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No es un adiós

Por 3 de julio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Hace unos años, cuando todavía existía el reportaje turístico filmado en 35 milímetros por el ente estatal y con locutor de Radio Nacional al micrófono, solíamos ver, entre el NoDo y la película, unos cortos multicolores sobre las Islas Canarias, el Delta del Ebro o el Monasterio de Piedra que inevitablemente concluían con un crepúsculo y la voz del locutor, profundamente emocionado, asegurando que aunque debíamos despedirnos de tanta belleza y de tan acogedor y gentil paisanaje, esa despedida sin embargo, no era un adiós sino un hasta siempre.

La frase se repitió de tal manera que las gentes, cuando se encontraban por la calle o volvían al trabajo después del desayuno, se despedían de los amigos y conocidos con la fórmula “no es un adiós etc.” El régimen, sin embargo, toleraba muy mal el cachondeo, de modo que se impartieron severas órdenes desde el ministerio de Información para que nunca volviera a repetirse la despedida ritual del hasta siempre.

Durante los siguientes años, cien reportajes sobre las playas de Cadaqués, el palmeral de Elche, las casas colgantes de Cuenca y demás lugares que siguen siendo hoy exactamente lo mismo que entonces, es decir, marcos incomparables, se despidieron con: “no es un adiós, es un hasta luego”, o bien “no es un adiós sino un hasta pronto”, “no es un adiós, sino un hasta más ver”, “no es un adiós sino un hasta la próxima”, o incluso “no es un adiós, sino un hola que tal algo adelantado”. La orden había quedado registrada para toda la eternidad en algún fichero de aquella fortaleza burocrática y los redactores seguían obedeciendo escrupulosamente al jerarca.

También a mí me ha llegado la hora de decirlo y no sé qué fórmula elegir. El caso es que me voy a lugares que carecen de la conexión adecuada para poder mantener esta voz en el cosmos. Regresaré, si nada lo impide, el primero de agosto.

Mientras tanto, estas palabras que ahora envío al espacio se mantendrán en pantalla como si cada día fueran nuevas, y si hemos de hacer caso a los deconstructivos, seguramente renovarán su sentido cada día sin necesidad de que nadie modifique ni una letra.

Porque no es lo mismo decir, por ejemplo, “el alma del humano es como el agua, pero su destino es como el viento” en el siglo XVIII y en Alemania, que en el siglo XXI y en Irak. Su sentido, vaya, no es el mismo.

El mundo gira, gira. Con cada rotación gira también el sentido de nuestras palabras. Hoy leía yo en un diario que el papel de las mujeres prehistóricas (vale decir, troglodíticas) era más “participativo” que en la actualidad, o sea, que también cazaban. Es una lástima que el concepto de “participación” sea difícil de aplicar a una sociedad seguramente caníbal, pero es cierto que las mujeres troglodíticas han cambiado mucho de sentido con el paso del tiempo. En la actualidad están más cerca de una ministra de cultura que de las augustas paridoras de la vieja antropología.

Cuando el redactor bíblico escribió aquello de “En el principio era el Verbo”, como enunciado de origen divino, no podía ni imaginar el sentido que tomaría la frase tras la publicación del curso de lingüística de Saussure. La célebre frase, con el Verbo en su versión Logos durante un tiempo, había tenido que esperar treinta siglos para alcanzar su sentido verdadero. O al menos eso cree nuestra petulante civilización.

Dejo pues al cuidado del tiempo estas palabras y espero encontrarlas de nuevo a mi regreso con un sentido nuevo por completo. Por lo tanto, inevitablemente, de un modo riguroso, esto no puede ser un adiós.

Porque también yo, si regreso, seré necesariamente otro. Y a lo mejor coincidimos.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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