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La parodia de Gibbons

carátula de la novela Cold Comfort Farm (traducida al español por Impedimenta como La hija de Robert Poste) es una novela de la británica Stella Gibbons, publicada en 1932, y que parodia las novelas rurales y eróticas inglesas al estilo DH Lawrence, tan de moda en esos años (y que tan mal han envejecido, al parecer). El hecho de ser una parodia y el agudo sentido del humor, sin embargo, le da a la novela de Gibbons un aire distinto. Mercedes Monmany hace la reseña para el reducido (al menos en versión on line) ABCD de las Letras:

Se trata de seres o, más bien, de inhóspitos espectros, apenas «presunciones de humanidad», como pronto comprueba la muy correcta y esnob Flora. Cada componente de la asilvestrada familia Starkadder procede de algún tipo de enajenamiento o terca pasión más allá de lo racional. Con nombres bíblicos que parecen sacados de una oscura secta de fanáticos pertenecientes a alguna iglesia marginal e indescriptible, cada uno de ellos se ve adornado por febriles amasijos de paranoias y delirios: el obcecado predicador de los tormentos del infierno, Amos; la prima Judith, que, con doscientas fotografías de su hijo Seth repartidas por su mohoso dormitorio, apenas disimula la pasión ciega por su fiero vástago, un lujurioso semental cuya obsesión, en realidad, no son las jóvenes campesinas del lugar, sino el cine; el viejo criado, Adam, que conversa a diario con sus animales más de lo que gruñe de forma incomprensible cuando está junto a los humanos; la abuela loca, que encarna otro más de los clichés románticos, encerrada en el ático; o el brutalizado primo Reuben, que se enorgullece de cientos de surcos arados por minuto, no se sabe bien si con ayuda de una bestia o sin ayuda de ella.El catálogo de parodias llevado a cabo por Gibbons, incluidas las continuas bromas metaliterarias y los incesantes juegos de palabras, es prácticamente inagotable. De una aguda inteligencia y mordaz capacidad crítica, disfrazada de sofisticados e irrelevantes comentarios naifs dejados caer aquí y allá a lo largo de la historia, su ración de ofendidos tampoco se hizo esperar. Por ejemplo, su jocosa defensa de los más elementales métodos anticonceptivos predicados por la joven liberal a Meriam, la criada que acostumbra a quedarse preñada cada año del señorito Seth, fue una de las escenas más provocadoramente sarcástica de esta novela. Su desopilante burla sería muy mal recibida por la sociedad biempensante de la época y en la República de Irlanda se prohibió la publicación del libro.

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18 de julio de 2010
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Angustias y desvelos europeos

No es habitual ver burkas y nikabs en las calles y plazas europeas. Escasea sobre todo la primera de las piezas con las que se velan las mujeres afganas, aunque es posible ver mujeres con la prenda que deja sólo los ojos descubiertos, propia del Golfo Pérsico. En Francia, el país europeo con mayor proporción de ciudadanos musulmanes, el 8 por ciento, los servicios de policía han contabilizado sólo a 367 mujeres como portadoras de este tipo de prendas. En España los periodistas saben muy bien de las dificultades para encontrar mujeres que lo usen, y es más fácil localizar a sus portadoras entre los turistas de los países árabes en la Costa del Sol o las tiendas caras de Madrid que en los barrios de inmigración africana y asiática.

Mucho sabemos los españoles sobre la cobertura del rostro, y no precisamente por nuestro pasado musulmán. El motín de Esquilache fue una revuelta popular en reivindicación del embozo, prohibido por razones sobre todo de seguridad por aquel ministro ilustrado de Carlos III. Las lloronas profesionales de unos ritos funerarios que estaban vivos todavía el siglo pasado solían cubrirse el rostro entero. Los protagonistas de la Semana Santa hispánica son los penitentes encapuchados con siniestros capirotes. Pero nuestras dificultades con el velo integral musulmán no difieren de las que tienen otros países europeos, donde también se está planteando su prohibición, al menos en los locales públicos y centros de enseñanza. Hay muchas razones para militar activamente contra el velo integral. Las hay incluso para hacerlo contra todo velo, casi siempre instrumento de dominación y sumisión. También las hay, por los mismos motivos del marqués de Esquilache hace más de dos siglos, para prohibir el acceso con pasamontañas, cascos integrales y otras caperuzas a las instalaciones públicas. Quienes promueven mociones y legislaciones a través del continente europeo suelen esgrimir unas y otras en un movimiento muy parecido a la formación de una bola de nieve que adquiere mayor impulso cuando tropieza con un obstáculo. No valen dudas ante el rampante prohibicionismo porque quienes las tienen se convierten inmediatamente, a ojos de buena parte de la opinión pública, en defensores de la tolerancia hacia el Islam integrista y partidarios estigmatizados del relativismo moral. Hasta tal punto, que finalmente son ellos los destinatarios de la prohibición más que las desconocidas portadoras de tan infame vestido. Aunque no se reconozca, el debate sobre burkas y nikabs versa sobre otra cosa. Esos desvelos y angustias se deben al miedo a la inmigración islámica y a la inseguridad ante el fantasma de una islamización del continente. Pero sobre estos temas a nadie se le ocurre proponer sensatas mociones municipales ni proposiciones de leyes.

