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El equilibrista

Por 29 de mayo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Desde mi llegada a Buenos Aires me llaman la atención los carteles con leyendas como “El presidente tiene algo que decirte”, “Ahora el pueblo sabe de qué se trata” y “Todos a la plaza con Kirchner”. Están por toda la ciudad, y convocan a los ciudadanos a festejar el 25 de mayo, día nacional de Argentina y tercer aniversario de la toma de mando del gobernante. De hecho, la estrategia de marketing enfatiza hábilmente la doble celebración. Los diversos carteles transmiten constantemente el mismo mensaje: Kirchner es Argentina, un líder y un pueblo que se comunican directamente y sin  intermediarios.

Al verlo tan imponente, tan por todas partes, parece mentira que este hombre haya llegado al poder con un mísero 22% de los votos. De hecho, el entonces delfín de Duhalde era un desconocido para casi la mitad de los votantes en el 2003. Pero desde entonces, la pobreza se ha reducido en veinte puntos, el desempleo ha bajado a la mitad y el PIB crece a un ritmo del 9.2%, sólo superado por el crecimiento de China. Paralelamente, la intención de voto por Kirchner ha escalado hasta el 53% y la aprobación de su gestión ronda el 80%. Por eso, su equipo quería que la celebración del 25 de mayo fuera una gran manifestación de apoyo desde todos los confines de Argentina. Nadie menciona en público la palabra “reelección”, pero eso es lo que está en juego.

Para conseguirla, la clave es el equilibrismo. En este país en que el peronismo es la izquierda y la derecha, Kirchner camina con notable habilidad siempre en el borde del abismo: en algunos carteles aparece con veteranos líderes justicialistas, para ganarse a los del partido de toda la vida. En otros, dirigidos al electorado de izquierda, lo vemos triunfalmente rodeado de Hugo Chávez, Evo y Lula, la guardia de honor del progresismo latinoamericano. Kirchner sabe bien que los de derecha no necesitan carteles, les basta con las cifras. Y en la mayoría de los afiches, simplemente aparece la K mezclada con el mapa argentino, o los colores de la bandera. Esa es la propaganda para los votantes patriotas, siempre mayoritarios. Seas del color que seas, tienes que querer a tu país.

La publicidad televisiva del 25 de mayo siguió el mismo esquema: sucesivamente,  contemplamos a Kirchner en una reunión internacional en pose de estadista, dando un discurso con gesto enfático, cantando el himno nacional solemnemente junto a su esposa Cristina y, finalmente, descendiendo del estrado para fundirse con su pueblo: ¿alguien dijo Perón?

Este nivel de detalle con las imágenes y gestos políticos supera lo estratégico y alcanza lo obsesivo. La relación de Kirchner con la prensa ha sido tensa en estos años. Varios periodistas se sorprenden del grado de detalle con que recuerda y refuta cada crítica a su gestión, incluso de los periódicos regionales. Un entrevistador me cuenta una anécdota significativa: fue a la Casa Rosada a entrevistar a la primera dama y salió el presidente en persona a decirle que la señora iba a demorar, que si no quería mientras tanto dar un paseíto por la residencia. Durante el paseo, Kirchner se quejó al periodista por una nota que había sacado meses antes y que ni siquiera era especialmente agresiva. Pero el presidente recordaba en qué párrafos estaban sus “inexactitudes” y las corrigió una por una.

Muchos de los periodistas críticos protestan precisamente por lo que consideran el doble discurso de Kirchner: una especie de argentinidad total pero selectiva. De hecho, en una pared de la avenida 9 de julio se puede ver el lema “la patria somos todos” junto con los afiches que lo desmienten: uno de los posters muestra fotos de quienes “no van a la plaza”: Menem, de la Rúa, Cavallo –que fue ministro de los dos- y el opositor Macri. Otro lema acusa al Partido Radical de faltar a la plaza y preferir asistir a la asunción de un diputado acusado de torturador durante la dictadura. El silogismo refuerza por negación el sentido de toda la campaña: si quieres a Argentina, vas a la plaza. Y si vas a la plaza, quieres a Kirchner.

Ése es el equilibrio retórico más delicado del presidente. Pero funciona. El 25, la Plaza de Mayo está a reventar. El gobierno habla de 350 mil personas, incluso los cálculos más mesurados le conceden unas 200 mil. El transporte público es gratuito, pero además la gente ha venido de toda Argentina, muchos de ellos después de viajar toda la noche. Está el Sindicato de Obreros Maestranza, el Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas de Tucumán, las Madres de Mayo y las abuelas, los piqueteros con sus camisetas de Evita, incluso intendentes del Partido Radical. Durante su discurso, Kirchner convoca “a todos los argentinos que, por encima de cualquier cuestión, quieran consolidar una patria cada vez más plural”. Eso sí, advierte que los periodistas “escriben cualquier cosa”.

¿Qué es entonces el pluralismo? Para explicarlo, el ministro del Interior Aníbal Fernández hace unas declaraciones ilustrativas. Cuando le preguntan si los líderes políticos como Macri o Carrió estarán incluidos en el proyecto plural, responde: “no los imagino dentro del pluralismo, porque no piensan como nosotros”.

No todos tienen ese talento funámbulo para usar las palabras.

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