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Cárceles, escritores y Elena Poniatowska

 

Nunca he estado en la cárcel. No he tenido esa suerte. Conozco algunos con menos méritos que tienen su imborrable experiencia carcelaria. Yo casi nada, apenas unas noches en calabozos antiguos y podridos como aquél innombrable dictador gallego.

A los escritores les sienta bien la cárcel. Muchos grandes conocieron presidio, desde Cervantes a Miguel Hernández, de Fray Luis de León a Pepe Hierro, de Quevedo a  Jean Genet o de Fray Luis de León a Celine. Los perseguidos escritores rusos, polacos, checos, americanos, asiáticos, africanos...Las innumerables cárceles de los escritores no han podido con la escritura.

Conozco unas cuantas cárceles. Las conozco como periodista, como documentalista. Algunas eran lo más cerca del infierno que he podido estar y sin embargo, cerca del infierno también se podían hacer crecer pequeños paraísos, falsos como todos los paraísos. He recordado a los escritores en cárceles por haber estado con Elena Poniatowska, la feliz escritora mexicana que acaba de ganar el Premio Biblioteca Breve de novela. Seguro que un buen premio. Una novela sobre la apasionante Leonora Carrington, última surrealista viva. La esperamos.

Y recordé a la Poniatowska en una famosa- real y literaria- cárcel de México: Lecumberri. De historias de presos en Lecumberri hablé y filmé dos veces en distintos años con la escritora, periodista, sagaz e irónica Poniatowska. No estábamos en la cárcel, ya no existe Lecumberri, ni en otra de las cárceles mexicanas que conozco, hablábamos en su hermosa casa de San Ángel. Ella contaba sus visitas a la cárcel, sobre todo sus visitas a un amigo encarcelado por acusaciones de delitos "comunes", no políticos, y uno de los mejores poetas y novelistas vivos en nuestro idioma, Álvaro Mutis. Muchas cosas se contaban, se siguen contando, de Mutis y sus estancias carcelarias. El escribió todo un diario carcelario de Lecumberri. Hace años publicado en Siruela.

Todavía me hace gracia como contaba su sensación molesta cuando conoció al asesino de Trotski, Ramón Mercader: Decía en su peculiar español mexicano que al dar la mano del asesino "se le enchinó el cuero". También a mí se me enchinó al ver a algunos curiosos asesinos de aquellas cárceles mexicanas. Poniatowska también recuerda muy bien sus visitas con Buñuel para visitar a Mutis. Aunque Poniatowska cree que a Buñuel lo que mes la hacía visitar la cárcel era la calidad de sus chuscos de pan. El genio aragonés siempre buscando los sabores perdidos. Su particular manera proustiana de recuperar la infancia.

Poniatowska, una mujer muy libre que supo mucho de cárceles.

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8 de febrero de 2011
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Nuestros amigos dictadores

¿Por qué ese empeño en descalificar a los dictadores? ¿A qué se debe esta manía maniquea y absolutista de rechazar en bloque una obra finalmente humana? ¿Nada hay que se pueda salvar de su figura y de su trayectoria? ¿Acaso hemos calculado los males mayores que se evitan con estas figuras autoritarias? ¿Tenemos suficientes datos para descartar que esos mandatos auto otorgados hayan sido realmente perjudiciales para sus países?

