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Franquistas en Bruselas

Camino de Davos, he aquí un ejercicio de imaginación retrospectiva inspirado en recientes acontecimientos que tienen como protagonista a la Unión Europea. Me ayuda en la inspiración la tradicional escasa presencia española en el Foro Económico Mundial, una especie de reminiscencia de nuestra olvidada época autárquica, de aquellos tiempos difíciles en los que las élites económicas y políticas permanecían casi enclaustradas porque el ancho mundo miraba con malos y despreciativos ojos a la España que había cultivado las amistades poco recomendables de Hitler y Mussolini y seguía empeñada en mantener la dictadura y el nacionalcatolicismo.

El ejercicio es muy sencillo. Consiste en imaginar qué sucedería ahora mismo en la Unión Europea con un régimen como el franquista en caso de que hubiera conseguido sobrevivirse a sí mismo y perpetuarse en sus impresentables e iliberales formas. La pirueta mental no es fácil, pero hay tantas experiencias de perpetuación de las dictaduras en nuestras inmediaciones, frecuentemente bajo forma dinástica, que podemos convenir en que también a nosotros nos pudo tocar este desgraciado vericueto de la historia. Tendríamos quizás un régimen de pluralismo limitado, con asociaciones políticas del Movimiento. Nos regiríamos por las Leyes Fundamentales, apenas ligeramente retocadas. Obreros y patronos seguirían organizados en un sindicato único. Quizás, en un arrebato de generosidad, el régimen habría permitido la creación de unas mancomunidades catalana y vasca, que habrían sido emuladas inmediatamente en su misérrima consistencia, por todas las viejas regiones. Todo siempre con el permiso y beneplácito previos de la autoridad gubernativa. ¿Qué podríamos imaginar de la Corona? Dos hipótesis. Una, su acomodación tranquila al franquismo perpetuado, al que el carácter moderado del monarca habría rendido multitud de servicios en la escena internacional. La segunda, quizás más bella y novelesca, en la que don Juan Carlos haría vida en Estoril con su familia, donde recibiría a los pocos e inconformistas demócratas radicales que quedarían fuera del sistema. Pero estamos todavía en los detalles sin importancia, en la escenografía. Vamos al meollo del asunto. Vistos los antecedentes parece claro que la Unión Europea, esta Unión Europea que realmente tenemos, no haría ascos del franquismo y estaría proporcionándole ventajas crecientes e incluso la adhesión plena. La legislación de prensa franquista no se diferencia en muchas cosas de la que ha implantado Hungría, coincidiendo con el inicio de su presidencia europea. Si el Caudillo estaba por encima de las leyes y de las instituciones, otro tanto sucede con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Los dictadfores son bienvenidos en Bruselas, y se les tiende las mejores alfombras rojas. Partidos que simpatizan con ideas de extremas derecha, al igual que la Falange del franquismo, ya han entrado en mayorías parlamentarias y de gobierno en varios países europeos, empezando por la pionera Austria, la única que mereció un rapapolvo que ha dado pie luego a una sistemática manga ancha con quienes se burlan de las libertades y de la democracia. Situado en esta Europa imaginada, ya en Davos esperaría yo inútilmente encontrarme con miembros de la oposición. Pero los personajes del régimen serían también aquí los protagonistas. Anda por aquí, según parece, el hijo de Gaddafi. Hay déspotas centroasiáticos que suelen ser asiduos a la cita. No faltan jeques saudís, zares eslavos, ni altos cargos del comunismo capitalista chino. Los únicos ililberales que no se acercan por aquí son los que se empeñan en identificarse como de izquierdas. Ni se les ocurre a ellos, ni se les invita. Es evidente que los franquistas, de haber conseguido sobrevivir desde la autarquía hasta la globalización, como hizo el maoísmo, serían recibidos con todos los honores, aquí y en Bruselas.

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26 de enero de 2011
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Un mundo extinguido

En 1819 Carl Gustav Carus emprendió un viaje a la isla de Rügen para ver los parajes que su amigo Caspar David Friedrich había pintado una y otra vez. Carus también era pintor y no de los peores, pero se había dedicado profesionalmente a la medicina y se loe tiene por un científico apreciable. De carácter sencillo y entusiasta era lo que podríamos llamar un romántico moderado, al tiempo que uno de los cerebros más lúcidos de su generación.

