Félix de Azúa
Este conjunto de casi dos mil páginas no ha sido editado para entusiastas de Operación Triunfo. El pensamiento de Hegel es muy arduo y se abre en espiral, pero aquellos que se hayan rendido a la trivialidad de la teoría populista tienen aquí la mejor introducción posible a la filosofía en tanto que ciencia. Es una exigente gimnasia para desentumecer el cerebro, quien lo tenga.
Ramón Valls murió en 2011 tras una vida entregada al pensamiento y la enseñanza. Nadie le premió, nadie celebró su trabajo, solo los amigos sabemos que era una persona y un pensador fuera de lo común. Entre otras tareas fundó la Facultad de Filosofía de Zorroaga, en San Sebastián. Hasta ese momento todo el estudio de la filosofía en el País Vasco estaba en manos del PNV, es decir, del clero, pero el PSOE, que aún era de izquierdas, quiso remediarlo. Allí coincidimos Savater, Gómez Pin, Lobo, Arteta y tantos otros hasta que los batasunos nos fueron echando por extranjeros. Valls fue grande en su obra, en su pedagogía, en su honradez, en casi todas las virtudes que aquí suelen ser duramente castigadas. No le recuerda ni una placa en las calles de su moribunda Barcelona donde sí hay una calle de Sabino Arana. Esta colosal edición será, ahora, su cenotafio.