Hacía mucho tiempo que no se escuchaba este tipo de interrogantes que ahora rebotan de columna en columna, de discurso en discurso, de derecha a izquierda, de Washington a Jerusalén, de Bruselas a Pekín. Los más viejos del lugar conocen el sonsonete. Los más jóvenes no debieran dejarse engañar por tan vieja música. Es el destino de Mubarak lo que la ha suscitado. Resulta que era un tipo fiable. Resulta que para otros incluso era un amigo leal. Resulta que ha sido un liberalizador de la economía egipcia. Está certificado su heroísmo militar. También su compromiso con la paz en Oriente Próximo. La estabilidad de la región, e incluso del planeta, dependía de su benévola y comprensiva actitud. No cuentan otros balances, naturalmente. La cárcel, la tortura, la muerte para quienes osaban levantar su voz. ¿Cómo podrían contar esas nimiedades? Tampoco cuenta la corrupción, el robo, el nepotismo, la apropiación del Estado. ¿Acaso no sucede incluso en la más ejemplar de las democracias? Nada que reprocharnos ante tanto pragmatismo. Ya se sabe que los idealistas están destinados a perecer bajo la bota del dictador, mientras que los realistas terminan entendiéndoles e incluso sacando jugosos beneficios. Son humanos, demasiado humanos, y hay que comprenderles en toda su complejidad. Hay que saber también cómo sacar partido de sus virtudes y de sus defectos. Y algunos realmente son auténticos virtuosos en su trato con estos amigos a veces desagradables. Mubarak ha suscitado estas reflexiones de tan escasa moralidad, pero vale para muchos más. Repasando la lista de los más próximos dictadores, casi todos se hacen acreedores de una u otra forma del agradecimiento de la humanidad beneficiada por sus benévolas acciones. José Stalin, Francisco Franco, Augusto Pinochet o Fidel Castro compiten en uno o varios capítulos con Mubarak a la hora de suscitar la comprensión de los ciudadanos agradecidos por su paso devastador y cruel por esta tierra. A pesar de lo que digan quienes se les oponen, todos han beneficiado de una forma u otra a sus poblaciones. Castro con la sanidad y la escuela. Franco con el desarrollismo y, según sus más conspicuos turiferarios, con la herencia política de la monarquía. Pinochet con la economía más abierta y liberalizada de América Latina. No nos olvidemos de Stalin, llorado universalmente como el padrecito de los proletarios, en agradecimiento por haber vencido a Hitler. Habría más nombres a añadir: por ejemplo, el mariscal Petain, héroe de Verdun; el general Jaruzelski, patriota polaco sin discusión; el Sha Reza Palevi, que mantuvo a Irán en la modernidad; o Sadam Hussein, que venció a los persas y resistió a los americanos hasta la muerte. ¿Tiene menos méritos Hosni Mubarak que toda esta ristra de déspotas y dictadores? Quienes tienen méritos de sobra, en todo caso, son quienes osan defenderles, despreciando el dolor de los pueblos que oprimen, olvidando la profunda corrupción que comporta toda dictadura e impartiendo una cínica lección de la peor forma de encarar las relaciones internacionales. No hay que olvidar que la paz auténtica no se hace con las dictaduras sino con los pueblos. Ni siquiera sirve el supremo argumento de que Mubarak es el hombre que ha evitado nuevas guerras entre árabes e israelíes. La única virtud que adorna al rais egipcio es que su caída, hasta ahora lenta y diferida, ha desenmascarado de forma insólita a los amigos y simpatizantes de los dictadores.  

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8 de febrero de 2011
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Elena Poniatowska, premio Biblioteca Breve

Elena Poniatowska. Foto: Daniel Mordzinski La narradora mexicana Elena Poniatowska, que hace algunos años ganó el Premio Alfaguara, se adjudicó ahora el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral con un retrato de la pintora surrealista Leonora Carrington. Dice la nota:

Leonora» (Seix Barral) es un recuento de su vida desde la infancia, como una niña excéntrica y pija, la oveja negra de una familia de acaudalados industriales, a su destierro en México, tras escapar de un psiquiátrico de Santander. En medio, París, las vanguardias históricas, personajes como Dalí, Miró, Buñuel y Breton, el desastre de la guerra, España, y una aventura vital capaz de enloquecer a cualquiera. «Leonora dice que el sentimentalismo es una forma de cansancio, pero no puedo evitarlo y querría dedicar el premio a todas esas mujeres que viven en tiempos de agresión. En mi país pasan cosas terribles ligadas al narcotráfico. El premio es una alegría que demuestra que no todo es malo», señaló Poniatowska al conocerse el fallo del galardón.Carrington tiene ahora 94 años y vive en una pequeña casa de México. Poniatowska la conoce desde hace más de 30 y ha forjado una sólida amistad. «No creo que lea la novela. Ya no le gusta hablar sobre sí misma, prefiere hablar de política, que le indigna, o de su perro Yeti», aseguró Poniatowska. La novela saldrá el 22 de febrero. Un total de 398 manuscritos se presentaron al premio, con una dotación de 30.000 euros.