     Salió de Dresde y la primera etapa le llevó hasta Berlín. Tardó tres días en llegar "a través de arenas y pantanos, en aquel pequeño carruaje que atravesaba ciudades y pueblos". Estos recuerdos los escribe en 1866, estupefacto porque en ese año "se llega a Berlín en cinco horas" gracias al tendido ferroviario. De tres días a cinco horas. El encogimiento temporal lleva consigo la inexistencia del viaje en tanto que viaje; hoy no se puede ser viajero, sólo turista, piensa.

Más días le costó la etapa de Berlín a la isla de Rügen, situada en el Báltico y a donde llegó tras cruzar el mar en una embarcación que quedó detenida toda la tarde y noche por una inesperada calma. Allí cocieron unas patatas y allí durmieron, acunados por el chapoteo. Carus estaba maravillado por el denso pestañeo de millones de estrellas. A la mañana siguiente se levantó una brisa y pudieron desembarcar en Rügen. A partir de 1936 habría cruzado del continente a la isla por la autovía que construyeron los nazis y que aún hoy es el acceso habitual de llegada a los múltiples centros de esparcimiento que han surgido como hongos desde que la isla dejó de ser territorio de la Alemania comunista.

     Durante su viaje, Carus había podido observar muchas cosas, la estructura de las casas populares y las chozas cubiertas de paja por cuya techumbre se colaba el humo de un hogar sin chimenea, el taller de un herrero (hermano de Friedrich) en Neubrandenburg, la vida de un burgués acomodado de Greifswald dedicado al negocio de los jabones (el otro hermano de Friedrich), las ruinas del gótico nórdico entre un bosquecillo de árboles con un pequeño alpendre adosado, el ladrillo cocido de los edificios civiles y religiosos de Pomerania que no necesitaba mortero y reflejaba una luz especial, y así sucesivamente. El viaje era una concentrada cadena de experiencias de enorme poder emocional.

     Al redactar sus recuerdos cuarenta años más tarde, Carus ve la enorme transformación que se ha producido en tan corto periodo de tiempo. Sin ninguna nostalgia constata que se está abriendo un mundo del que él es sólo uno de sus primeros habitantes aunque todo su espíritu pertenece al viejo mundo extinguido. "Lo nuevo se caracterizará por un sentido agudamente pragmático, por la agilidad de la mente calculadora, y la búsqueda del lujo y el placer inmediato". Es asombroso que acertara de lleno en el bulto del futuro. Y es especialmente sobrecogedor, en un tiempo tan austero como el suyo, que ya en 1866 adivinara los motores de la máquina social: "el lujo y el placer inmediato". Nos profetizó.

     A veces, leyendo estos viejos libros, uno tiende a creer que en aquellos años se apagó un mundo que había perdurado desde Pericles hasta Bonaparte. Entonces, en plena oscuridad, se abrió una puerta por la que entró una luz cegadora. Desde entonces tratamos de avanzar, ciegos y pertinaces.

     (He tomado las citas de la excelente edición de Agustín López en Terra Incógnita.)

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26 de enero de 2011
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IV. Un sombrero lleno de conejos

A la luz de los reflectores que lo siguen con su luz blanca, el mago va a hasta los curules de la oposición, toma de las orejas a los conejos vociferantes e intransigentes, algunos de ellos verdaderamente rabiosos,  regresa al escenario, los introduce dentro de la chistera, y cuando vuelve a meter la mano lo que saca son conejos risueños y complacientes, dóciles a más no poder, tanto que en lugar de conejos podríamos hablar más de bien de palomas. Pero dejémoslos mejor en su naturaleza de conejos, que son los que mejor se prestan a los experimentos científicos.

Porque aunque se trata aparentemente de un acto de magia, ya sabemos que los magos dependen de la ciencia con que manejan sus trucos, y las conversiones políticas de esta naturaleza siempre tienen trasfondos, resortes, palancas, y recovecos. ¿Cómo personas de cerrada reputación de derecha, que juraban hasta hace poco enemistad eterna al sandinismo en el poder, que fueron dirigentes de la contrarrevolución en los años ochenta, confiscados unos, exiliados otros, hoy se muestran convencidos de que el comandante Ortega, desde su estatura de líder preclaro,  es el faro que ilumina con sus rayos potentes el destino de la nación?

Para alivianar el misterio, quizás sea mejor recurrir a la sabiduría siempre presente de don Quijote, que en su célebre discurso sobre las Armas y las Letras declara: "los hemos visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura, su frío en refrigerio, su desnudez en galas, y su dormir en una estera, en reposar en holandas y damascos...". ¿De dónde tela, si no hay araña? Preguntaría algún chusco.

Y allí estaría el buen Sancho Panza para responderle: "que no falte ungüento para untar a todos...porque si no están untados gruñen más que carretas de bueyes".

