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III. Todos los libros

Pero regreso a la frase sobre la puerta, tan libertaria y tan plural en todos los sentidos.  Aquel que sólo lee en un solo libro, o se ocupa siempre del mismo libro con exclusividad, es de temer. El pensamiento único, con todas sus intransigencias, proviene siempre de la lectura de los libros únicos. Los siglos se oscurecen, el debate crítico, esencial al progreso del género humano, no respira, la duda no crece, y si no existe la duda, y el derecho de dudar es negado por los tribunales que juzgan los pecados de la conciencia, el fanatismo se apodera de las mentes. Recordemos las escuelas islámicas fundamentalistas donde sólo se estudia el Corán hasta aprenderlo de memoria, letra por letra, o a las sectas talmúdicas judaicas, no menos intransigentes y cerradas. Temed a los hombres de un solo libro. Esto lo pudo haber escrito Voltaire, más que Santo Tomás.

Algunos piensan, sin embargo, que Santo Tomás, lejos de promover la lectura múltiple para enriquecer el espíritu, con su frase estaba más bien previniendo que aquellos hombres de un solo libro son de temer porque están mejor armados para el combate en defensa de su fe. Es decir, son de respetar. Lo que vendría a resultar un tributo al pensamiento único, más que una crítica.

No hay duda, sin embargo, que como filósofo de su época, Santo Tomás no fue un hombre de un libro único; leyó todo lo que había que leer para poder criticar el pensamiento ajeno, o decantarlo, y no tendríamos por qué culparlo de que su pensamiento haya pasado a ser inamovible y cerrado por tantos siglos. ¿Podríamos culpar a Marx de haber engendrado sistemas políticos como los llamados del socialismo real, o los del socialismo del siglo veintiuno?

            Hoy en día, igual que en el pasado, quienes se apoderan de un libro único y lo enarbolan como escudo, y peor si en lugar de un libro se trata de un manual, son los que alegan la potestad de ser dueños del pensamiento único, y niegan a otros el derecho de pensar de manera diferente. La diversidad, la pluralidad, están en la esencia del humanismo proclamado por los próceres libertarios del siglo de las luces. Un solo libro en la cabeza, es la barbarie. De los libros únicos nace el fanatismo, y nacen las hogueras, y los paredones de fusilamiento.

            Temamos, entonces, al hombre de un solo libro.

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14 de julio de 2010
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Las personas buenas

Las buenas personas fueron la base de nuestra paz. Ahora parece que ese tipo de gentes se han quedado ociosas u obsoletas y a día tras día cuesta tropezar con este género de la especie humana de cuya bondad derivaba una bonanza  social. Las buenas personas eran además, dentro y fuera de la familia, un resguardo de seguridad y felicidad.

Podía confiarse en las buenas personas como soportes. Soportes y pilares ejemplares a través de cuya admiración por los demás servía de contagio y emulación para otros.

Esos pilares actuaban, además, con la mayor naturalidad y era precisamente su real benevolencia, su fácil capacidad de perdón y su asistencia en la adversidad la que decidía el bienestar colectivo de los pueblos. No era necesario que numéricamente fueran muchas pero eran relativamente tantas que hoy nos parecerían un insólito batallón.  Tías, antiguas compañeras, primas... casi siempre las buenas personas coincidían con ser mujeres pero también había algunos y principales hombres buenos que en ocasiones cumplían como alcaldes. Más notarios, médicos o abogados que nos ayudaban generosamente y nos asesoraban bien. La pérdida o la fuerte reducción de las buenas personas ha dejado por tanto al grupo social enflaquecido o deshilvanado porque estas gentes en las que convergían muchos actuaban como una hilación  afectuosa dentro de cuyo círculo  vivíamos más confiados y liberados de este temor crónico que se esconde en cada relación. 

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14 de julio de 2010
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Novela y verdad

Aunque a Sarkozy le gustan más las estrellas del pop que los intelectuales, su presidencia está saliéndonos de lo más literario. Yasmina Reza le convirtió en prematuro personaje literario en su narración ?Le matin le soir la nuit?. El gran pasticheur de la literatura francesa que es Patrick Rambaud ha escrito ya tres libros de crónicas jocosas sobre ?le roi Nicolas?. Descontando además la riada de libros y ensayos a favor y en contra que ha suscitado su todavía breve reinado. Pero el golpe literario del sarkozato lo ha proporcionado la vida, que siempre es más rica que la literatura, y nos ha trenzado como hacía Honoré de Balzac un novelón de dinero, poder, corrupción política y jueces alrededor de una herencia multimillonaria.

