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El tracatrá del tren

Por 3 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Mary McCarthy, que era una pájara de cuidado, decía no haber tenido nunca experiencia más erótica que un viaje en tren. Se refería, claro está, a los trenes americanos, los cuales llevan asientos a derecha e izquierda y un pasillo central como en los modernos Talgos y Aves. Por ese pasillo avanzaban las mujeres, solas y desafiantes, como en un desfile de modas. Los caballeros bajaban el diario un instante para verlas pasar como veleros con todo el trapo desplegado.

En Inglaterra sin embargo, los trenes eran de compartimento cerrado y pasillo lateral, como en la vieja RENFE, cuando viajaban seis frente a seis y el revisor abría la puerta corredera al grito de: “¡Billetes! ¡Billetes!”. Normalmente, a las cinco de la mañana.

La diferencia hizo que los bandidos norteamericanos corrieran por el pasillo central disparando como locos, y en cambio los criminales británicos estrangularan a sus víctimas en el compartimiento sin que nadie se enterara. Sólo, por mala suerte, un viajante que pasaba en el tren paralelo y que sorprendía horrorizado el crimen. John Ford contra el primer Hitchcock.

La razón de esta diferencia es que los trenes americanos imitan a las lujosas embarcaciones fluviales movidas a palas, las del Mississippi y las del Hudson, con pasajeros a babor y estribor, en tanto que los trenes británicos imitaban a las diligencias. Todavía en los pequeños trenes comarcales de la Isla, la puerta de entrada da directamente al compartimento, como si fuera, en efecto, una diligencia.

Los que amamos el tren por encima de todas las cosas (aunque no sólo por su erotismo), nunca le perdonaremos al gobierno español no haber llenado el país de trenes de alta velocidad, como los franceses, y habernos obligado a depender de esa compañía infame, grosera, ordinaria e infestada de inútiles que es Iberia.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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