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Berroqueño

Por 14 de julio de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa


El Escorial simboliza lo mejor y lo peor que hemos venido haciendo los españoles

El viernes me fui a El Escorial para visitar a un amigo. La ciudad dista 50 kilómetros escasos de la capital, pero la Renfe tarda una hora en hacer el trayecto porque se detiene en una decena de estaciones. Es muy entretenido. Suben, sobre todo, chicas jóvenes apretadas en prendas nimias. Ellos deben de ir en moto.

El monasterio, una mole colosal, sigue como hace 500 años. Ni una grieta ni un roce. Ni siquiera un triste graffiti. Lo tengo por invisible desde su perspectiva común, frente al portal, de modo que voy siempre al Jardín de los Frailes donde se ofrece una vista algo más humana, aunque el monasterio es implacablemente inhumano.

Todos los imperios han construido sus monumentos triunfales. Roma no lo tuvo hasta el Panteón que en realidad no simboliza al imperio sino a los cientos de dioses que lo protegían. Los imperios modernos construyeron soberbios conjuntos como Versalles, Schönbrunn o Buckingham, pero con alma simple y vanidosa. Suelen ocupar parques con surtidores, usan colores apastelados, se adornan con diosas y ninfas exentas o en hornacina, en fin, son lugares que lucen la satisfacción del poder absoluto.

No así El Escorial, ante el cual sobra todo regocijo o deleite burgués. El enorme monasterio y panteón de reyes no puede "gustar". Es una grosería inaceptable decir "a mí me gusta mucho El Escorial". La mole hiela la sangre, sobrecoge, pasma, puede causar espanto y escalofríos, pero lo que se dice gustar, mejor el Chantilly francés. El nuestro es un monumento mesopotámico y guarda el misterio cósmico de una pirámide o una mastaba. Su único ornamento, la parrilla de asar mártires, figura incluso en las papeleras. Simboliza lo mejor y lo peor que hemos venido haciendo los españoles.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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