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18 de julio de 2010
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Arturo Fontaine, novela política

carátula de la novela El escritor chileno Arturo Fontaine no quiso hacerme caso y ponerle a su nueva novela, El asalto de los jabalíes hambrientos desde el sur. E hizo bien. Su título, más preciso, menos aparatoso, es La vida doble. Ha aparecido con Tusquets luego de largos años de trabajo, de pulir y corregir. Y la novela, como no podía ser de otra manera, ya está dando que hablar. Fietta Jarque adelantó algo en una reseña en Babelia:

La nueva novela de Arturo Fontaine (Santiago de Chile, 1952) hurga en los sótanos oscuros de la tortura bajo el régimen de Pinochet. Y no solo lo hace desde el que sufre el dolor y la humillación, el que ve degradado su cuerpo y su mente al nivel más animal, asombrado a su vez por la bajeza y ensañamiento inhumano de los verdugos, sino que se sitúa del lado de ellos, de los que persiguen y torturan a los que consideran peligrosos asesinos falsamente idealistas. Y todo a través del mismo personaje. La vida doble es, en realidad, cuádruple. Lorena, o Irene, o la Cubanita, es una adolescente algo ingenua, madre soltera. Después, una combatiente de Hacha Roja. Y, tras un crítico momento de inflexión, traiciona, se convierte. Al final huye de Chile y se esconde de su pasado en Estocolmo. No resulta casual ese último lugar de destino para una torturada convertida a la causa de sus enemigos. Hay un famoso síndrome con ese nombre. Al contar esto no revelo el suspenso de la trama, todo queda establecido desde las primeras páginas. Porque esta novela lo cuenta todo a la vez y, sin embargo, crea el deseo de seguir leyendo, de adentrarse en los detalles que faltan. Que faltarán siempre. Las preguntas se suceden, se multiplican. Las respuestas van aflorando de manera velada. Las verdades, ¿cuáles son las verdades? La novela de Fontaine es la confesión de alguien que encontró su objetivo en el delgado placer de la delación. De la condena. En el poder letal del secreto.

También en Babelia, ahora es Carlos Fuentes quien anuncia la urgencia de la novela de Fontaine.

Fontaine, con las armas del novelista, que son las letras, va al centro del asunto. Un orden viejo, por más estertores que dé, cede el lugar a un orden nuevo. Pero ¿en qué consiste este? Entre otras cosas, en su escritura. Pero ¿quién es el escritor? Es una primera y es una tercera persona que miran a la sociedad y la privacidad con lente de aumento, dirigiéndose a un lector que es el cocreador del libro. El libro es una partitura a la cual el lector le da vida. La lectura es la sonoridad del libro. Hay un poderoso fervor quijotesco en Arturo Fontaine: él quiere poner en fuga a las telenovelas o confiar en que haya al fin un Cervantes telenovelero que las transforme, como Don Quijote a las novelas de caballería. Glorioso empeño cuya derrota sería, sin embargo, una victoria. Porque la novela es, en sí misma, la victoria de la ambigüedad. Una ambigüedad que se propone como palabra e imaginación, lenguaje y memoria, habla y propósito. Entonces, ¿para qué sirve una novela en el mundo de la comunicación moderna: la comunicación instantánea del suceso comunicado? En un régimen totalitario, dice mi amigo Philip Roth, el novelista es llevado a un campo de concentración. En un régimen democrático -continúa- es llevado a un estudio de televisión. Lo cierto es que tras cada asalto, político o tecnológico, la novela-Fénix resucita para decirnos lo que no puede decirse de otra manera. Leer a Fontaine, por todo lo anterior, es importante en el momento político de Chile. El vigor de la democracia chilena, sus caídas ocasionales, su renovación actual, los avatares de la tradición y la complejidad de la sociedad requieren la lectura atenta de las novelas de Arturo Fontaine. En ellas encontramos el trasfondo y el sedimento de la noticia política. 