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26 de enero de 2011
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Sin interlocutor para la paz

No hace falta gastar más tiempo ni esfuerzos. No hay posibilidad alguna de que el Gobierno de Israel y la Autoridad Palestina alcancen acuerdo alguno. La distancia entre ambas posiciones es tan grande que es inútil pretender que se pueda resolver con negociaciones. La publicación de los documentos hasta ahora secretos sobre las conversaciones de paz por parte de Al Jazeera y The Guardian revelan dos cosas, ambas dramáticas: la debilidad de la Autoridad Palestina, dispuesta a entregar mucho más de lo que jamás se había pensado, y la imperturbable fortaleza de los gobernantes israelíes, decididos a no entregar nada. La AP estaba dispuesta en 2008 a ceder todo Jerusalén Este, excepto una colonia, Har Homa; pero el gobierno israelí rechazó cualquier conversación que versara sobre la que consideran la capital eterna e innegociable de Israel.

Los responsables israelíes no quieren de ninguno modo que los palestinos tengan un Estado sobre las fronteras de 1967 y no les interesaba la paz sino únicamente tenerles atados a unas conversaciones que no llevaban a ninguna parte. Esta es la conclusión, no por temida menos dolorosa, que hay que sacar de 17 años de esfuerzos y negociaciones. Habrá muchos a quienes no les sorprenderá el contenido de los documentos, como sucedió con los de Wikileaks, pero la realidad es que las evidencias aportadas por esta montaña de 1.600 documentos entierran definitivamente el proceso de paz. El plan de paz que ha presentado el ministro de Exterior israelí, el extremista Avigdor Lieberman, basado en mantener la actual distribución del espacio, es el que más se ajusta a la voluntad de los gobiernos israelíes: 13 por ciento del territorio de la Palestina histórica, dividido en un queso gruyère de enclaves incomunicados. Ni un solo presidente norteamericano, ni siquiera George W. Bush, ha bendecido tal tipo de fórmula. Los papeles filtrados revelan también que los sucesivos gobiernos de Israel desde la llegada de Sharon han engañado a conciencia a Washington y a la entera comunidad internacional, concretamente al Cuarteto (EE UU, Rusia, Unión Europea y naciones Unidas), puesto que habían firmado unos acuerdos, la Hoja de Ruta sin ir más lejos, sabiendo que no tenían propósito alguno de cumplirlos. Hace unos años Ariel Sharon se esforzaba en demostrar que no había interlocutor palestino para la paz. Lo consiguió con el enclaustramiento de Arafat en la Muqata y luego, de forma todavía más clara, con la rebelión de Hamas contra la Autoridad Palestina. Los documentos ahora revelados demuestran que no hay interlocutor israelí para hacer la paz con los palestinos. Que quede en evidencia quien es el responsable del fracaso no significa que las revelaciones le perjudiquen. Al contrario. Si hay que preguntarse por los beneficios de la filtración hay que decir que quien sale peor parado es Mahmud Abbas, puesto que queda en evidencia que ha seguido negociando sin que existiera espacio alguno para hacerlo. También él ha practicado una forma de falsificación, aunque sea en forma de autoengaño o de seguir ganando tiempo a la espera de que se produjera algún milagro, quizás en Washington. Netanyahu, en cambio, puede estar feliz porque ha terminado con Oslo, algo que ya se propuso justo cuando empezó. Hay analistas israelíes que le atribuyen la intención de reconocer unilateralmente una entidad territorial palestina provisional, en los actuales límites donde se administran los palestinos y a continuación poner pie en pared y negarse a negociar ni deshacer ninguna de las colonias hasta ahora creadas. Sería la Palestina minúscula, fragmentada e inviable como Estado propuesta por Lieberman, que aseguraría la perpetuación del conflicto y daría de nuevo alas a los extremistas. ¿Queda entonces algún camino para la paz si el camino de la paz trazado desde Oslo en 1992 ha quedado definitivamente cerrado? Debe haberlo. Deberemos buscarlo. Pero será distinto. Y debe ser por supuesto pacífico, aunque sin negociación bilateral puesto que no hay dos partes que quieran negociar. El mayor peligro que se cierne ahora sobre los palestinos es precisamente que no puedan controlar a los más radicales de su propio campo. No faltarán las provocaciones.

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25 de enero de 2011
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Ciencia buscada

La  metafísica siempre ha sido "ciencia buscada".  Nunca hubo un metafísico que se sintiera posesor no ya de la solución del problema, sino de saber técnico que le permitiera abordarlo. La filosofía de la Naturaleza (y quizás la filosofía en general) conlleva siempre la aspiración al dominio de una técnica (o incluso  alcanzar por primera vez la misma) que permitiría moverse con mayor facilidad en los meandros del problema.

