, que será publicada en septiembre por Alfaguara.
(Aquí, una entrevista con David Pablos: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/04/16/las-elegidas-una-cinta-con-mucha-entrana-david-pablos-4986.html )
Que un mismo relato haya sido capaz de inspirar todas estas versiones y a artistas tan destacados demuestra su poder telúrico. Más allá de sus diferencias, cada una de las obras inspiradas por él alientan la indignación frente a una realidad que sigue muy presente entre nosotros. Las historias que se cuentan en la película, la ópera y la novela han de servirnos para ver y oír justo aquello que obviamos o silenciamos. Espero que el estreno de Las elegidas, de David Pablos, en la sección Un certain regard del Festival de Cannes, a mediados de mayo, que coincidirá exactamente con las presentaciones de la ópera en el Centro Nacional de las Artes, así como la publicación de Las elegidas en septiembre de este año, perturben a sus distintos públicos tanto como a mí y a los demás artistas que se han inspirado en estos relatos y, en la pequeña medida en que el arte puede influir en la realidad, contribuyan a erradicar definitivamente el tráfico de mujeres y la prostitución infantil, abominable herencia de tiempos oscuros.
Un fotograma de "Las elegidas" de David Pablos (Canana, 2015)
Y aquí un capítulo de la novela en verso (Alfaguara, 2015):
42
Cuando se fruncen las estrías de la noche
y las ciudades gemelas se untan con cenizas
los mojados dejan atrás las altas torres
labradas con su sudor y su nostalgia,
los ladrillos, el cemento, los cristales,
la argamasa, las tuberías, las junturas,
y se congregan en las mustias callejuelas
-morenos fantasmas invisibles-
a mascar densas bolas de carnaza
untadas con ese brebaje avinagrado
que remeda el rojo de la sangre.
Una vez las tripas satisfechas,
los mojados cruzan el barrio a trompicones
y se arremolinan frente al Mantarraya:
un hipopótamo abre o cierra la cadena
y deja afuera a prietos y pusilánimes.
Adentro bulle el infierno o el edén:
mil cuerpos que desfilan en escorzo
vestidos si acaso por los neones,
cinturas esculpidas por el hambre,
inconquistables tetas adiposas
serpenteantes en las jaulas de aluminio.
Nadie oye la cumbia, la bachata,
los insufribles, tristísimos boleros,
tras los inocuos vaivenes en los muslos
las uñas se adueñan de las nalgas.
Un billete de más en la entrepierna
otorga el paso franco a nuestro origen:
los clientes se abisman en esas rajaduras
como quien echa de menos a los dioses.