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17 de julio de 2010
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Un cerca

Ilustración: Barnett Newman TE ALEJAS HACIA MITe desprendes hacia un lejosque es (de país en paísal alcance de mi manode mi gritode mis ojosde mi solo sueño) un cercaUlalume González de Léon

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16 de julio de 2010
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Kanikosen en castellano

carátula de la novela El clásico japonés Kanikosen: el pesquero, novela breve de Takiji Kobayashi (escritor japonés asesinado en 1933) ha sido publicado en castellano en España por Atico de los Libros. Además, pronto se podrá ver la nueva versión fílmica de esta novela proletaria sobre un barco cangrejero. En Radar Libros Guillermo Saccomanno hace una estupenda y extensa reseña:

La tensión que produce la lectura de Kanikosen exige que, al comentarla uno tiente alguna distancia, ser ligeramente crítico y, mediante una supuesta objetividad, argumentar por qué esta novela, no más larga que Humillados y ofendidos de Dostoievski, contundente como Hambre del noruego de Knut Hamsun, lo vuelve a uno, desde el comienzo, lector incondicional. Su potencia es tanta en su tiempo como hoy. Especialmente en Japón, donde se ha convertido en un auténtico fenómeno. Tiene una explicación obvia: los jóvenes nipones obligados a trabajar contratos temporales en situaciones concentracionarias con salarios bajos, temerosos de perder su empleo, en la crisis económica, se identifican con esta ?ficción? impiadosa sobre los pesqueros del pasado. Sus lectores: 1.600.000 ejemplares. Es sabido: no es la cantidad de lectores que comprende un boom lo que garantiza la calidad de un relato. Excepcionalmente, en este caso, lo masivo y la calidad van juntas. (?) Kanikosen refiere una historia siniestra y despellejada. El Hakku Maru contiene entre sus cuatrocientos tripulantes, pescadores veteranos y brutales en su mayoría, apestando a sake, muertos de hambre empujados a esta faena por la necesidad, y también numerosos estudiantes pobres y chicos inexpertos que irán padeciendo los rigores del terror y la vejación. Porque a bordo, extrañando una mujer, los chicos son el consuelo sexual de estos hombres animalizados que provienen del campo, de las minas, de las fábricas. Están condenados a jornadas sin descanso. También, a todos sin excepción, los amenazan el castigo y la enfermedad. Violencia desquiciada, mentes aturdidas. La paliza y el encierro en un retrete en caso de desobediencia. El beri beri como consecuencia del debilitamiento extremo. Por la noche el patrón, alumbrándose con una linterna, armado con un garrote, avanza entre las cuchetas, aparta las cabezas como calabazas. Nadie despierta así lo pateen. El patrón, se dan cuenta los sometidos, sabe de los límites de su resistencia. ?Fíjate en La casa de los muertos de Dostoievski?, le dice un estudiante a un compañero de desgracia. ?Si lo piensas, ahora que conoces esto, no parece nada del otro mundo?. (?) Puestos a buscarle filiaciones, influencias y también una genealogía, habría que situar Kanikosen en un arco que comprende al Víctor Hugo de Los trabajadores del mar y al Joseph Conrad de Tifón, pero más cerca, como hermano de sangre está London. Un dato: Kanikosen fue comparada con La jungla, novela de Upton Sinclair, que narra la explotación de los obreros de la carne. Desde una óptica cool de lectores sushi podría leerse Kanikosen como relato de aventuras marinas, pero quien se incline a su lectura con esta intención pronto resultará chasqueado por una historia cuya turbulencia remitirá, como a los jóvenes japoneses de hoy, a una realidad concreta que los sobrepasa. Novela coral, no hay personajes que se sobreimpriman unos a otros. Apenas maniquea, en su crudeza legitima la polaridad en función de un planteo clasista que viene a cobrar vigencia en un tiempo donde el trabajo se vuelve otra vez tema literario. Sin duda, Kanikosen no es una lectura que se preste a la fruición de la pelusa en el ombligo. Lo que viene a plantear qué sentido tiene escribir y para qué sirve la literatura. ¿Vuelta de la novela proletaria?, cabe preguntarse. La respuesta está en la misma novela. Y en la vida de su autor. Hija de la necesidad, Kanikosen es la novela de un iracundo que supo narrar con frialdad una temática que se pensaba agotada. La sucinta biografía de Kobayashi informa que nació en Odate, Akita, en 1903 y creció en Otaru, Hokkaido. En su época de estudiante integró el comité de redacción de una revista y publicó sus primeros relatos. Después de graduarse en estudios de comercio fue empleado bancario. Apretado por la estrechez económica, durante la recesión se afilió al proscripto Partido Comunista y se dedicó a compartir la militancia con la escritura. Al publicarse Kanikosen Kobayashi ganó una popularidad instantánea que llamó la atención de la policía. La novela pronto tuvo una adaptación teatral con el título Al norte de los 50 de latitud norte. El joven Kobayashi publicó después un ensayo, El terrateniente, que motivó su despido del banco. Vigilado por la policía, fue arrestado bajo la acusación de financiar el PC. Fue dejado en libertad por un tiempo corto. Dos años después fue detenido nuevamente. Consiguió salir con una fianza. Pero en 1933 intervino clandestino en una reunión del PC y, alcahueteado por un espía, fue arrestado otra vez. Desnudo, expuesto al frío del invierno, fue apaleado. Cuando la policía lo entregó a un hospital a las 7.45 del día siguiente estaba muerto. Había fallecido de un ataque al corazón, declaró la policía. Los hospitales, por miedo, rehusaron hacer su autopsia. Una nota incluida por su editor estadounidense en su primera edición en lengua inglesa apenas meses después de su asesinato informa que ?en su cuello había moretones causados por una cuerda afilada. En las muñecas, una de las cuales estaba rota, quedaban las marcas de las esposas. Toda la espalda abrasada y, desde las rodillas a las ingles, la carne estaba hinchada y púrpura a causa de las hemorragias internas. 