Y en el caso de que esta técnica ya se domine ¿qué diferencia entonces al filósofo? Simplemente su actitud, marcada por el deseo mismo del problema, deseo de que algo no claro motive al espíritu.

La contemplación de las implicaciones de la Mecánica Cuántica para nuestra representación de la naturaleza  parece alejada de las preocupaciones cotidianas, pero también lo parecían las hipótesis de Kleper,  y quizás efectivamente lo eran. Una vez más lo que cuenta es "el ardiente deseo de toda mente pensante". El deseo de la tensión erótica constituye al respecto una buena imagen, pues cabe decir que si la no descarga de esta tensión es frustración para el espíritu, la desaparición de la misma sumerge al espíritu en una forma de limbo  y la ausencia de deseo de que la inquietud retorne es  definitivamente signo letal.

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25 de enero de 2011
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‘Wikinovelas’

Ha sido el mejor regalo que la literatura de creación nos ha hecho a los lectores en el último tramo del año 2010. Recuperando de forma quizá involuntaria el trepidante modelo de los folletines por entregas del siglo XIX, El País y otros cuatro grandes periódicos de Europa y Norteamérica nos han ido intrigando, entreteniendo, informando y a veces confundiendo, confundiéndonos -de un modo que también es intrínsecamente literario- entre la noticia y el reportaje, el momento actual y el tiempo pasado; no creo haber sido el único lector de la novela coral de Wikileaks que a menudo tenía que recapitular, o al menos mirar el encabezamiento de cada plana impresa del diario, para saber si aquel encubrimiento jordano-americano o aquella componenda venezolana había sucedido el día anterior o era el relato en presente histórico de lo que un funcionario averiguó y puso por escrito a sus jefes cinco años atrás.

     No estoy entre los entusiastas incondicionales de estas filtraciones dadas a conocer por la prensa ni tampoco entre sus enemigos, algunos cicateramente interesados en el desprestigio de la operación. He aprendido cosas que no sabía, he comprobado otras que parecían improbables cuentos chinos, y la cultura de la sospecha pudo más de una vez ser elevada a la ética de la desconfianza al leer los turbios manejos de políticos elegidos en las urnas y de sus representantes institucionales, incluyendo, por desgracia, a más de uno de ‘los nuestros'. Ahora bien, soy un escéptico del valor absoluto que a estas miles de páginas concienzudamente seleccionadas y ‘editadas' por los periodistas se le quiere dar. Algunos de los episodios reconstruidos, algunos de los ‘despachos' trasmitidos, no pocos de los retratos esbozados por diplomáticos anónimos de los Estados Unidos, tenían, es indudable, una buena escritura, una viveza de rasgos, una sabia captación del carácter, así como, de cuando en cuando, un humor patricio y un asomo de culpa propio de toda confesión. Otros eran enrevesados o reiterativos. Exactamente igual que las novelas, pues me permito insistir en que todo este llamativo acontecimiento que ha sacudido el trimestre y tal vez marque el futuro es, en esencia, una gesta novelesca más que política.

     Las mejores ‘filtraciones' (‘leaks') promovidas por Julian Assange exponen la entraña, el artilugio y los disimulos de un poder, de unos poderes democráticos o dictatoriales, pero lo hacen de un modo muy similar al que los novelistas llevan siglos utilizando en lenguas y épocas diferentes. Todas y cada una de las páginas que hemos leído con pasión o tedio en los últimos meses eran la obra escrita de un hombre (o una mujer, por supuesto), basadas en lo oído o lo sonsacado a otros hombres que contaban y proporcionaban datos, cábalas y rumores sobre situaciones y acontecimientos vividos directamente por ellos o tan sólo -a su vez- escuchados, presentidos, edulcorados, retocados, pura y simplemente inventados.

    La novela moderna mató (figuradamente, como siempre son estas matanzas rituales en el reino de la imaginación) al narrador omnisciente, al dios de los relatos, y ese nuevo relativismo inestable o fragmentación narrativa operada es el rango en que se sitúan los cientos de miles de micronovelas de Wikileaks. Los llamados ‘Papeles del Departamento de Estado' -no un mal título de ficción, por cierto- son obras de individuos concretos que escriben libremente (aunque pagados por ello) para añadir su punto de vista de espías de lujo a una realidad emboscada y fugitiva, justificando de paso sus elevados salarios. En ningún caso la voz que en ellos se escucha es el oráculo del Mal ni la ordenanza sagrada de los dioses de la guerra, que tienen otros drásticos modos de actuar y manifestarse no recogidos, por desgracia, en los documentos sacados a la luz por el grupo que dirige Assange.

