Félix de Azúa
Comienzan a plantearse jubilaciones anticipadas en las universidades catalanas. Un plan que se aplica desde hace años en otras regiones españolas. No todas las universidades lo han aceptado. La mía, por ejemplo, se lo está pensando. Puede parecer un plan para privilegiados. Nada de eso. En la universidad clásica, el contacto entre alumnos y profesores no superaba la barrera de los quince años, la frontera generacional. Los viejos catedráticos se dedicaban a la investigación y supervisaban a los ayudantes. No porque un humano de 60 años carezca de vida intelectual, sino porque tiene demasiada. Es como usar un camión para transportar un paquete de tabaco.
Y hay un segundo problema. Dada la velocidad de cambio de las sociedades mediáticas, el sistema de referencias y valores se transforma de modo inexorable cada quinquenio. Los estudiantes de 20 años son ya viejos para los de 15. Los profesores, en cuyas clases es decisiva la capacidad de hacerse entender y el riesgo de parecer marcianos, tienen serias dificultades para averiguar cuáles son los referentes (familiares, formativos, mediáticos, culturales, lúdicos o religiosos) de los recién llegados. Este conflicto es menor en una clase de química o de estadística, pero es letal en aquello que suelen llamarse "humanidades". Aunque hay matices.
Un amigo mío, profesor de la Politécnica y en una clase técnica, puso una analogía para explicar la ironía de algunas arquitecturas minimalistas: dijo que eran "como películas de Buster Keaton". Notó una inquietud entre los estudiantes. Se miraban unos a otros y trataban de ver cómo había escrito ese raro nombre el compañero. Averiguó, no sin sorpresa, que ni un solo alumno había visto jamás una película de Buster Keaton. Mi amigo tiene 40 años.
Me dirán que es un detalle trivial. No lo es. El conjunto de símbolos que forman nuestra imaginación es nuestra identidad. No hay otra. Eso es lo que somos. El diálogo entre dos memorias sin contacto es un diálogo de sordos. La universidad española se está convirtiendo en un geriátrico para sordos.
Artículo publicado en: El Periódico, 27 de enero de 2007