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16 de julio de 2010
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Leonardo Valencia en Lima

Leonardo Valencia entrevistando a Julio Ramón Ribeyro El próximo jueves 20 de julio se inicia la FIL LIMA 2010, con Ecuador como país invitado de honor, esta vez en una sede inédita en Jesús María. Todos tenemos los dedos cruzados para que le vaya a la FIL bien en una sede tan extraña. Entre las presentaciones de autores, una que no puedo dejar de recomendar es la de Leonardo Valencia. Leonardo vivió en Lima durante unos años, donde escribió su libro de cuentos La luna nómada y su primera novela, El desterrado. Luego ha publicado en España El libro flotante de Caytran Dölphin (2008) y en Argentina Kazbek (Eterna Cadencia, 2009). Elegido como uno de los dos ecuatorianos en la lista de Bogotá39 (la otra es Gabriela Alemán, quien también vendrá a la FIL), actualmente vive en Barcelona. Lo entrevistan en El Peruano:

¿Cómo mezcla usted el cosmopolitismo muy marcado con la nostalgia del exilio en sus novelas??No me considero un exiliado nostálgico. Yo elegí marcharme. Nadie se marcha por completo y mucha gente, aunque se queda en su país, parece no vivir en él. Lo que escribo transcurre entre mi país y el resto del mundo con muchos vasos comunicantes entre sí.Sus ensayos reflexionan sobre los clásicos de la literatura ecuatoriana. ¿Cómo encuentra la escena actual de su país??Hay una producción y una internacionalización mayor. Curiosamente, este rigor lo encuentro entre quienes han superado lo que yo llamé en un libro ?el síndrome de Falcón?, ese deseo voluntarioso de hacer literatura que represente al país, como quien pinta estampitas patrióticas. Justo cuando estábamos superando esto, empezamos a tener la injerencia del gobierno donde a la crítica al país  se la pone al margen. Eso sí, no ha podido con los periodistas y su labor crítica.¿Cómo evalúa el resultado de la antología de cuento McOndo, en la que usted participó hace década y media? ¿Se trató del manifiesto de una generación??Nunca fue un manifiesto, simplemente invitaron a varios autores. Yo, al menos, nunca supe que el propósito de la antología era hacer una declaración de intenciones, pero también es cierto que fue una antología reveladora de lo que ha venido después.¿Cómo surgió y cómo resultó su proyecto en internet alrededor de su novela El libro flotante de Caytran Dölphin??Cuando casi tenía concluida la novela, me di cuenta de que se podría expandir con un libro paralelo en internet. La web www.libroflotante.net recurriría al mismo procedimiento del narrador de la novela, la distorsión y el plagio creativo. Me animaba la idea de que los lectores pudieran rebatir la versión del narrador protagonista. A fin de cuentas, si hay un único narrador, solo hay una historia, la que él defiende.

