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Alma y corazón

Por 2 de abril de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa


Rafael Sánchez Ferlosio es quien más ha durado en esta sociedad chabacana y hasta la última tertulia mantuvo el tipo y agitó las conciencias
 

Se nos fue el último de los grandes. Un ciudadano que aún trabajaba en exclusiva para su conciencia y con la literatura. Lo cual implica que su prosa tenía la musculatura de un atleta junto con la ligereza y la gracia de un bailarín. Leerle es danzar con un coloso del lenguaje.

Tengo estampas suyas de cine mudo, de otro siglo, como cuando llegó a la estación de Austerlitz, en París, para hacerle una visita a su amigo Agustín García Calvo, el cual no podía desplazarse porque estaba castigado por el Régimen. Las locomotoras aún eran de vapor y le recuerdo envuelto en humo mefistofélico, bajando por la escalerilla de hierro y agitando en su mano derecha un considerable chorizo. Solo alguien absolutamente cierto de su grandeza puede elegir un chorizo a manera de tirso y cantar el evohé a la reunión de amigos que le espera.

Años más tarde, en el monasterio de Veruela, discutiendo a voz en grito siempre con Agustín sobre las convulsiones conceptuales del infinito y trotando luego con mayor vigor que todos nosotros (20 años más jóvenes) por la ladera del Moncayo. Y esto enlaza con su costumbre de mandarnos subir a su casa (un sexto piso) en el ascensor mientras él subía por la escalera a velocidad de dibujos animados. Alcanzaba a abrirnos la portezuela resoplando y perfectamente feliz.

Portentosos años aquellos en los que Agustín, Rafael y Juan Benet nos orientaban en el pensamiento, las artes y el sentido común. Tres maestros abismalmente alejados de cualquier vanidad, comercio, autosatisfacción o sectarismo. Humanos, demasiado humanos para ser humanos. Rafael es quien más ha durado en esta sociedad chabacana y hasta la última tertulia mantuvo el tipo y agitó las conciencias. Eso era la auctoritas y no lo que ahora nos venden.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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