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La universidad y el geriátrico

Por 29 de enero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Comienzan a plantearse jubilaciones anticipadas en las universidades catalanas. Un plan que se aplica desde hace años en otras regiones españolas. No todas las universidades lo han aceptado. La mía, por ejemplo, se lo está pensando. Puede parecer un plan para privilegiados. Nada de eso. En la universidad clásica, el contacto entre alumnos y profesores no superaba la barrera de los quince años, la frontera generacional. Los viejos catedráticos se dedicaban a la investigación y supervisaban a los ayudantes. No porque un humano de 60 años carezca de vida intelectual, sino porque tiene demasiada. Es como usar un camión para transportar un paquete de tabaco.

Y hay un segundo problema. Dada la velocidad de cambio de las sociedades mediáticas, el sistema de referencias y valores se transforma de modo inexorable cada quinquenio. Los estudiantes de 20 años son ya viejos para los de 15. Los profesores, en cuyas clases es decisiva la capacidad de hacerse entender y el riesgo de parecer marcianos, tienen serias dificultades para averiguar cuáles son los referentes (familiares, formativos, mediáticos, culturales, lúdicos o religiosos) de los recién llegados. Este conflicto es menor en una clase de química o de estadística, pero es letal en aquello que suelen llamarse "humanidades". Aunque hay matices.

Un amigo mío, profesor de la Politécnica y en una clase técnica, puso una analogía para explicar la ironía de algunas arquitecturas minimalistas: dijo que eran "como películas de Buster Keaton". Notó una inquietud entre los estudiantes. Se miraban unos a otros y trataban de ver cómo había escrito ese raro nombre el compañero. Averiguó, no sin sorpresa, que ni un solo alumno había visto jamás una película de Buster Keaton. Mi amigo tiene 40 años.

Me dirán que es un detalle trivial. No lo es. El conjunto de símbolos que forman nuestra imaginación es nuestra identidad. No hay otra. Eso es lo que somos. El diálogo entre dos memorias sin contacto es un diálogo de sordos. La universidad española se está convirtiendo en un geriátrico para sordos.

Artículo publicado en: El Periódico, 27 de enero de 2007

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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