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16 de julio de 2010
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Risa estival

Quizá porque lo leí por primera vez en un mes de julio de mi juventud, asocio ‘Tres tristes tigres' con el verano y este verano de nuevo reaparece (que no resucita, pues nunca ha estado muerta) la novela de Cabrera Infante, gracias a la excelente edición crítica que han hecho los profesores y estudiosos de la literatura latinoamericana Nivia Montenegro y Enrico Mario Santí, dentro de la colección Letras Hispánicas de Cátedra. El concepto de "edición crítica" puede arredrar a quien sólo busca en los libros la lectura y no la glosa de un texto. No hay que tener ese temor en esta ocasión. ‘Tres tristes tigres' sigue manteniendo en las casi 700 páginas de la nueva publicación su empuje cómico, su deslumbrante fusión del guiño a la alta cultura y el uso de las formas musicales y fílmicas más populares, sus personajes memorables y sus hallazgos verbales, algunos de los cuales se traducen en figuras como el bandido Bilis the Kid, el historiador Tito Lívido, el navegante Américo Prepucio, los filósofos Duns Escroto y Ortega und Gasset, la reina egipcia Nefritis o el potente conquistador Alejandro el Glande.

     Pasados cinco años del fallecimiento en Londres del gran autor cubano, han salido libros nuevos y póstumos de Cabrera Infante, y el Círculo de Lectores pronto empezará a editar la serie de volúmenes de sus Obras Completas, pero ‘Tres tristes tigres' revalida su vigencia como un clásico indiscutible de la literatura en lengua castellana. Apareció en 1967, el mismo año de ‘Cien años de soledad', y ambos libros, aun no teniendo nada en común sus autores, habrían de ser, junto con ‘La ciudad y los perros' de Vargas Llosa, los títulos esenciales en esa refundación de la novela contemporánea que se dio en llamar ‘boom'.

     Montenegro y Santí anotan y prologan el texto de Guillermo Cabrera sin exceso erudito, con iluminaciones muy de agradecer (sobre todo en lo que respecta a la riquísima jerga habanera), y añaden unos apéndices de gran utilidad, que incluyen la lista de los cortes de la censura franquista a la primera edición de Seix Barral y un conjunto de croquis de La Habana que servirán al lector  -incluso al que, como yo, sólo conozca la capital cubana a través de los libros- de mapa del tesoro lingüístico y sentimental que esconde ‘Tres tristes tigres'. También recomponen minuciosamente las fases de escritura, los tropiezos legales y la recepción que tuvo la novela desde su aparición, brindando además la traducción de un hasta ahora inédito en español ‘Epílogo para lectores latentes (o tardíos)' que el autor escribió para la traducción inglesa de ‘Tres tristes tigres'. En ese texto, Cabrera Infante se revela como un brillante adivino, ya que en 1972 anticipa que su ciudad, sus gentes y la lengua reflejada por el libro estaban condenadas "por la Revolución a desvanecerse en virtud de una inmediata catástrofe judicial. Un pueblo locuaz reducido al laconismo". Releída ahora, con todo, ‘Tres tristes tigres' es mucho más que esa "galería de voces" o "museo del habla cubana" de que habla Cabrera. Supone la fructífera permanencia de una forma de crear ficción inventiva, aguda y altamente divertida en la que ni el tiempo ni las dictaduras han hecho mella.

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16 de julio de 2010
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Función de la filosofía y concepto de universidad

En el texto que precede reivindicaba la concepción de la Universidad como tribunal de la razón cuya existencia independiente sería prueba del grado de salud alcanzado por la sociedad en la que la   institución se inscribe. Y evocaba al respecto el "Conflicto de las Facultades", texto en el que Kant sostiene que el Departamento de Filosofía ha de constituir una entidad administrativa como las demás en el entramado de la institución y sin embargo "toda la Universidad". La justificación de este privilegio reside en que la Filosofía, además de responder a específicas modalidades de los planteamientos de la Razón, integra asimismo aquello que de auténticamente universal  hay en los interrogantes de las disciplinas particulares.

