Jean-François Fogel
Era cubana. Se llamaba Rosalía Abreu Sánchez. Todos le decían «Lilita», menos Alexis Léger que ponía «Liu» en sus cariñosas cartas. Alexis Léger es el poeta que consiguió el Premio Nobel de Literatura en 1960 bajo el seudónimo Saint-John Perse. Por primera vez se publica su biografía: Saint-John Perse, les rivages de l’exil, de Joëlle Gardes (Editions Aden). Un trabajo serio, largo (trescientas cincuenta páginas) y con limitaciones obvias. Falta emoción, falta el anhelo de convivir una aventura poética en lo que es más bien una recopilación de hechos desplegados en un orden cronológico. Por suerte, tenemos a «Lilita».
Ella es un fantasma ineludible en la historia literaria francesa del siglo XX. Nació en París, pero de padres cubanos, y creció haciendo muy largas estancias en la isla y en EE. UU. Su padre era el típico hijo de una familia de las Canarias enriquecida en Cuba. Dejó a la madre, que era todo un caso al atender siempre sus trescientos monos antes que a sus hijos. Cuando Lilita llega a París, en 1907, tiene veintiún años. Se convierte enseguida en la reina del salón de la tía que la hospeda en una casa espléndida de la calle Beaujon. Por un año, fue novia de Louis Pasteur Vallery-Radot, bisnieto de Eugene Sue, médico famoso y futuro héroe de la resistencia contra los nazis. Lo deja y enloquece a Jean Gireaudoux, el novelista y dramaturgo. La biografía de Gireaudoux, que publicó Jacques Body hace dos años, no deja duda alguna sobre la eficacia de su coqueteo. Gireaudoux tiene el corazón machacado, como en la canción de Ary Barroso, y huye a Francia por ella.
Todavía se puede comprar en París por unos cien euros las Dix lettres à Lilita (Diez cartas a Lilita) de Leon-Paul Fargue, otra víctima de esa bomba cubana que termina por casarse con un empresario que tiene plata y pocas exigencias («Lilita» mantiene un piso suyo). Pensar en Anaïs Nin, otra cubana con sumo talento para la seducción, sería un error. «Lilita» fue una mujer sencilla y sensible. Aparece en la vida de su amante como una luz generosa que Saint-John Perse se dedica a mantener en la sombra. Se encontraron hacia 1925; llegaron a ser íntimos a principio de los años treinta; compartieron, sin convivir, un exilio en los años cuarenta en Washington.
No hay scoop en el relato de la relación que ofrece la biografía. El scoop tuvo lugar en 1987, cuando Mauricette Berne, una conservadora de la Biblioteca Nacional de París, publicó Lettres à l’étrangère en Gallimard. El título venía como un eco al famoso Poème à l’étrangère (Poema para la extranjera): «vous qui chantez –c’est votre chant…» (no, no me atrevo a traducirlo). El libro revelaba la naturaleza de la relación entre el poeta y su “Liu”. Saint-John lucía bastante mal en su papel de amante escondido. Tampoco parece muy simpático en la biografía. Llegó a ser secretario general en el ministerio francés de asuntos exteriores. Típico funcionario francés de la haute administration: un señorito que por ocupar una posición social cree tener una visión suya. La Segunda Guerra Mundial le ofreció una oportunidad tremenda. De Gaulle le esperaba. Pero se dedicó, después de una mala entrevista con Churchill, a una presión ineficiente sobre el presidente americano Roosevelt. Esperaba todo de la Casa Blanca. La biografía recuerda la valoración aplastante de De Gaulle en 1942: «A pesar de sus grandes apariencias, Léger no tiene casta. Puede ser un diplomático, pero no sabe lo que es la política. Entonces sigue la política de cualquier otro. Es lo que ha hecho siempre. No le podemos dar la importancia que no tiene».
Por lo menos estaba la poesía. De esto, sí, Léger sabía algo. Y «Lilita» también, que no se equivocó al ser la primera en leer el Poème à l’étrangère. Entendí que era una carta de ruptura. Termina con: «Je m’en vais, ô mémoire…» (Me voy, memoria…). En realidad no fue así: «Lilita» se marchó de Washington sin despedirse del gran poeta y pequeño hombre cuyo talento debe tanto a su presencia.
Tendremos mucho Saint-John Perse en Francia el año que viene: su obra es el tema del próximo concurso de la agregation (el concurso para ser profesor de literatura en la universidad). Quizá sea una buena oportunidad para mejorar el sitio Internet dedicado al poeta. No seduce para nada. Prueba de esto: habla poco de «Lilita».