Marcelo Figueras
El artículo que José Pablo Feinmann publicó ayer en el diario Página 12 disipó la intriga que yo conservaba desde el acto del 25 de Mayo en la Plaza: ¿quién era esa mujer que aparecía detrás de Kirchner en el escenario, durante el discurso presidencial? Porque había otras mujeres muy fáciles de identificar: la propia Cristina Fernández de Kirchner, y las inconfundibles Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, en representación de una agrupación de Madres y de las Abuelas de la Plaza. Pero esta otra mujer, con el rictus de dignidad en el rostro que sólo confiere un dolor extremo, ¿quién era? Feinmann me lo confirmó: era Elsa Oesterheld, la viuda de Héctor Oesterheld, el creador de historietas inolvidables como El Eternauta, Ernie Pike y Sargento Kirk. Oesterheld es uno de los treinta mil desaparecidos durante la dictadura. Pero no es el único Oesterheld en esa lista, como Elsa puede confirmar. Hay otros cuatro Oesterheld desaparecidos: sus cuatro hijas.
Dice Feinmann que Elsa fue siempre antiperonista, furibunda, cerrilmente antiperonista. Y que por eso su tragedia es doble: no sólo perdió a sus seres amados, sino que además no comprendió en su momento la causa por la que ofrendaron la vida. Sin embargo Elsa aceptó la invitación a participar del acto, y a subir al escenario en el que no había ningún signo de la liturgia peronista; tan sólo un cartel que rezaba La Patria somos todos. Dice además Feinmann que la llamó esa noche y que la encontró contenta. Según contaba Elsa, al subir al escenario Kirchner le dijo que bajase la cabeza para que no se golpease con un caño, y ella replicó: “Vea, Presi, nunca un presidente me había cuidado la cabeza. Al contrario, si me habrán golpeado ahí y en todas partes…”
Elsa tiene 81 años y está entera. Le dijo a Feinmann que en un momento del acto del 25 miró a la multitud y le pareció que en cada chico de la multitud veía a sus hijas. Todo lo que les queda de ellas es un nieto llamado Fernando, que está en Alemania, y otro llamado Martín, que le ha dado un bisnieto llamado Tomás. Y por supuesto, también estamos todos aquellos que crecimos venerando las historietas de Oesterheld. Sería justo que nos considerase su familia extendida, porque los relatos de Héctor fueron parte vital de nuestra educación. Oesterheld escribía aventuras protagonizadas no por superhéroes, sino por hombres parcos y siempre dignos. No eran héroes de profesión, sino tipos que llegado el momento decidían estar a la altura de su propia Historia. Como el mismo Héctor, en suma.
Su obra más conocida, El Eternauta, tiene como protagonista a Juan Salvo, un hombre común y corriente a través de cuyos ojos vemos una invasión extraterrestre. Salvo, su mujer y su hija sobreviven por casualidad a una nevada mortífera que los extraterrestres envían sobre Buenos Aires. Cuando comprueba que también hay otros sobrevivientes, Salvo se integra a la resistencia. La lucha es desigual, en aquel Buenos Aires de los años 60 no existen medios para combatir contra una tecnología tan superior. Pero Salvo y los otros perseveran hasta obtener una triste victoria. Al término de esa batalla, Salvo comprende que su hija y su mujer han desaparecido. De allí en más se dedica a buscarlas por toda la eternidad, por eso es un eternauta, porque navega el tiempo en busca de los seres amados que ha perdido y con los que, está seguro, terminará reencontrándose en algún momento.
Siempre pensé que había mucho de Oesterheld en Juan Salvo, pero ahora creo que existe otra lectura posible, más cercana a la verdad: Juan Salvo es Elsa. Ella es La Eternauta.