Pues las cuestiones elementales que la Filosofía plantea y que, reitero, "a todos conciernen", son la auténtica matriz, tanto de la disposición espiritual que conduce a la ciencia como de la que conduce a la exigencia artística. La matemática, la reflexión musical, o la física teórica, encuentran en la filosofía un auténtico punto de convergencia, una "unidad focal de significación", según la formulación aristotélica. En  ausencia de esta última, las disciplinas particulares quedan privadas de significación, es decir  reducidas a la insignificancia. No otra cosa indicaba Descartes, cuando añadía a sus trabajos científicos ese prólogo reivindicador de la unidad de la razón   conocido como Discurso del Método. Cierto es que la distribución del saber está hecho de tal forma que los lectores de Descartes, o bien son especialistas en algún retazo del contenido científico, o bien son especialistas en el prólogo (estos últimos son precisamente los formados en la facultad de filosofía) Extraña quiebra que Descartes viviría como auténtica mutilación, pero que no escandaliza a los voceros culturales ni a los  responsables de nuestra formación [1]


[1]

Expresión tristemente ejemplar de esta situación es lo que hace unos años pasaba con la matemática (afortunadamente ya no es así). Pues se introducía a los niños en esta disciplina mediante la Teoría de Conjuntos, sin explicarles nunca cuál era la función quizás primordial de la misma, filosófica dónde las haya. Pues Georg Cantor, el fundador de la misma, pretendía ante todo disponer de un arma para abordar el problema esencialmente filosófico del infinito. Y cabe obviamente hacer matemáticas sin teoría formalizada de conjuntos, mientras que es imposible sin ella abordar con rigor "ese delicado laberinto" que, al decir de Borges, constituye la cuestión del infinito.

 

 

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16 de julio de 2010
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La exclusión, la verdadera contrarrevolución

El término ?revolucionario? tiene en la Cuba actual un significado bien distinto al que encontraríamos en cualquier diccionario de la lengua española. Para merecer semejante epíteto basta con mostrar más conformismo que sentido crítico, optar por la obediencia en lugar de la rebeldía, apoyar lo viejo antes que lo nuevo. Para ser considerado un hombre de la causa se requiere administrar el silencio convenientemente y ver desfilar arbitrariedades y excesos sin señalar a los más altos responsables. Aquella palabra que una vez hizo pensar en rupturas y transformaciones ha involucionado hasta convertirse en un mero sinónimo de ?reaccionario?. Paradójicamente, quienes creen salvaguardar la esencia  de la ?revolución? son precisamente los que muestran un mayor inmovilismo político y promueven ?con más ojeriza- el castigo a los reformistas. Tales mutaciones semánticas las aprendió a fuerza de sufrirlas Esteban Morales, quien hasta hace poco gozaba del privilegio de aparecer -en vivo- frente a los micrófonos televisivos. Militante del Partido Comunista, académico y especialista en temas relacionados con Estados Unidos, tuvo la peligrosa ocurrencia de escribir un artículo contra la corrupción. Sus cuestionamientos no estaban dirigidos principalmente al desvío de recursos de cada día, ese que hace a muchas familias cubanas poder llegar a fin de mes, sino a la descomposición ética que se ha instalado más arriba, en los estamentos del poder, donde se malversa a manos llenas. Tuvo la desafortunada ocurrencia de poner por escrito que ?hay gentes en posiciones de gobierno y estatal, que se están apalancando financieramente, para cuando la Revolución se caiga?. Aunque se trata de una conclusión a la que se arriba con sólo mirar el grueso cuello de los gerentes, los lustrosos  autos Geely de los funcionarios de la corporación CIMEX o la altas verjas que rodean las casas de los jerarcas comerciales, Morales consumó la osadía de señalarlo desde dentro del propio sistema. Imbuido por las convocatorias a la crítica constructiva, a llamar las cosas por su nombre y a hablar a camisa quitada, Esteban Morales creyó que su texto sería leído como la sana preocupación de quien quiere salvar el proceso. Olvidó que otros con similares intenciones ya habían sido etiquetados como fraccionarios, manipulados desde afuera, adictos a las mieles del poder y desviados ideológicos. Por menos que eso han perdido su empleo periodistas, su plaza en la universidad estudiantes y han sido estigmatizados economistas, abogados y hasta agrónomos. Una vez sancionado con la separación indefinida de su núcleo del PCC, el otrora confiable profesor ha comenzado un camino que bien sabemos dónde comienza pero no dónde termina. La experiencia dice que nunca se desanda en sentido contrario la ruta del sancionado. Los defenestrados terminan por percatarse de que aquellos a quienes ellos consideraban el ?enemigo?, pudieron ser alguna vez personas imbuidas de la acepción primigenia del vocablo ?revolución?.