Italia produce siempre historias de mafiosos. En las Españas solemos tropezar con esos personajes listísimos que se buscan la vida como nadie, sean el Bigotes o Millet, Camps o De la Rosa, salidos todos de la picaresca. Francia, en cambio, la dulce y civilizada Francia, es elegante y culta incluso en sus historias más negras de corrupción y dinero. Lo ha contado Jacques Julliard en Le Nouvel Observateur con elegante prosa periodística y acerada precisión de analista: ?Es en el momento en que la historia real toma la forma de la novela vivida cuando más se acerca a la verdad?. Su diagnóstico de raíz balzaciana no puede ser más preciso sobre "esta solidaridad universal entre el dinero a lo grande (le Gros Argent) y el Poder, que siguen siendo con Sarkozy, como lo fue con Luis Philippe, el alfa y omega del sistema". Ahí va pues un argumento adicional para quienes niegan el pan y la sal a la invención literaria en nombre de la calidad intrínseca de la novela de la vida y de la exigencia periodística de contarla sin adornos. De momento, no hay que perderse ni un episodio de la herencia Bettencourt y de las sacudidas que el terremoto está produciendo en los cimientos de la República sarkozyana. (Enlaces: con Mediapart, el site de Internet que está revelando los detalles más importantes del escándalo y que ya ha sido designado como culpable por los principales implicados; y con el artículo de Jacques Julliard donde nos da todas las referencias balzacianas, y algunas más, relacionadas con el escándalo Bettencourt).

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14 de julio de 2010
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SEÑALES QUE PRECEDERAN AL FIN DEL MUNDO por Yuri Herrera

