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Ser algo

Por 3 de diciembre de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa


Los españoles andamos como perdidos, en perfecta consecuencia tenemos un presidente funcional que ahora mismo no podría decir de dónde es,
ni dónde va
 

Digan que sí, que el nuestro es un país muy divertido y empieza a tener la misma necesidad de psicoanalistas que Argentina. Vean si no: los vascos siempre han querido ser ingleses y eso lo sabemos desde el carlismo por lo menos, pero ahora los navarros quieren ser vascos. Al mismo tiempo los catalanes (una rareza que ya percibió Borges) querrían haber nacido en Perpiñán. Con el añadido de que los valencianos llevan años queriendo ser catalanes con imitaciones muy bien traídas. No acaba ahí la cosa, sino que los baleares, para no ser menos, hacen esfuerzos por parecer valencianos. Y los canarios tienden a baleares. Si a eso se añade que los gallegos siempre han querido ser irlandeses de gaita, el corrimiento de identidades es apoteósico. Los de Teruel parecen ser los únicos que están contentos siendo lo que son, pero exigen existir.

Los restantes españoles andamos como perdidos y nos miramos de hito en hito al cruzarnos por la calle con esa visión opaca de quienes no son o no existen. En perfecta consecuencia tenemos un presidente funcional que ahora mismo no podría decir de dónde es, ni dónde va a mendigar su identidad. De momento ya ha dicho que es de un país gore compuesto por pedazos y residuos que no se sabe cuáles son, ni cómo se cosen, ni por qué quieren ser lo que no son, ni quién lo va a pagar. Una nación de naciones, dice su escuderillo catalán, pero claro, no incluye entre esas naciones a Alemania, Francia o Italia, lo que tendría cierta gracia, sino que las naciones son Cataluña (que ahora quiere ser flamenca), el País Vasco (escocés), etcétera. O sea que ni bautizándolo Perolandia empezaría ese país a ser algo porque seguro que los perolenses de inmediato querrían ser otra cosa. ¿Podemicanos? ¿Izquiérdulos? ¿Marsupiales?

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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