
Félix de Azúa
Cuatro siglos antes del nacimiento de Jesús de Nazaret (a quien, por cierto, Eduardo Mendoza dedica su última e hilarante novela), el poeta Eurípides estrenó una tragedia titulada "Las Troyanas". Como fondo, la ciudad de Troya arrasada, sus ruinas, la humareda de los incendios. Sobre la escena cuatro mujeres condenadas a muerte o esclavitud por los vencedores. Hécuba, la madre del héroe troyano que ha visto como degollaban a su marido, mataban a sus hijos y ahora ve llegado el turno de sus hijas. Andrómaca, esposa de Héctor, también lo ha perdido todo, pero ahora va a tener que soportar el asesinato del pequeño Astianax, lo único que la ata a este mundo. Casandra, la hermana loca, la divina, la profetisa a quien nadie cree, ebria de conocimientos secretos que baila su futura violación porque sabe que sus tiranos van a perecer. Finalmente, Helena, la bella, fría, calculadora, codiciosa y adúltera causante de la destrucción, a quien su marido desea matar, pero no podrá hacerlo en cuanto la hermosa se abrace a sus rodillas. Eurípides describe con una poesía barroca y agresiva la conexión entre soberbia masculina y humillación femenina.
En 1965 y sin que pueda yo explicarme la razón, Jean Paul Sartre estrenó su adaptación y traducción de "Las troyanas". Cualquiera que las compare verá que las mujeres de Eurípides son colosales, esculpidas en mármol, sus lamentos queman, su destino conmociona. Las de Sartre son hembras domésticas, madres y esposas burguesas en un mal trance. Excepto Helena. La mujer más seductora del mundo sigue provocando en Sartre la misma cegadora admiración que a Menelao el cornudo. De las cuatro, sólo Helena sobrevivirá.
No sé yo si esta genuflexión del macho que Eurípides conocía bien, pero odiaba, y que Sartre conoce y sin embargo acepta, no está en la raíz misma del escandaloso contraste entre una presencia agobiante de bellas publicitadas por todas partes, y pobres mujeres asesinadas en barrios marginales y pisos de renta limitada. Acaso las mujeres no puedan aspirar a otra salvación que la cirugía.
Artículo publicado en: El Periódico, 1 de marzo de 2008.