    Lo mejor, para mí, ha sido descubrir lo ‘balzaciano' que sigue siendo el cuerpo diplomático, es decir, su sibilino grado de artimaña a la hora de maquinar y de aparentar, tan parecido al de los grandes ‘escaladores' sociales de Balzac. También son humanos, advertimos, con una mezcla de aprensión y alivio. En un momento de descrédito universal de la política y creciente repudio de nuestros gobernantes, las historias contadas en esos ‘papeles' hacen que veamos a sus ‘personajes' como seres errados y tramposos, aunque me atrevo a decir que no más tramposos ni más falibles que la mayor parte del género humano al que pertenecen y  -no se olvide- pertenecemos todos nosotros, los lectores ávidos de la saga. Nos diferencia, y no es poca cosa, el lado en que estamos unos y otros situados; ellos trabajan sirviendo los intereses comunes y cobrando de la comunidad, nosotros trabajamos para nosotros mismos y vivimos de nuestros propios recursos. Pero no deja de ser curioso (¿ominoso?) que en el desenlace de tantos de los episodios leídos en ‘Wikileaks', la frase que resuena como mensaje implícito sea la misma que nosotros -seamos escritores de obras de ficción, compradores de un piso con hipoteca, propietarios de grupos periodísticos en apuros o candidatos a un puesto docente- tantas veces hemos pronunciado en nuestras angustiosas vidas: "¿Qué hay de lo mío?".

   Si llega el día, posiblemente imparable, en que el ‘juicio final' de la humanidad se base en el principio de que nada que puede ser revelado ha de quedar oculto, no sería de extrañar que nuevas tandas de ‘leaks', obtenidas por otros ‘hackers' de otras fuentes, se interesasen también (el devenir del género novelístico lo avala) por el hombre medio, sacando de debajo de las alfombras de los despachos y los dormitorios privados sus dobleces, sus trucos, nuestras fechorías y nuestros ‘bulos'.

    En cuanto a Assange, y a falta de que se pronuncie la justicia sobre su conducta sexual, no importa mucho, dirán ustedes, que tenga un pasado de pequeño delincuente amigo de lo ajeno. En la adolescencia formó -según sabemos también por El País- un grupo de ‘hackers' en el que su lema era ‘Mendax', y a sus 20 años produjo con sus violaciones cibernéticas pérdidas de cientos de miles de dólares a la compañía Nortel. El juez le multó, sin mandarle a prisión. Hay precedentes en la literatura. Uno de los más grandes escritores del siglo XX, Jean Genet, empezó de ladrón y sufrió cárcel. Julian Assange tiene futuro en las letras.

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24 de enero de 2011
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El oro de la mierda

Hace treinta años, las palomas urbanas representaban un orgullo para la ciudad y no se diga ya de la estampa que componían ellas y los niños que las alimentaban ofreciendo la palma de sus manos repletas del dorado maíz. Esta belleza de la inocencia, la concordia y la paz urbana ha ido girando, sin embargo, diabólicamente en los últimos tiempos y hoy a las palomas, que ensucian a granel ventanas o voladizos y que corroen monumentos y ornamentos con su incansable defecación, se las ha llegado a llamar "ratas voladoras". La ignominia de las alcantarillas tiene su correspondencia con el oprobio del cielo cubierto de pájaros repulsivos. Queda gente que las alimenta pero hay brigadas municipales o nacionales que las persiguen, las esterilizan o las espantan hasta perderlas de vista.

Pero quedaba, todavía, mucho más que ver. Nos quedaba por presenciar, nada menos, que la hipóstasis del bien y el mal, de la ignominia y de su opuesto. Todo ello ha llegado recientemente a producirse gracias a una bacteria, casi invisible, aislada por el biólogo flamenco Tuur Van Balen que ha conseguido, nada menos, que las  heces de esas aves se conviertan en detergentes. No sólo sus deposiciones no menguan el lugar que eligen para hacer de cuerpo sino que su quehacer corporal lo enaltece.

Este proyecto, financiado por las autoridades flamencas -no faltaba más- es significativamente flamenco. Flamenca la investigación, flamenco el científico flamenco, flamencas las palomas. Y no sólo como adjetivo de procedencia geográfica sino de pertinencia funcional: a la insólita aportación biológica se la ha denominado Pigeon D´Or con lo que la paloma no sólo ha reivindicado su antigua mierda sino que siguiendo las asociaciones de Freud ha convertido en oro puro la excrecencia.