RESEÑAS SIN PLUMAS Luis Hernán Castañeda ?¿Vas a cruzar??              ?Estoy muerta, se dijo Makina?: así empieza la historia, que ofrece desde su primera escena una poderosa imagen sobre la relación entre el cambio y la permanencia ?su coexistencia, su simultaneidad. Makina, la joven y dura heroína que protagoniza ?Señales que precederán al fin del mundo?, brinca como un felino y se salva de ser tragada por la tierra durante un evento de ?locura telúrica?, mezcla enrarecida de terremoto y hundimiento de suelo que desaparece sectores enteros de la Ciudadcita en un santiamén, subrayando así, a través de la fragilidad radical del instante ?su peligrosidad a punto de derrumbe? una multisecular historia de abusos, expoliaciones y violencia contra los seres humanos y su hábitat. La razón de la locura telúrica es tanto humana como subterránea y, al tiempo que se muestra a pleno sol en las relaciones sociales y económicas, se esconde en canales profundos como lombrices de la muerte: el hecho irreparable, que vincula lo natural y lo moral a través del lirismo áspero, discreto y enternecido, de la prosa de Yuri Herrera, es que ?la Ciudadcita está cosida a tiros y túneles horadados por cinco siglos de voracidad platera?.              La Ciudadcita, urbe imaginaria por la que Makina pasa en su camino hacia el norte, es un lugar dinámico sometido a transformaciones imprevisibles y rotundas: una ciudad en reacomodo violento, relampagueante, siempre al borde del descalabro que todo lo cambia. Algo así les sucede a los personajes de esta novela, cuyas identidades son presa de accidentes y terremotos que hacen su trabajo y, también, cumplen con el rol de los humanos: destruyen y reedifican, arrancan lo de aquí y lo transplantan por allá. La segunda obra del escritor mexicano Yuri Herrera tiene una trama simple y prístina, imbuida de una actualidad político-cultural punzante, a la vez sólidamente enraizada en la tradición literaria de su país y portadora de resonancias míticas. Makina es empleada de una centralita telefónica en un pueblo que no se nombra, situado en un México transfigurado por un tamiz ficcional con eficaz pretensión de autonomía; Makina, una mujer con una misión, debe cruzar la frontera y llegar a los Estados Unidos para traer de vuelta a su hermano perdido, que viajó al país del norte ilusionado por la promesa de un terrenito ?triste aventura del desencanto? y dejando en su tierra natal a su hermana y a su madre, la Cora. Tras entrevistarse con los ?duros?, tres capos cuyas misteriosas iniciales ?los señores Hache, Dobleú y Q? gatillan el mundo de referencias de las películas de acción y pelea (y por qué no también, el de los videojuegos y sus ?bosses?), Makina logra emprender su viaje terrestre con el deseo implacable, la pasión única, de volver con su hermano para cumplir los anhelos de la Cora. En su camino sorteará ríos, tiroteos, persecuciones, largas caminatas y soledades desconocidas, que la llevarán a descubrir la peculiar ambigüedad de la frontera, auténtica galaxia con sus leyes propias. ?Su madre la Cora la había llamado y le había dicho Vaya, lleve este papel a su hermano, no me gusta mandarla, muchacha, pero a quién se lo voy a confiar ¿a un hombre? Luego la abrazó y la tuvo ahí, en su regazo, sin dramatismo ni lágrimas, nomás porque eso es lo que hacía la Cora: aunque uno estuviera a dos pasos de ella era siempre como estar en su regazo, entre sus tetas morenas, a la sombra de su cuello ancho y gordo, bastaba que a uno le dirigiera la palabra para sentirse guarecido. Y le había dicho vaya a la Ciudadcita, acérquese a los duros, ofrézcales servirles, yái que le echen la mano con el viaje?. La ambigüedad de la frontera está en su carácter abierto y cerrado al mismo tiempo, en su condición de lugar híbrido de tránsitos infinitos que, sin embargo, no deja de proponer, en su momento sombrío y epifánico, la guadaña que separa el ?aquí? del ?allá?, el ?nosotros? de los ?otros?, con virulencia de bloques compactos. En otras palabras, la frontera puede ser el paraíso azaroso, tornasolado, de la sutileza de lo indefinido y lo proteico ?rasgos sugeridos por la pluma refinada, sensitiva de Herrera?, pero es también el puente sin retorno, la cárcel donde triunfan los límites y las limitaciones, las desigualdades, las jerarquías. En el mundo de la frontera es posible experimentar, con los ojos del observador cultural y en la carne propia del viajero, los avatares de lo gris, aquella utopía de creación sin ataduras que, cuando menos uno lo espera, depara el ?cruce? al otro lado, aquel umbral definitivo que divide el cosmos entre propios y extraños, revelando la calamidad de las diferencias y vociferando, en el alma del forastero, la aguda ?terrible, súbita, tal vez gozosa, como un terremoto? conciencia de la extranjería. El universo ficcional de ?Señales que precederán al fin del mundo? no es un espacio, es una travesía con dos alternativas: por un lado, el suave deslizamiento; por otro, el cruce, el salto mortal. Aquí los lugares y los personajes, lo interior y lo exterior, la trama y la estructura, la lengua misma, se desplazan y mutan, se fugan de sí mismos, son irreconocibles en su familiaridad, porque el fundamento sobre el cual están edificados es una cámara de túneles, pasajes, caminos bajo tierra: se está siempre ?al otro lado?. La imagen convocada es la de una zona porosa regida por las dinámicas enfrentadas de la creación de una cultura nueva, fruto de múltiples influencias, y la violencia más sórdida, esa que divide, deshumaniza, alteriza, y que en la frontera golpea con fuerza. Uno de los temás más ásperos de la novela es el dolor de quien se ve reflejado y deformado en la pupila