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16 de julio de 2010
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Bryce en España

Alfredo Bryce Echenique acompañado de Daniel Mordzinski ?Nunca está de más conocer el sabor ingrato de la patria? dice Alfredo Bryce Echenique en una entrevista en El Cultural. El narrador peruano habla de la relación difícil que ha ocurrido con el Perú luego de que saltó a los diarios el tema -muy mediáticamente tratado, pero sin mayor profundidad- del plagio. Al respecto, dice Bryce:

Pues esto es lo que se llama exactamente la ingratitud de la patria. Te odian porque bebes tus negronis en el Country Club y conduces un Mini Cooper con asientos de cuero de cerdo de bellota y le negaste la máxima condecoración a Fujimori y tú sigues libre y él, pues? Y te odian sobre todo cuando ganas uno de esos juicios de plagio o porque, humorista hasta la muerte, citas a Borges, a pesar de que ganas tu juicio: ?El plagio es un homenaje?. Entonces te abren otro juicio pero sin siquiera avisarte. Claro que pierdes pero entonces tu abogado apela al Tribunal Constitucional y te odian más, siempre los ex fujimoristas y la prensa del odio como noticia diaria. En cambio, la gente de la calle no te deja pagar una cuenta ni en el mejor restaurante. Ayer me pasó, sí, comida y cena. Pero, en fin, lo mío no es nada al lado de quien siempre estuvo a mi lado: a Vargas Llosa lo acusaron de trata de blancas? Conservo su carta y me siento un enano al lado de él, créame: la eterna ingratitud de la patria: Lo malo y lo bueno, claro, es que la patria mía está también en Grecia o en la Italia en que empecé a escribir. O en Cartagena de Indias, donde Gabo me invitó al cine que tiene en su casa, con butacas de platea y todo, y al irte te dice, desmemoriado como anda: ?Peruano, no sólo te sigo queriendo sino que te sigo leyendo?? y Cochabamba, Bolivia, luego, Puerto Rico enseguida? And so far?  

Luego, hablará de La esposa del rey de las curvas, el libro de cuentos que ha publicado en España (editorial Anagrama) inspirado en algunas imágenes de su pubertad. Dice respecto al libro:

Hay mucho de autobiográfico en los relatos de La esposa del Rey de las Curvas? - Definitivamente mi mamá jamás estuvo casada con el rey de las curvas (un famoso automovilista peruano), más bien sí con el rey del Banco Internacional del Perú, que también fue sumamente curvilíneo en la historia del Perú, pero que hoy, ya multinacional, por fin, se llama Interbank y no me aceptaría a mí ni de portero. Sí, pero ¿cómo nació la historia que da título al volumen, de verdad no se soñó jamás el hijo ?del rey de las curvas??  -En mi primer libro de cuentos, Huerto cerrado, hay un relato que todos han considerado hasta hoy profundamente autobiográfico y que se llama ?Yo soy el rey?. Lo malo, en este caso, es que transcurre en un burdel de quinta categoría. Pero como le dije que dijo Graham Greene: ?Los personajes empiezan a hacer y decir lo que les da la gana?. ¿Tampoco le ha prestado nada al protagonista de ?Un viaje corto y final?, ni siquiera su visión de la revolución cubana? -Este cuento, le juro, nació de mi necesidad de inventarle un relato a mi familia para no tenerlos que llevar donde ?De ayer ya nada queda, ni el canto de sirenas?? ¿Qué sueños le quedan del autor que emigró en su juventud a París, y qué certezas ha tenido que ir cambiando con el tiempo y los desengaños? -Sigo emigrando en mi juventud aunque ahora a muchos otros sitios, además de París, pero nunca he tenido certezas porque mi vida se basó siempre en los amigos y no en las certezas. Y lo escribí en No me esperen en abril: ?A los amigos hay que perdonarles todo, aunque joda?. Menos a uno que no me jodió nada y entonces para qué perdonarle nada tampoco? 

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16 de julio de 2010
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