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24 de enero de 2011
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Cuentos de lo extraño

 

 

Robert Aickman (1914-1981) fue un hombre culto y destinado a la arquitectura por las presiones paternas, aunque un vez llegado  la edad de decidir por su cuenta le dio un giro sustancial  a su vida para encaminarla hacia sus verdaderos intereses. Sacó provecho de su formación técnica fundando una entidad llamada Inland Waterways Association dedicada a la preservación de la red de canales de Inglaterra, una maravilla concebida para el transporte de mercancías y que pese a su belleza corría el peligro de perderse debido a su falta de rentabilidad. Paralelamente, su profundo interés por el teatro, la ópera y el ballet le llevó a ser crítico teatral y promotor de diversas compañías teatrales y de ballet, así como a presidir la London Opera Society.

Hay quien opina que la gran mayoría de los más prestigiosos profesores, pensadores  e intelectuales ingleses pueden dividirse en dos grandes grupos: el de quienes dedican sus horas muertas a escribir historias de crímenes y detectives (con un infatigable subgrupo volcado en demostrar que Shakespeare no fue ni mucho menos quien nos han contado los académicos)  y el de los escritores de historias de fantasmas y otros terrores.

Aickman pertenece al segundo, pero con matices. Al principio de su carrera los títulos de sus relatos siempre hacían referencia a lo sobrenatural y terrible y estremecedor con términos como "historias de fantasmas", "historias macabras", "historias de fantasmas macabras  y curiosas", etc. Era, además, editor de cuentos de terror y fantasmas.

Sin embargo, a partir de 1966 Aickman dio un giro a sus narraciones  en apariencia levísimo, pero que le iba a valer el aprecio que todavía hoy conserva: en lugar de insistir en lo sobrenatural, lo macabro o lo terrorífico, trasladó sus relatos a lo extraño. Basándose en una envidiable pericia para la descripción de paisajes y la creación de atmósferas y estados de ánimo (suponiendo que todo ello no sea una y sola cosa llamada conciencia) introdujo un elemento que luego iba a ser esencial en la narrativa de las Patricia Highsmith y compañía:  el absurdo más amenazador e incomprensible surgiendo desde el interior de  una vida cotidiana y perfectamente normal y reconocible para el lector porque está muy cerca de su propia normalidad cotidiana. En la recopilación ahora publicada por Atalanta, los planteamientos no pueden ser más normales: un viajero por Grecia al que se aconseja formalmente que no trate de llegar a una isla cercana y que no parece ofrecer peligro alguno; dos amigas senderistas que se adentran animadamente en un paisaje que de pronto se transforma en el Valle del Silencio; o un teléfono que empieza a hacer cosas raras (como todos los teléfonos del mundo,  aunque no hasta el extremo al que lo lleva Aickman).De los dos últimos cuentos, y que en mi opinión son los mejores, uno es un viaje a Venecia y otro una búsqueda en el  Norte de Europa cuyo trasunto principal transcurre en un curioso balneario perdido entre bosques. En todos ellos, el lugar y la atmósfera que éste transmite atraviesan de inmediato las barreras emocionales y racionales del lector para moverse en un nivel casi subconsciente o al menos onírico. El autor se vale de metáforas, elipsis, alusiones y sucesos sugestivos pero difíciles de racionalizar  para situarse en un doble plano de realidad e irrealidad que se complica según se desarrolla la acción y que a veces (por ejemplo en la historia veneciana) se adentra sin disimulo en el terreno de la metafísica con la tan conocida identificación de Ella con la Muerte. Lo más  característicos es que todos los sucesos tienen algo de sueño, pesadilla, insomnio o como quiera que se llame ese subsuelo en el que se asienta la realidad cuando todavía es reconocible como tal mientras se adentra en lo oscuro.

Obviamente, una condición necesaria de lo extraño es la imposibilidad de explicarlo y racionalizarlo para integrarlo en el orden natural de las cosas. El Mal, como Dios, es inefable, y cualquier intento de representarlo está condenado al fracaso. Y si un teléfono, por poner un ejemplo, se dedica a hacer cosas realmente extraordinarias ni el mejor de los técnicos sabrá dar cuenta de tan extraño comportamiento, porque, curiosamente, ese teléfono suena tanto fuera como dentro de uno mismo, y el técnico podrá recurrir a caídas de tensión, líneas defectuosas o interferencias magnéticas, pero difícilmente sabrá explicar por qué sonaba tan raro el teléfono interior y por qué extraña razón resultaba tan evidente que su comportamiento era ominoso, amenazador  e injusto.