ajena, temerosa y atrincherada en certezas que son prejuicios y estereotipos, de aquellos que se consideran principio absoluto del universo todo. Makina, pese a ser tan joven, es sensible y perceptiva, de manera que el lector obtiene un sustancioso registro de una experiencia de viaje que incluye el autoanálisis de las emociones y la observación precisa del entorno, observación muchas veces deslumbrada, lúdica, irónica, de las costumbres norteamericanas y de la inserción de lo mexicano en tierras no demasiado extrañas. ?La ciudad era un arreglo nervioso de partículas de cemento y pintura amarilla?:  Una vez que Makina, una bala encajada en su cuerpo, logra cruzar el río y entrar a Estados Unidos por primera vez, se pasea por calles que le dejan un sabor a desolación, preguntando siempre por su hermano sin tener otra brújula que sus caminatas sin rumbo. Mientras tanto, va recogiendo sus impresiones, hace una ?relación? como podría hacerla un recién llegado al Nuevo Mundo en el siglo XVI. Por ejemplo, le llama la atención, como algo nuevo, la intimidad existente entre la tristeza y el consumismo en las tiendas y los supermercados; constata, además, la omnipresencia silenciosa o silenciada de los suyos, dedicados en su mayor parte a trabajos pesados que los retienen en las calles ??en las esquinas, en los andamios, en la banqueta??, expuestos pero invisibles como un decorado, que sin embargo logra adquirir relieve en ciertas cuñas, como la comida mexicana. Makina avanza y obtiene la ayuda de sus compatriotas, a quienes percibe iguales a los residentes del otro lado, aunque más opacos, taciturnos. La colaboración entre compatriotas asume la cara positiva de la solidaridad, pero también produce asociaciones ilícitas, usos verticales del otro, riesgos de alto precio: el modo en que Makina ha logrado el beneplácito de los ?duros? de la Ciudadcita para cruzar ha sido comprometiéndose a pasar un paquete, cuyo contenido no se aclara, pero que le permite conectarse con un submundo delincuencial de negocios fronterizos. De modo singular y bastante perspicaz, el lugar donde Makina entrega su paquete no es la sórdida cueva de los criminales, sino un luminoso estadio de béisbol cuya descripción, bellamente estetizada por la sorpresa y la admiración de la viajera que ingresa en él, nos sugiere la profunda complicidad entre la legalidad y la ilegidad, lo abierto y lo clandestino, el aquí y el allá del negocio en cuestión, que invoca además la imagen inicial de la explotación minera: ?Al fondo, de súbito se le vino encima una hondonada de hermosuras rivales: la sima un inmenso diamante verde que ondulaba en su propio reflejo; arriba, abrazándolo, decenas de miles de asientos negros plegados, como un cerro de obsidiana erizado de pedernales, reluciente y afilado?. La voz del narrador en tercera persona es comprensiva y parca, aunque firme en sus convicciones. Por un lado, nos cuenta una historia situada en un ámbito complejo y extremo, reconociéndole estas características sin realizar juicios maniqueos; por otra parte, sin desatender el desarrollo de la narración y el impacto de los hechos en la conciencia de Makina, cuya perspectiva es la dominante, se juzga a través de dicha atención la crueldad imperante en el medio y se postula, no únicamente a través de la afirmación tajante y lírica sino, en especial, mediante la meta-realización de un proyecto lingüístico-estilístico, una encarnación deseable para el mundo de la frontera, un futuro que podría ser construido gracias a las mismas fuerzas en conflicto que hacen de la frontera un espacio complejo y extremo, tanto en su violencia como en sus posibilidades creativas y recreadoras. La frontera que el narrador imagina no es la realidad disociada y terrible que ofrece la novela. Hay una vocación de armonía y síntesis en la voz del narrador, en sus palabras. El mismo personaje de Makina descubre, en su construcción mixta, esa vocación. Makina y su hermano recogen, sin duda, los ecos dejados por los pasos de un célebre peregrino de la novelística mexicana, quien como ellos persigue la reunión familiar y vive rodeado por muertos en vida: Juan Preciado, el hijo que busca a su padre en ?Pedro Páramo?. Makina busca a su hermano, él busca una parcela de tierra, como Preciado. Pero, además de ello, en su búsqueda Makina se comporta como una férrea heroína extraída del cine de acción, o de artes marciales: su destreza física, su resistencia al dolor, la fortaleza de su espíritu, su pasión única, remiten, por citar un ejemplo, a Beatrix Kiddo, la protagonista de la cinta ?Kill Bill? de Tarantino. Así, los referentes literarios y cinematográficos, mexicanos y norteamericanos, clásicos y contemporáneos, conviven, dialogan, se enriquecen mutuamente, se trenzan en la construcción de Makina.     Una lógica análoga es la que se presenta, en el plano lingüístico, cuando la novela reflexiona sobre la aventura cultural de los migrantes mexicanos y los chicanos y, autorreflexivamente, sobre la propia variante del español en que ella está escrita, una síntesis de lirismo y coloquialismo, de mexicanismos y neologismos; en el crisol de un estilo que armoniza la tradición y la creación, lo ?paisano? (lo mexicano) y lo ?gabacho? (lo norteamericano), se pone en escena el gran proyecto híbrido que desencadenan todos los hablantes transplantados ?la posibilidad de inclusión es central: no se alude sólo a los mexicanos (tal vez, ni siquiera sólo a los hispanohablantes)?, y que está esbozado en las siguientes líneas: ?Más que un punto medio entre lo paisano y lo gabacho su lengua es una franja difusa entre lo que desaparece y lo que no ha nacido. Pero no una hecatombe. Makina no percibe en su lengua