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8 de febrero de 2011
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Jaime en sus casas

Creo que a ningún novelista, ni siquiera a Julio Verne, se le ocurriría situar una peripecia vital entre el madrileño barrio de La Latina y la capital de Islandia. Ése fue sin embargo el eje de la mayor parte de la vida adulta de Jaime Salinas, que murió hace poco en Reikiavik a los 85 años. Hay que reconocer, para ser sinceros, que este hombre de libros -hijo, hermano, cuñado, tío y esposo de escritores- nació bien dispuesto para la fábula. No todo el mundo nace en un lugar de África llamado Maison-Carrée, entre ‘pied-noirs' de cuño alicantino, ni crece, como Jaime, oyendo recitar en casa a la plana mayor de la generación del 27 y teniendo en sus manos la pajarita de papel que un día le hizo Unamuno. Después vino la épica prometedora y aciaga de nuestra historia: la república, la universidad Menéndez Pelayo (donde su padre, el poeta Pedro Salinas, estuvo al frente de los cursos de verano), la guerra civil, el exilio. Y, por si todo eso fuera poca aventura, el educado estudiante, entonces más norteamericano que español, volvió a Europa antes de cumplir los veinte años como voluntario del American Field Service en la segunda guerra mundial, donde salvó vidas en vez de quitarlas, y pudo, aun desarmado, entrar con las tropas aliadas que liberaron Alsacia y Lorena. Estaba, pues, preparado para librar batallas en el belicoso campo de las letras.

    Después de un tiempo barcelonés (que tanto nos gustaría revivir en el relato de las numerosas cartas inéditas que Jaime le fue escribiendo al novelista y traductor Gudbergur Bergsson), Salinas se instaló en una casa del viejo Madrid dotada de peculiaridades, de nuevo a medias entre lo castizo y lo foráneo. En el portal de al lado del edificio familiar que él heredó había nacido Lina Morgan, lo que se recuerda en una primorosa placa, anterior por cierto a la que le pusieron a Salinas padre. El ático que ocupó, y del que salió, en la última semana del pasado diciembre, para su definitivo viaje islandés, tenía un interior reñido con el exterior. El salón, los cuartos, el mobiliario, la cocina vista; todo eso era nórdico y límpido, en ciertos rincones drásticamente ‘dreyeriano'. Pero se asomaba uno al mirador de la gran terraza y allí estaban los bulbos de las torres barrocas y el tejadillo de las corralas, con el aroma, si era verano, de alguna fritanga vecinal. En sintonía con esa dualidad constitutiva del carácter de Jaime, sus restaurantes favoritos de la zona eran un ruso en la plaza de la Paja y el merendero abierto de Las Vistillas, que le sobreviven. Otras polaridades ‘salinescas', admirablemente encajadas en su persona: hablaba igual de bien el francés que el inglés, diciendo no saber escribir correctamente el español; de ahí el toque mundano de intercalar en postales, invitaciones y notas galantes palabras sueltas en aquellos idiomas. Pero de repente, retirado del mundo de la edición, de las copas y de otras vanidades menos volátiles, Salinas, cercano ya a los ochenta (corría el año 2002), pidió asesoramiento para un tomo de memorias que había estado escribiendo, sin darle importancia, y de cuya prosa se sentía inseguro, por culpa de esa lengua o alma suya escindida. El volumen, más extenso del que luego salió publicado bajo el título de ‘Travesías' en Tusquets Editores, estaba estupendamente escrito, con verdad, con humor, con mirada y voz propias, y de los dos proyectados es el único que dejó, como la coda incompleta de alguien que en todo huía de lo abrumador. También se recuerda su fase política, que consistió en no saber decir que no, por ‘délicatesse', a la llamada de Javier Solana, primer ministro de Cultura socialista, ocupando así algo más de tres años el puesto de Director General del Libro y Bibliotecas.