 

Cuentos de lo extraño

Robert Aickman

Atalalanta

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24 de enero de 2011
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Provechos y aprovechados de la crisis

Quien no se consuela es porque no quiere. Cuando la cosa ya no tiene remedio, declaramos que no hay crisis mala. Aprovecha una buena crisis, dice el proverbio popularizado por un economista asesor de Barack Obama. Echamos mano del significado chino: es una oportunidad. En eso estamos, aunque con dos variaciones interpretativas. La buena: aprovecha la urgencia para realizar las reformas dolorosas que no se pudieron hacer en los buenos tiempos de la burbuja. Y la todavía más buena, por más que inmoral: aprovecha la confusión para sacar tajada. No es fácil separarlas. Raramente quien quiere sacar tajada sale a cuerpo gentil sin coartadas. Es la diferencia que hay entre aprovechar la oportunidad y el oportunismo.

También sucede, quizás donde más, en la política. Aprovechar la crisis significa para quien está en la oposición la oportunidad de recuperar el Gobierno. Cuentan los ritmos históricos: Zapatero se creía un hombre de suerte hasta que llegó el vendaval. (El afortunado fue Aznar, que presidió el periodo de dinero barato más largo de la reciente historia de Europa.) De perdidos al río: ahora este presidente tan atento a los sondeos de popularidad está dispuesto a demostrarse impasible ante la impopularidad. También es una forma de aprovechar la crisis: ya que hay que podar, convirtámonos en mártires de la poda, sacrificados en el altar del euro y de la estabilidad monetaria. Decir que Mariano Rajoy aprovecha la crisis es poco: flota y hace surf sobre ella. Equilibrio y poco peso es lo que se necesita para mantenerse sobre la tabla. Aznar le ha dado el equilibrio, desactivándose como líder ideológico alternativo, y su propia indefinición ideológica le sigue dando la ligereza. Su mérito es que ya ha conseguido ambas cosas cuando falta más de un año para las elecciones. No es extraño que declare a España con sed de urna. España tendrá quizás sed de puestos de trabajo, pero lo que cuenta es otra cosa: lo que es bueno para Rajoy es bueno para España. La mejor pirueta en este ejercicio de surfing ha sido el quiebro sobre el Estado autonómico: el lunes tocamos a rebato llamamos a arrebatopara reformarlo entero y el sábado queremos solo pequeños ajustes sin importancia. Ligereza no es vaciedad. Aunque Mariano Rajoy se haga el autonomista, el misil ya está lanzado. Todo el mundo lo ha entendido. No hubiera tenido sentido un suicidio colectivo de cara a las elecciones locales y autonómicas de mayo. Como Fernando VII con la Constitución de Cádiz: defendamos, y yo el primero, el Estado de las autonomías. Luego ya veremos. El PP no es el único que quiere aprovechar esta crisis para recuperar su cierta idea de España. Cada uno hace lo que puede en este capítulo. Las crisis son la oportunidad para quienes siempre esperan algo definitivo y general. Unos, cerrar el Estado autonómico y terminar de una vez con los chantajes, el regateo, el victimismo y los pinganillos. Los otros, pasar página al autonomismo y salirse del Estado. Ambos de acuerdo en que el Estado autonómico es inviable. El choque de trenes, vaya. La cita, en 2012; con la hipótesis de una mayoría absoluta de Mariano Rajoy por un lado y de un catalanismo arremolinado alrededor de Artur Mas y Convergència i Unió por el otro. La crisis también aprovecha a los profetas del Apocalipsis, encantados de que sus profecías lleguen a ser autocumplidas. Europa hundida, España intervenida, Cataluña aherrojada. Gusta a tirios y troyanos. Suscita grandes titulares. Se proclama con sonrisas de hiena. A los aprovechados de la crisis les importa un bledo nuestro declive, el de Cataluña, España y Europa. Quieren réditos, y pronto: en dinero o en votos, incluso en la confirmación de sus propios perjuicios: para unos, que Cataluña siempre termina pagando; para los otros, que Cataluña siempre es culpable. Estos aprovechados puede que saquen algún provecho: esperemos que sea poco y que les siente mal. Pero sus palabras y gestos, lejos de servir para sacarnos de esta, son la piedra en el cuello: de Cataluña, de España y de Europa. Hay que sacar provecho de la crisis, todos juntos, pero hay que evitar sobre todo que la aprovechen los aprovechados.

