Félix de Azúa
Los parisinos están nerviosos. La primavera ha llegado con un mes de adelanto, algo inadmisible en este país de protocolos implacables. Las elecciones están al caer y cada día la guillotina se precipita sobre algún candidato. Hoy es un sospechoso piso de Sarkozy lo que salpica de sangre la mañana.
Sin embargo, la prensa francesa es muy profesional; toma partido, pero no es sectaria. En consecuencia, hoy los diarios abren con la crisis de la compañía Airbus. Cierran cuatro factorías. Despiden a 10.000 empleados. Es una catástrofe para la población pobre. Merece la primera plana.
¡Alto! ¡Sapristi! ¿No era ese el lugar adonde quería ir a trabajar Pasqual Maragall, según declaró al abandonar la Generalitat catalana? ¿A Airbus, nada menos? ¡Vaya ojo! El contraste con los sólidos, eficaces, aplomados profesionales franceses es tan poderoso que me sube una cálida ola de simpatía y afecto hacia los políticos españoles: son tan fantasiosos, tan mediterráneos, tan rematadamente ajenos a la realidad… Lo nuestro no es política, es poesía lírica.
Artículo publicado en: El Periódico, 3 de marzo de 2007