ninguna ausencia súbita sino una metamorfosis sagaz, una mudanza en defensa propia. Pueden estar hablando en perfecta lengua latina y sin prevenir a nadie empiezan a hablar en perfecta lengua gabacha y así pueden mantenerse, entre cosa que se cree perfecta y cosa que se cree perfecta, transfigurándose entre dos animales hasta que por descuido o por clarísima intención de pronto dejan de alternar lenguas y hablan en esa otra. En ella brota la nostalgia de la tierra que dejaron o no conocieron, cuando usan las palabras con las que se nombran objetos; las acciones las mientan usando un verbo gabacho que es ejecutado a la manera latina, con la colita sonora de allá?. La presencia de Rulfo se manifiesta de otro modo. Si en ?Pedro Páramo? encontramos una estilización lírica de ciertas formas del habla popular mexicana, después de leer a Herrera no cabe la menor duda de que su proyecto lingüístico discurre por el mismo sendero. No hay aquí una intención de representar con fidelidad un determinado dialecto, porque la mímesis léxica tiende  hacia el interior, no hacia lo exterior: un ejemplo claro tendría que ser la palabra ?jarchar?, usada de manera consistente con el significado de ?salir? o ?marcharse?. Por ejemplo, Makina se entrevista con uno de los ?duros?, y el narrador en tercera persona cuenta así su despedida: ?Dio las gracias, el señor Dobleú dio el de qué mi niña, y jarchó?. Es admirable la sonoridad de ?jarchar?, con su fuerza y su aspereza; ¿en qué lugar de México usarían ese verbo tan expresivo? Algunos días después de leer la novela, entro a un diccionario online y llego, por casualidad, a un foro de discusión donde otro lector de Yuri Herrera se pregunta por ?jarchar?, y da un paso que yo no di: le escribe al autor para preguntarle. La siguiente es su respuesta: ?Lo que trato de hacer es, sí, una mezcla de inclusión de lenguaje popular con innovación. (?) Jarcha, jarchar, es una palabra que he derivado de la palabra que se usa para designar ciertos fragmentos de poemas escritos en el siglo XIII, que son el ejemplo más lejano de lo que luego sería el español, y que utilicé porque la palabra podía simbolizar algunas cosas importantes para mi novela: era una ?salida? del poema, era una voz femenina, era melancólica y, sobre todo, era una lengua en transición?.  La palabra ?jarchar? entraña, entonces, una muestra de hibridez entre lo extranjero y lo propio, entre lo arcaico y lo nuevo, entre el mundo y el texto. De manera que ?jarchar? no es un caso de mímesis léxica sino de renovación con un pie en el pasado más remoto de la tradición de la lengua, y el otro en un presente de transición, de contacto cultural y de intercambio lingüístico: la lengua ?gabacha? y la lengua ?latina?. La ?jarcha?, la canción final con que cierran sus composiciones los poetas andalusíes, es signo y testimonio de la historia en tránsito continuo, pero también es síntoma de batallas y asimetrías, de luchas por el reconocimiento y la prosperidad de un mundo nuevo. De alguna manera, el proyecto de ?Señales que precederán al fin del mundo? implica imaginar la posibilidad de lo que no existe aún, y como un segundo paso, anticipar variantes de su plasmación. No estamos ante una novela donde el lenguaje sea únicamente el instrumento para contar una historia: Yuri Herrera diseña una prosa inteligente, una lengua que pone en escena una aventura imaginaria y cultural, poética y política. Lo engañoso de la tersura y fluidez de su estilo está, precisamente, en enmascarar bajo un velo de facilidad el tremendo esfuerzo de la gestación.     Es curiosa la polisemia de ?jarchar?: significa, además de lo mencionado, acostarse con otra persona. El afecto y la separación, la unión y la ruptura, son, parece decirnos la novela, indesligables. La estación de los encuentros es la misma estación de las despedidas. Las fuerzas que mueven la trama de esta novela son la separación y la sed de reunión, la partida, el reencuentro, el desencuentro: un viaje que nunca se detiene. Un hermano se va, se pierde; una hermana deja a su madre para buscar a su carnal; una novia abandona a su novio, sin promesas de volver; la operadora de la centralita telefónica se aleja de su comunidad; dos personas que se atraen se cruzan sin tocarse; la maternal dueña de un restaurant ve desfilar un río de migrantes; los pasajeros de un autobús fantasmal se observan y desaparecen, sin despedirse, para nunca volverse a ver. No se estropea el final de la novela si se le revela al lector que Makina logra cumplir con su misión y, sin que sea contradictorio, también fracasa. Consigue ver a su hermano perdido, pero no lo encuentra, quizá porque todos nosotros somos irrecuperables: nuestras identidades del pasado han emprendido su viaje, aunque a veces consiga capturarlas, por breves instantes, la malla de la memoria. El reencuentro decepciona a los que soñaban con una fusión, una vuelta al territorio intacto de los recuerdos disfrazados de esperanzas. Makina aprende, en su entrevista con un espectro, que los otros nunca son ellos mismos, que hay un adiós camuflado en cada encuentro, sobre todo si hablamos de una historia de la frontera, la zona de todos los ?pasaderos?. Pasaderos y pasajeros son, y en realidad siempre lo fueron, los íntimos a los que creíamos permanentes y nuestros, sólo por contarlos en las filas de la familia; ella también se ve sometida y desgarrada por la ley implacable de la frontera. La misma Makina, devastada por la pérdida, tendrá que decirse adiós a sí misma, dejarse ir como a un fantasma de toda la vida. El maravilloso final ambiguo de la novela, su apretado manojo de sensaciones, transmite como pocos el peligro eufórico de los nuevos comienzos.

