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Repetición

Por 25 de abril de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Le doy vueltas al tercer punto de Steiner (vd. el blog del lunes), cuando dice que todo se ha pensado ya millones de veces. Puede querer decir dos cosas, una claramente artística, la otra quizás moral.

La primera es que a lo largo de millones de años, varios trillones de humanos se han enfrentado a las mismas experiencias con iguales resultados. Cuatrillones de pensamientos sobre el amanecer y el ocaso, sobre el sol, sobre la lluvia. Quintillones de pensamientos sobre la inmortalidad y sobre la igualdad y sobre la armonía y sobre lo pequeño y lo grande y sobre la injusticia.

En este sentido, y a la manera de Borges, dice Steiner que yo soy aquel que fue pez y pájaro, planta y estrella, el mismo que inventó el teorema de la hipotenusa y descubrió los fractales, he sido un guerrero mongol, he comido carne humana, he creído en la reencarnación, he descrito con toda exactitud la posición de Orión, pude distribuir la tierra inundada por el Nilo gracias a la misma geometría con la que navegan los reactores, he asesinado monjas en Tarrasa, y así sucesivamente.

Pero (y aquí viene el momento de la tristeza, siempre según Borges), yo no soy aquel en cuyos brazos desfallecía, por ejemplo, Elena de Troya.

Ahora bien. ¿No lo soy? ¿O Elena siempre ha encontrado su Paris? ¿Una y otra vez? ¿Millones de veces y millones de guerras? ¿La está abrazando algún Paris ahora? ¿En una isla del Pacífico? ¿En una central nuclear rusa?

El sentido moral sería más bien el de Nietzsche y su eterno retorno. El número de átomos es hoy el mismo que cuando estalló el Big Bang.
Si imaginamos la temporalidad cósmica como el líquido de la pecera donde flotamos, no hay novedad posible, de modo que una y otra vez repetimos pertinazmente las mismas figuras disfrazadas con formas que parecen novedosas. Como decía Ferlosio, sólo cambia el rostro de los dioses, pero no su terca e insistente tartamudez. Las novedades son siempre formales, nunca substanciales. El cosmos es nuestro córtex.

Bueno, en esta segunda posibilidad por lo menos podemos recordar. De hecho, no hacemos otra cosa, recordar y recordar, como el esclavo de Platón que sabe geometría sin saberlo. A cada nuevo rostro del dios, renovación del embalaje. Ya me conformaría.

Pero no. Resultaría entonces que yo soy un recuerdo de mi mismo. Prefiero no recordar.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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