Félix de Azúa
Cuando los príncipes mueren jóvenes, el reino llora pero la corte tiembla. Todos giran el rostro para no ver el dolor del viejo rey cuya vida había ya concluido en el sosiego y ahora vuelve a comenzar sometida al peor de los sufrimientos: vivir más que los hijos. El más insoportable de los destinos.
El príncipe Edouard se ahogó el pasado viernes tras el hundimiento de su navío de placer, un fileyeur-ligneur de apenas nueve metros de eslora, con el que había salido a pescar lubinas.
La juventud del príncipe hace imposible, para mayor desesperación de la corte, que la corona pase a sus hijos: los varones son de muy corta edad y las hembras están excluidas del trono en este peculiar y poderoso reino.
Edouard, de 42 años de edad, había conducido a su pueblo con destreza y audacia, convirtiendo el reino de Michelin en uno de los más poderosos de Europa. Durante los últimos años había vivido sus mayores victorias gracias al contrato de armas que mantuvo con el mercenario español Fernando Alonso, un capitán de indescriptible arrojo, campeón en todas las batallas.
Tiemblan los cortesanos, llora el pueblo. En el horizonte se perfilan los reyes de Goodyear y de Bridgestone afilando sus espadas. El vacío de poder atrae a la sangre como el imán a las virutas de hierro. No hay vacío más vertiginoso que el anillo de aire formado por una corona sin cabeza. Lo dijo Shakespeare, pero no suele equivocarse.
La estrategia de Edouard había consistido en no firmar alianzas más que con aquellos feudales que demostraran poseer grandes cantidades de oro, en especial el grupo conocido como “los 4X4”. Simultáneamente, había abandonado a su suerte a los pequeños súbditos sometidos a robos y estafas por los innumerables señores de la guerra que martirizan a esa pobre gente. Un modo de actuar quizás algo cruel, posiblemente algo cínico, pero de impresionantes resultados. En 2005 el reino había ganado 889 millones de euros.
El difunto Edouard sabía lo que se hacía: el grupo de los 4X4 cuyo origen es rural, se ha impuesto en las ciudades y sus corazas negras, relucientes, sus cristales ahumados, las parrillas atigradas, el penacho altivo de sus antenas direccionales, dominan plazas y caminos. De grandes dimensiones, muy potentes y con gran atractivo entre las mujeres, son hoy en día los más envidiados y gloriosos. A su paso, todos los demás se apartan e inclinan los guardabarros.
La bandera del reino, la célebre Bibendum que representa a un humano formado por ruedas de caucho, ondeaba en todo el mundo desde 1898. Los cortesanos se preguntan ahora si seguirá alzada muchos años más. Se oye relinchar a lo lejos a los caballos sajones. Caballos CV, evidentemente.