Félix de Azúa
Recibí por correo, hace cinco semanas, unas preguntas. Las enviaba un estudiante en trance de escribir su tesis doctoral o algo por el estilo. Nunca obtuve respuesta ni noticia de recepción. Creo que no era lo que él andaba buscando. Las he vuelto a leer antes de enviarlas a la papelera y no me parecen tan exageradas. Son estas:
¿En qué afecta la crisis, la falta de financiación, la contención del gasto, a los grandes proyectos urbanísticos y arquitectónicos?
Muy positivamente. A la arquitectura le sienta estupendamente la pobreza. La peor arquitectura es la que se hace con toda clase de medios, financiaciones y subvenciones. El mejor ejemplo, el Berlín de Speer/Hitler.
-Se percibe un cambio en las prioridades políticas: ¿menos proyectos pero más grandilocuentes?
Tal y como van las cosas los que mandan en estos asuntos son los poderes regionales en alianza con las mafias locales. La arquitectura de la mafia es asombrosa, basta con darse una vuelta por Sicilia o por la costa valenciano/catalana. No parece haber otro futuro.
-¿Qué credibilidad, y a qué intereses responden, los grandes anuncios de proyectos como el de Sarkozy o Berlusconi? ¿Son factibles?
Mientras sigamos pagando impuestos, son factibles. ¿Llegará un día en que nos neguemos a la dictadura de los partidos? Es dudoso.
-No es un argumento recurrente ese de ilusionar a la ciudadanía con grandes obras, algunos utópicas, que luego nunca se hacen realidad?
Sí, pero ya ve usted que la gente sigue votando.
-En tiempos de crisis, ¿qué proyectos deberían ser los prioritarios? ¿En qué consiste la arquitectura de crisis?
La arquitectura de la crisis y de la no-crisis debería ser la misma, una actividad destinada a guarecer a las gentes lo mejor posible en ciudades habitables. Pero eso no sale muy bien en papel couché.
-Arquitectos estrellas y poder político, ¿cuánto durará ese matrimonio?
Hasta que nos demos cuenta de que el fascismo ha regresado disfrazado de democracia.