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13 de julio de 2010
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Éramos unos niños

 

Entre 1975 y 1978, Patti Smith sacó tres álbumes, Horses, Radio Ethiopia y Easter, que la situaron en un lugar envidiable en el grupo de privilegiados que parecían llamados a poner voz e imagen al último cuarto del siglo XX. En la España de la época, a las dificultades del trasvase entre idiomas se unió la desidia de unas discográficas sabedoras de que el producto se vendía sólo y no necesitaban cuidarlo, por ejemplo incluyendo en las solapas  las letras y no digamos las traducciones de esas canciones que se escuchaban en todas partes y que incluso se tarareaban a base de unir sonidos onomatopéyicos que imitaban más o menos lo que habían escrito los compositores. Gracias ello, la voz de los cantantes era como un instrumento más junto con las guitarras eléctricas, la percusión, el viento y los inventos tecnológicos que se impusieron en los estudios de grabación según se iban agotando las ideas y había que ocultar el silencio.

                En el caso de Patti Smith, su voz era ronca, a ratos algo desgarrada y sobre todo indescifrable (y cómo podría ser de otro modo si se trataba de la hija de un suburbio industrial de Chicago trasplantada a uno de los barrios más  bohemios e iconoclastas de Nueva York). Pero al mismo tiempo era extraordinariamente expresiva y por lo tanto capaz de suscitar sentimientos, crear estados de ánimo y provocar emociones. Lo cual, bien mirado, es lo que se espera de la música, ya sea un exabrupto punk o una sonata de Beethoven.

 De su imagen (luego sabríamos que cuidadosamente elaborada, destacaba una indumentaria que parecía recién rescatada  de los cubos de desperdicios del Savation Army,  el peinado a lo Keith Richards, los abalorios exóticos y,  sobre todo, la acentuación  de sus rasgos andróginos. A medida que aumentaba su popularidad también crecía su leyenda, estrechamente ligada a personajes tan míticos como Robert Mapplethorpe, Sam Shepard, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Andy Warhol, Bob Dylan o Bruce Springsteeen. Y ligada también a lugares no menos  míticos como el Hotel Chelsea, el Max´s o la Factoría. En su día, mencionar su círculo de amistades era como recitar una necrológica porque entre el alcohol, las drogas y los distintos excesos que propician la fama y el dinero ganado a espuertas, la lista de bajas era interminable, pues cada día caía alguien más. Hasta que un buen día ella misma desapareció y otro buen día reapareció, veinte años después, diciendo ser viuda y con dos hijos. También  decía tener graves problemas económicos y en cada entrevista se veía obligada a negar que fuera (cielos)  "la abuela del punk".

Curiosamente, y pese a lo que pueda decir esa leyenda que aún la persigue, según vas leyendo capítulos de su biografía, Éramos unos niños,  cada vez entiendes mejor cómo pudo salir incólume después de vivir tantos años en el ojo del huracán, muchas veces incluso durmiendo con él, como es el caso de su larga y muy provechosa relación sentimental con un desaforado como Mapplethorpe. Reducida a un esquema muy básico, su biografía coincide con la de millones de burguesitas que aterrizan en Nueva York con el sueño de hacerse artistas. Y este rasgo, entender el arte como un modo de vivir la vida (o lo que es lo mismo, como una profesión), es lo que la unió con todos cuantos tuvo una relación sentimental, y en definitiva, fue su tabla de salvación. "Hay artistas que reflejan la vida y otros que la transforman", insiste ella varias veces.  Y cuando sus  compañeros dejaban de crear y copiaban la vida, o lo que es peor, se copiaban a sí mismos, ella lo veía como un signo para seguir su camino.

Este podría ser su esquema: infancia clásica de una niña sensible e imaginativa que se asfixia en un medio familiar amoroso pero que la coarta. Embarazo adolescente, decisión de criar al niño y entrega de éste a una familia que lo cuide: remordimiento de por vida. Llegada a Nueva York y vida bohemia, con una progresiva introducción en los medios más creativos del momento. Por acompañar a  Mapplethhorpe, asedio a la Factoría para hacer méritos y ser recibidos en el círculo del divino Warhol. Clásico eclipse femenino a favor de la carrera del varón, hasta el extremo de que se pasa años trabajando en librerías  para que él pueda crear libre de cuidados. Pequeños escarceos amorosos mientras su compañero vive el volcánico descubrimiento de su homosexualidad, su fascinación por el sado  y sus escarceos con la prostitución propia. Y así hasta el final, en plena vorágine pero incólume, porque no se drogará nunca, ni cometerá ninguno de los excesos que son la norma en su cotidianidad. Y todo, me parece entender, porque su misión como artista le impedía entretenerse con jeringuillas y otras pasiones menores. No pretendo decir que un final a lo Janis Joplin sea el adecuado para una estrella del rock, pero sobrevivir a la propia leyenda es un ejercicio de estilo que llega cuando el cuerpo ya no tiene la elasticidad de antes, ni las ganas de vivir son las mismas, así como tampoco están los amigos de entonces ni el tiempo, por la razón que sea, tiene ya la calidez que solía.

