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Richard Ford a destiempo (I)

Por 20 de mayo de 2008 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

Cuando llegué a los Estados Unidos a fines de los ochenta, el concepto de moda en literatura era el de "realismo sucio". La revista Granta había dedicado todo un número a explorar el tema, los suplementos culturales de los periódicos abundaban en indagaciones sociológicas en un intento de explicar por qué en la década optimista de Reagan aparecían escritores como Raymond Carver, Richard Ford, Tobias Wolff, Amy Hempel, Ann Beattie, Bobbie Ann Mason (como si la literatura tuviera que ir de la mano de la política o los cambios sociales).

Quise enterarme de qué iba esta literatura, y me puse a leerlos a casi todos. Así, entendí por qué al periodismo cultural le era fácil etiquetar a estos escritores tan diversos con un solo nombre. Los protagonistas de los cuentos -porque lo mejor del "realismo sucio" estaba en el cuento- eran de clase media baja, divorciados o separados que tenían un empleo flojo o estaban desempleados, casados no felices que vivían en los suburbios o en las ciudades deprimentes de "middle America" (esa gran extensión de territorio entre California y Nueva York), y ahogaban sus miserias y frustraciones en el alcohol o las drogas o aventuras sentimentales que conducían a más alcohol y drogas. Era los Estados Unidos que iba a contrapelo de la famosa propaganda de Reagan, "Amanecer en América", que hablaba de recuperar el optimismo, la fuerza y el orgullo de ser norteamericanos después de la década turbia de Vietnam y Watergate. Para los personajes del "realismo sucio", la mañana no había llegado. De hecho, la mañana solía encontrarlos durmiendo la borrachera de la noche anterior.

De todos estos escritores, el que menos me conmovió fue Richard Ford. Había poesía en el laconismo de la prosa de Carver, vitalidad en el universo literario de Wolff, humor corrosivo en los cuentos minimalistas de Hempel; Ford me parecía, en sus cuentos, una radicalización del proyecto narrativo de Hemingway. Personajes muy viriles, muy estoicos, en contacto con la naturaleza hostil. Traté de leer Rock Springs (1987), su celebrado libro de cuentos, y fracasé; no lo terminé, y no recuerdo de qué iban los cuentos que llegué a concluir. Un amigo escritor me sugirió que intentara leer El periodista deportivo (1986), la primera novela en la saga de Frank Bascombe –a la que luego continuarían El día de la Independencia (1995), ganadora del Pulitzer, y Acción de Gracias (2006)–, pero cuando ví de qué iba, no me llamó la atención. Pensé que no era "realismo sucio" sino "realismo doméstico", en el peor sentido de la palabra. Personajes con un universo emocional muy reducido, norteamericanos de clase media que vivían a espaldas de la historia (por eso tampoco me interesaba buena parte de la obra de Updike, sobre todo la saga de Rabbit, uno de los modelos de Bascombe; por eso siempre me interesó la obra de Philip Roth).

A veces, sin embargo, no se trata de que una obra sea buena o mala; simplemente, ocurre que uno llega a un autor a destiempo. Eso me pasó con Ford; a los veintitantos años, no tenía la experiencia de vida suficiente para entender de qué hablaba. Cuando se trataba de literatura, yo buscaba tramas que me cautivaran, relatos épicos que tuvieran que ver con, digamos, una rebelión en Canudos, y no con la visita de un padre atribulado a la casa de su novia para pasar las pascuas. Con respecto al lenguaje, quise leer a Ford en inglés, y en ese entonces mi dominio de la lengua no era el suficiente como para captar los matices, la complejidad de la prosa de este escritor nacido en Mississippi (1944). Pasaron los años, y yo fui cambiando, hasta que un día descubrí que podía entender a Richard Ford. El periodista deportivo, leída no hace mucho, supuso toda una revelación; qué lejos quedaban términos como "realismo sucio" o "doméstico". La comparación con Hemingway tampoco le hacía justicia, porque Frank Bascombe es cualquier cosa menos austero o lacónico o viril.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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