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24 de enero de 2011
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La librería de Royo

 

 

En la difunta librería de Royo había dos incunables que custodiaba un gato peludo de color naranja. Las fábulas de Esopo en vitela dorada con ilustraciones, y un manuscrito gótico de Romancea Proverbiorum, una de las compilaciones de refranes más antiguas conocidas, con algunos pasajes vilmente chamuscados y agujereados por los invasores franceses que saquearon el palacio del obispo de Tarazona. Cierto es que a veces Royo contaba que el Romancea procedía del palacio de los Gaitanes, que tenía un pasadizo que venía de la muralla vieja, bajaba hasta el  río Mediavilla, y naturalmente contenía tesoros; pero, en general, al incunable refranero le atribuía procedencia aragonesa, como al calendario zaragozano. Un día Royo se fue a Basilea con su Romancea y lo vendió a un judío riquísimo, eso dijo. Pero el Romancea seguía visible en la librería de Royo, junto al gato naranja y el Esopo dorado. Sin duda, el astuto de Royo le vendió una copia al judío, pensábamos, o tal vez colocó el original en uno de esos depósitos helvéticos y herméticos. O vendió copias a diestro y siniestro en su excursión suiza, y se quedó con el original para su gato naranja. Royo pasaba por virtuoso de las bromas pesadas y decía que en el Romancea estaba todo el mundo resumido, unas veces recordado, y otras, anticipado.

Muchos años después de la liquidación de la librería de Royo, se hizo patente que, no sólo el mundo, sino también el propio Royo aparecía profetizado en esa literatura refranera: en Los trabajos de Persiles y Segismunda (IV, 1) aparece un peregrino español en Roma que fabrica y vende libros raros, y proyecta escribir uno que se llamará Flor de aforismos peregrinos. El romero cervantino explica así su propósito:  

“A costa ajena quiero sacar un libro a la luz, cuyo trabajo sea, como he dicho, ajeno, y el provecho mío […] Esta mañana llegaron aquí y pasaron de largo un peregrino y una peregrina españoles, a los cuales, por ser españoles, declaré mi deseo, y ella me dijo que pusiese de mi mano —porque no sabía escribir— esta razón: 

‘Mas quiero ser mala con esperanza de ser buena, que buena con propósito de ser mala’

Y díjome que firmase: La peregrina de Talavera. Tampoco sabía escribir el peregrino, y me dijo que escribiese: 

‘No hay carga más pesada que la mujer liviana’

Y firmé por él: Bartolomé el manchego. Deste modo son los aforismos que pido; y los que espero desta gallarda compañía serán tales que realcen a los demás, y les sirvan de adorno y de esmalte.”

A continuación, todos los presentes, damas y caballeros, aportan su sentencia firmada, de modo que el refrán se convierte en un recurso narrativo inesperado. A su vez, el Persiles adquiere entonces un ritmo insólito, y muestra que la característica más importante del refrán en la lengua española es su consideración de forma correcta, porque es norma interiorizada por todo usuario del español que una palabra o un giro avalado por su presencia en un refrán es un recurso legitimado por una autoridad lingüística fuera de discusión. Eso mismo hace que el refrán sea uno de los principales recursos para la transgresión y la ironía, y el origen modélico del conceptualismo y la importancia modélica de la metáfora en español. Y de ahí que fuera un lugar común repetido por Giovanni Miranda y los maestros italianos de español de los siglos XVI y XVII que los españoles tienen una marcada predilección por hablar con metáforas y valoran en alto grado la perspicacia en su uso. La fuerza conservadora del refrán y su consideración de autoridad determina una estructura latente que resiste la erosión e influye en la evolución de la lengua, y es uno de los motivos por los que el lector inglés de hoy se encuentra mucho más alejado de la lengua de Shakespeare, que el español de la de Cervantes.

Una vez liquidada la librería de Royo, quedaban unos pocos libros y algunos abiertos exhalaban su postrer aliento. En la última página de un Quijote descabalado, se leía el cumplimiento de otra profecía refranera. En el final trágico, Sancho se vuelve quijotesco y propone un anticipo manchego del eterno retorno: “Vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada”. Sancho no sólo quiere seguir, también hace un revelación capital: lo tenían concertado. Hacían de Sancho y de don Quijote. Esa última invocación de complicidad triunfa en el alma de cada uno de los lectores, pero ya no en don Quijote, un personaje abandonado por su actor, que encima resulta ser un tipo refranero: “Señores, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño: yo fui loco, y ya soy cuerdo; yo fui don Quijote de la Mancha.” 


 

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24 de enero de 2011
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El Boomeran(g)
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