Félix de Azúa
Ha caído del cielo una culpabilidad universal para todos aquellos que hayan hecho algo en el pasado y también en el presente
Ha caído del cielo una culpabilidad universal para todos aquellos que hayan hecho algo en el pasado y también en el presente. Quizás sea una admonición para que lo aconsejable, a partir de ahora, sea no hacer absolutamente nada. Así lo recomienda la ley Celaá y las instrucciones de Castells para los estudios en España. No hay futuro, pero si lo hubiera, estate quieto y callado o acabarás pidiendo perdón.
La culpabilidad está mal repartida. Los españoles hemos de pedir perdón por la colonización de América, pero los presidentes mexicanos no han de pedir perdón por el sinnúmero de crímenes que se cometen allí todos los días desde los aztecas. Tampoco recuerdo yo que los rusos hayan pedido perdón por los millones de asesinados durante el estalinismo y sus secuelas. O los chinos, o los de Pol Pot, o (más chocante aún) los caudillos cubanos. Como dijo Sloterdijk, la izquierda se perdona a sí misma siempre y sin necesidad de decirlo.
Aún más raro es que nadie le pida a ninguna república o mafia islámica que se disculpe por las matanzas terroristas o por su financiación. Quizás será para que los cristianos no pidamos perdón por las cruzadas. Todo lo cual está muy bien y no lo critico, Dios me libre, pero me gustaría saber qué Señor (o Señora) ordena la selección. Se diría que, si el agredido pertenece a lo que Fanon llamaba “los condenados de la tierra”, el agresor debe golpearse el pecho aunque haga siglos de ello, pero ahora mismo Venezuela, por ejemplo, es un “pueblo condenado” gracias a su fornido sátrapa y nadie de nuestro Gobierno y asociados le exige disculpas al colonizador chavista.
También los varones españoles somos culpables de un tal acopio de atrocidades machistas desde Mio Cid y Don Pelayo que hemos de ir pidiendo perdón a todas horas. Habrá que reinventar La Tebaida y sus anacoretas.