 

Éramos unos niños

Patti Smith

Lumen

 

 

 

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13 de julio de 2010
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La inteligencia deportiva

La sabiduría es espontánea y natural. Puede surgir como fruto del estudio y de la reflexión, claro que sí, pero también de la mente tranquila y observadora de un trabajador manual o de un deportista, debidamente ejercitados en su trabajo físico. No hay que ver el magisterio de la mano o del cuerpo como cosas alejadas de la inteligencia, al contrario: en la coordinación entre mente y gesto es donde mejor se conforman las capacidades creativas y comprensivas del ser humano. Para ser excelente con la mano, como un artesano o un artista, o con el cuerpo entero, como un deportista, hay que serlo a la vez y además con la mente.

A veces esta inteligencia se expresa también en la palabra. El sabio lo es también en la palabra, en sus palabras sencillas pero claras y llenas de significado. Para Iniesta, La Roja es un equipo, sus seguidores es la afición y el trofeo ganado esa copilla. La historia, la trascendencia, los dioses quedan para otros, los glosadores, con las bocas llenas de palabras estentóreas y amontonadas. Si llega a saber el lío que se monta no marca el gol, ha dicho. Sin saberlo este futbolista excelente y magnífica persona ha marcado otro gol, pero esta vez en la portería de las limitaciones ópticas, comprensibles pero limitaciones, de muchos que le admiran y le aplauden. El fútbol tiene la virtud extraordinaria de que es todo y es nada: un gol, un instante de gloria. Si nos empeñamos, todo funciona en clave futbolística. Los líderes del G20 estuvieron más atentos en su reunión de Toronto a finales de junio cuando empezaban los primeros compases del campeonato que a una coordinación económica que ya sabían arruinada antes de viajar. Mejor se hubieran dedicado a trabajar en vez de demostrar su interés político por el fútbol. No olvidemos que Francia e Italia, imperios futbolísticos caídos, suscitan la chacota y la vergüenza, y que el presidente de la República llamó a consultas a los futbolistas y decidió hacerse cargo de la crisis de su selección. Cataluña pidió el sábado su Estatut entero, pero el domingo se añadió a la fiebre de La Roja, en un fin de semana cruzado de sentimientos que algunos, los más miopes y los más cínicos, han querido convertir en opuestos y contradictorios. Igual Zapatero también consigue rebañar en el cuenco de este trofeo. También los analistas geopolíticos han metido los dedos en este campeonato, y nos han explicado el mundo en clave de grandes cambios multipolares que han resultado totalmente falsos. Los países emergentes y la multipolaridad preceden en el fútbol a la realidad geopolítica. El verdadero cambio se producirá el día en que los asiáticos lleguen a semifinales y los africanos, con sus excelentes jugadores y equipos, sean también capaces de llegar a tener grandes selecciones. Mientras tanto, la declinante Europa se ha llevado los tres primeros puestos. Y esto tiene una explicación que está ya inscrita entre las sentencias clásicas del género: fútbol es fútbol y todo lo demás son fantasías. Los únicos que tienen al final el secreto de su significado son los jugadores inteligentes que saben hacer goles en los partidos más difíciles, como es el caso de Iniesta el pasado domingo. Por eso son los que después también mejor lo expresan espontáneamente en sus palabras.

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13 de julio de 2010
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Exámenes llamados finales y ojalá lo fueran

Tengo un amigo que insiste en dar clases en una Universidad de Barcelona, a pesar de que ya apenas hay razones para ello. Es un profesor vocacional, serio, respetuoso con el alumnado y que hace horas extras si es necesario ayudar a los chavales. Cada año, con motivo de los exámenes (único momento en que los alumnos están obligados a tener voz) me envía un ejemplo de cómo le va subiendo la tristeza. En esta ocasión le ha abrumado un modelo que todos los profesores conocemos: el cada vez más abundante individuo que no sólo es un mentecato y un vago, sino que encima está orgulloso de serlo.

