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El más cruel de los meses

Por 6 de agosto de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Un año entero preparándose para cuando llegue la fiesta, y cuando llega resulta que es agosto. Como cada año, el mes que se propone para reposar y tomar resuello se trueca en la gótica estampa de una población diezmada por la peste negra. De nadie es la culpa, esto cae sobre nosotros por un giro inefable de la rueda de Fortuna, como erupción volcánica. No es posible prever un colapso de trenes, eléctricas, aeropuertos, la visita de la legionela y la medusa, todo ello cercado por un anillo de fuego exterminador.

Cierto que algunas de las más insignes plagas son predecibles. Ya sabemos que a comienzos de agosto irá a la huelga la aristocracia: pilotos de avión, maquinistas de trenes, servicios de puertos aéreos y marítimos, y así sucesivamente. No suelen coincidir todos al mismo tiempo, lo que aviva la sospecha de que se lo reparten: este año toca camiones; el próximo, autopistas; al siguiente, supermercados. El caso es tomar como rehenes a varios cientos de miles de trabajadores desesperados y extorsionar a la empresa.

Sin embargo, y a pesar de que todo conspira para que el de agosto sea el más cruel de los meses, siempre acaba sucediendo algo que lo redime. Es la milagrosa virtud del ocio: bastan cinco minutos para que redescubramos nuestra ínfima y sin embargo gloriosa naturaleza y accedamos a la reconciliación y a la ternura del caos. A mí me pilló la otra noche, en L’Estartit.

Había luna llena. Rielaba sobre el mar a la manera griega con una sinuosa cola de plata que vibraba agitada por millones de joviales alevines. En la negra masa marina parpadeaban dos pesqueros lejanos en eco rítmico con el farillo de posición. Las islas Medas se recortaban rotundas, amenazadoras; parecía que respiraran contra un cielo color vino. Allí, al final del espigón, nadie había aparte de nosotros, dos insignificantes humanos, pero también guardianes de la única inmortalidad que ha concebido el cosmos. Solo por esos minutos ya doy por bueno el mes infame. Estoy persuadido de que a todos ustedes les ha sucedido algo parecido.

Artículo publicado en: El Periódico, 4 de agosto de 2007.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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