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Cómo se pasa el dolor…

Por 14 de enero de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Veo ahora la gloriosa fotografía de Pio Baroja escribiendo en su pisito madrileño durante uno de aquellos inviernos mesetarios que parecían soviéticos, sin calefacción, con un brasero a los pies de la mesa camilla y mitones por donde asoman unos dedos ateridos que sostienen el mango y la plumilla. Va todo él tan cubierto de mantas que se diría un dromedario cargado de alfombras. Y la boina atornillada al cráneo sin predecible separación en los tres meses siguientes. ¿A nueve grados dentro de la casa? Quizás menos. La resistencia al frío era descomunal cuando se obraba por el arte.

No tenemos conciencia del inmenso cambio que ha sufrido el entorno material de nuestra vida diaria en los últimos cincuenta años. Habituarse al agua caliente, la calefacción, el ascensor, es tan instantáneo como para olvidar que el mundo entero ha vivido miles de años en circunstancias atroces. /upload/fotos/blogs_entradas/recuerdos_de_este_fusilero_med.jpgUn relato autobiográfico publicado por Javier Marías en su excelente colección del Reino de Redonda da cuenta de la guerra de la Independencia tal y como la vivió un fusilero del ejército británico. Los sufrimientos eran inadmisibles: calor tórrido, frío, lluvia, sed, hambre, malaria, fatiga mortal, heridas crueles, cirugía sin anestesia. Hoy nos parece imposible que los soldados aguantaran tantos padecimientos. Sin embargo el fusilero Benjamin Harris era un muchacho avispado, jovial, bromeaba con sus camaradas, admiraba a sus oficiales, estaba deseando batirse incluso durante la terrible retirada de La Coruña, su oficio, en fin, le parecía privilegiado y daba sentido a su vida. Era el suyo un mundo de admirable fortaleza física y anímica que ha desaparecido por completo.

Es posible que aquella capacidad de sacrificio fuera instintiva cuando incluso entre los pobres la herencia, dejar algo valioso para el mundo venidero, aún era razonable. Pero la célebre frase de Luis XV Después de mí, el diluvio se ha ido haciendo cada vez más certera: no creemos ya que sea posible dejar algo valioso a nuestros descendientes. Así que, ¿para qué sufrir padecimientos? Lo mejor es dejarles deudas.

Publicado el 10 de enero de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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