Todos hemos copiado alguna vez, todos hemos hecho exámenes ridículos por ver si colaban, pero creo recordar que teníamos un cierto orgullo y si nos pillaban lo aceptábamos con sentido del humor, riéndonos de nosotros mismos. Lo novedoso es este sujeto que cree haber sido lesionado en sus derechos fundamentales. El agraviado profesional. Una creación reciente que sigue pautas aprendidas en la política real.

El intercambio tuvo lugar por mail, una vez el alumno (que no había aparecido por clase en todo el año) hubo constatado el suspenso. He respetado la sintaxis, pero he añadido los acentos porque me dolían los ojos.

 

PRIMER MENSAJE DEL ESTUDIANTE

Hola, soy XY y estoy matriculado en el grupo de Estética de mañanas. El examen final que hice considero que era aceptable y no entiendo la calificación de 3 sobre 10. Me gustaría saber el porqué, ya que las preguntas tenían una parte teórica y la otra de desarrollo personal donde podías expresar tu opinión.

Si es posible hacer un trabajo complementario o revisar el examen me gustaría saberlo.

Muchas gracias

 

RESPUESTA DEL PROFESOR

Buenos días. Las personas que no realizaron ningún parcial ni entregaron el trabajo escrito sobre un libro de la bibliografía tenían que tratar dos de los tres temas. En ningún momento dije que las preguntas tuvieran una parte teórica y otra de desarrollo personal donde se podía expresar una opinión.

En su trabajo, el tratamiento de ambos temas es deficiente, impreciso, con faltas de ortografía sorprendentes (verbo haber sin "h") y una gramática opaca: "El artista estará influenciado al determinar su forma y contenido, con unos rasgos estilísticos parecidos, el espíritu de la época y cultura".

Frases como: "El arte para los cristianos es la representación de la divinidad" son imprecisas. ¿Acaso el arte es distinto en otras religiones? "Se puede sacrificar la representación fiel de la naturaleza hasta ser inexpresivo y estético", es una frase incomprensible y además no tiene nada que ver con el tema.

La segunda pregunta tiene un tratamiento excesivamente breve e impreciso (el 20% del texto está tachado). Frases como: "El tiempo es intangible y eterno, lo que nos asegura el cambio y la evolución del arte" son abstrusas. "Ahora el arte persigue el movimiento", ¿acaso no lo hacía el arte barroco? ¿Y qué quiere decir que eso "implica la creación"?

 A estas alturas ya no es posible realizar ningún trabajo complementario que hubiera debido entregarse el día del examen final como fecha límite. Así lo hicieron otras personas que deseaban aumentar la nota.

 

SEGUNDO MENSAJE DEL ESTUDIANTE

La información a parte de compartirla al 100 por 100, está sacada íntegramente de internet. Si cree que es información deficiente, imprecisa, incomprensible y abstrusas es una opinión gratuita ya que está escrita por gente intelectual y con información contrastada.

Gracias

 

Lo que más tristeza le producía a mi amigo no era que el muy insensato dijera que lo había copiado todo de Internet (mal copiado, claro) sino la expresión "está escrita por gente intelectual y con información contrastada". ¡Gente intelectual! ¡Información contrastada! Y este menda acabará la carrera el año próximo...

 

 

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12 de julio de 2010
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Dioses cautivos

 Entre los rasgos divinos poco explicados, está el caso de las imágenes atadas para que no escaparan. La estatua de Dioniso en Quíos, la de Artemisa en Eritrea, y la de Afrodita en Esparta, tenían un gran prestigio porque era preciso sujetarlas con sogas y cadenas. Todo fue a causa de la introducción en escultura de la técnica del trépano, que permitía trasladar al mármol los modelos fabricados en arcilla o madera, y esculpir unas estatuas divinas nunca vistas. Una vez pulida y emplazada la pieza, el dios era invocado, y no tardaba nada en enviar su daimon para ocupar la efigie y recrearse en su belleza.

Pero entonces los dioses quedaban expuestos a la escasez de adoración, los celos, y otras desdichas propias de quien trabaja cara al público, porque mucha gente creía que ellos estaban allá para pedirles cosas, y a saber qué impertinencias tendrían que oír. Con todo, aunque deseaban retirarse, los dioses no se resolvían a abandonar sus bellas estatuas, y hacían por llevarlas consigo. Se les había extendido el ego al mármol. Eran como aquel señor que tenía el "moi étendu" y se metía en las cartas de madame de Sevigné. Desde luego, hubo que atar las estatuas.

También se llevó la variedad del dios enredado, consistente en recubrir la escultura con una red para que no saliera volando, y con esa traza recibía a las visitas Apolo en Delfos. Alrededor de la estatua, se construía un templo para impedir la fuga del dios enmarmorado.

 

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12 de julio de 2010
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El Boomeran(g)
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