Un sicario israelí arrepentido, un escritor, una pareja homosexual de la Norteamérica rural, un periodista amenazado por la censura del macartismo. ¿Es la lista de entrevistados de un programa cultural de izquierdas? No, son los principales candidatos al Oscar.
Por lo visto, la academia está seria. Si no, miremos la lista del año pasado: un millonario que hace películas y pilota aviones (El aviador), una boxeadora (Million dollar baby), una estrella del soul (Ray) y Peter Pan (Finding Neverland). Había más famosos. Y más acción.
Pero ahora no. Nada de monos gigantes, ni superproducciones, ni películas históricas. De hecho, en un acto de total atrevimiento, las nominaciones a mejor guión incluyen películas de Woody Allen y David Cronenberg ¿Es que se han vuelto todos locos? ¿Con tanto productor gastando $200 millones en películas de inversión asegurada, van a desperdiciar los oscars en baratijas con contenido?
He escuchado dos teorías al respecto.
La primera es técnica: Hollywood gasta demasiado dinero en filmes con una gran promoción que todo el mundo ve el primer fin de semana y luego nunca más. La razón es que ha creado un monstruo burocrático inservible. Por ejemplo: hay tanto dinero en juego que cada productora tiene a unas 32 personas para revisar los guiones. Como cada una de ellas debe justificar su puesto, todas hacen algún tipo de corrección. Al final, el guión es un Frankenstein de lugares comunes sin un autor claro. Y hay que pagar 32 sueldos más. En consecuencia, los contables han empezado a preguntarse si es necesario todo eso, o resulta más rentable contratar guionistas con talento.
La segunda teoría es la profunda: los americanos quieren pensar. Algo raro ocurre en su país, van a guerras que no tienen sentido, gastan un montón de dinero en ellas, los americanos no tienen seguro de salud y además el gobierno les escucha las conversaciones telefónicas. Algo funciona muy mal, pensar al respecto está de moda, y las películas que digan algo sobre la realidad tienen público, más público del que ellas habrían podido imaginar, incluso la de George Clooney, que es en blanco y negro y nadie se dispara.
Existe una tercera teoría: todo es una farsa, y del mismo modo que un año ganó el Oscar American Beauty y poco después Chicago o El señor de los anillos, este año ganará una película profunda y el próximo, alguna con efectos especiales o números de baile.
O quizá sea una mezcla de las tres. El caso es que la ceremonia de los Oscar de este año está de lo más progre. A ver si Philip Seymour Hoffman protesta contra la cárcel de Guantánamo o Ang Lee exige que se retiren las topas de Irak, antes de volver el próximo año nominados por un musical.