Félix de Azúa
Ha sido un año políticamente nulo. El Gobierno no ha existido durante meses y cuando ha empezado a respirar no ha dado un solo paso para remediar la corrupción galopante y el golpe de Estado catalán. Ambos están destruyendo el país. Es cierto que se ha encarcelado o imputado a un buen número de sabandijas, pero los ciudadanos esperamos un compromiso público, un discurso de ideas, a lo Macron, que indique cuál va a ser el camino que emprenda Rajoy, si es que ve alguno. No es Churchill, claro.
Por parte de la izquierda el balance es aún peor. Los socialistas continúan su asombroso suicidio cada vez más liados con filofascistas maduros, etarras, populistas y separatistas, en una severa traición contra los principios morales del socialismo. Todo por codicia y vanidad. Menos mal que nos queda Ciudadanos, porque, si no, no habría a quien votar. Es tan negativo el balance que el Gobierno del PP no llegará a cumplir los dos años de gobierno. El acoso será feroz.
Emprendamos, pues, las vacaciones anulando la vida pública española, ese sumidero de ideólogos incompetentes. Dediquémonos a nosotros mismos de modo absoluto. Así, a lo mejor, a la vuelta de vacaciones mantenemos el egoísmo radical que es la base misma de la democracia (no os fiéis de filántropos y filántropas) y en las próximas elecciones los mandamos a hacer cursillos.