    Hay pocas vidas, al menos en mi entorno, tan repletas de lo que en inglés se llama ‘romance'. La infancia africana, las luminarias republicanas entrando y saliendo en el cuarto de los niños, el tedio cultivado de los campus de Nueva Inglaterra, la misión militar en las ambulancias bajo los obuses, el enfrentamiento al padre que no le comprendía en lo que era, la revolución del mundo español del libro de calidad, las francachelas con los literatos, el celo ‘krausista' con el que obligaba a los amigos jóvenes a acabar los estudios, viajar al extranjero y hacerse hombres de provecho. Un romántico sin melodrama. Y luego la propia Islandia. Hace siete años, un grupo de amigos pasamos quince días en la isla donde nacieron las sagas medievales, que vivía su esplendor previo a la burbuja bancaria, más explosiva que las nuestras dado el carácter volcánico concentrado del lugar. Jaime no conocía tan al detalle como era de esperar el pequeño país que visitaba regularmente desde los años 1960, como si su vivencia de aquellas tierras que amaba tanto hubiera sido la de una ‘islandia' interior. Yo llevaba para las noches, que ya se sabe lo indeterminadas que allí pueden ser, cinco volúmenes de sagas en traducción inglesa y española, y su lectura me marcó. Casi tanto como el paisaje, el más hermoso y desconcertante que nunca he visto, surcado de hendiduras que escupen agua, de lagunas de todos los colores, de ríos sulfurosos que a veces llegan hasta el glaciar frente al que nos fotografiamos con él. Da sosiego, con toda la pena que da perderle, saber que el resumen del cuerpo de ese hombre que llevó tan bien el ser dos quedará fundido en el suelo ardiente de aquel paraíso helado.

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7 de febrero de 2011
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Abajo la muerte

"No se explica [me decía Eduardo Arroyo] que manifestándose cada dos por tres a causa de cuestiones sociales y políticas no haya una sola manifestación siquiera contra la terrible fatalidad de la muerte" Y viéndose, viéndonos los unos a los otro, no hallamos motivo mayor para entrar en una violentísima rebeldía que esta imposición tan absurda, inhumana y radical. Es posible que en otros tiempos y bajo otros criterios, a la muerte se la recibiera mal pero aún así se la recibiera. En todas las civilizaciones, de aquí o allá, se han preparado ceremonias, mobiliario, perfumes y cantos para acoger su llegada. Pero ¿ahora qué? Si perfumes, cantos y pócimas se dirigen absolutamente a vivir y vivir, ¿qué sentido tiene seguir atados a este potro de tortura y, encima, sin negar la espera?

 

Se mire como se mire, sea de manera política o simplemente emocional la muerte es de una brutalidad gigantesca. Nadie puede hacer tanto y tan mal como para recibir este castigo. Y siendo así ¿qué sentido tiene que nos muramos?

 

Pues sí: antes tenía sentido morirse y gracias a la defunción asumíamos casi todo, aún de mala gana, gracias a las importantes promesas de compensación en el cielo. Sin embargo llegado a 2011, callado el cielo, vacío el cielo, desacreditado el cielo por los mismos que creen en él, no hallamos la menor base que pueda justificar su vigencia. ¿A las barricadas? A las barricadas. Porque una de dos: o tomamos cartas en este traicionero asunto o, cuando menos se espera, nos devasta.

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7 de febrero de 2011
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El naufragio mediterráneo de Sarkozy

Es un fracaso largamente incubado. Desde su concepción durante la presidencia francesa de la Unión Europea, en el segundo semestre de 2008. Recordemos: frenar el ingreso de Turquía en la UE; equilibrar el peso de Alemania; recuperar el protagonismo que había quedado en mano de España con el Proceso de Barcelona; y, sobre todo, dorar los laureles del joven Jefe del Estado recién elegido (mayo de 2007).

Sarkozy celebró la primera cumbre de la Unión para el Mediterráneo, con Mubarak de copresidente, en París, el 13 de julio de 2008, en los días gloriosos de la presidencia europea. Pero luego todo ha ido llegando tarde y mal. Se aprobó la instalación de la secretaría en Barcelona y se nombró a un diplomático jordano, Ahmad Masadeh, como secretario general. Pero no se celebró la cumbre bianual durante la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010. Y fue suspendida de nuevo e indefinidamente después de que se intentara celebrar en noviembre. La copresidencia, reglamentariamente en manos de un país de la orilla norte y otro de la sur, Francia y Egipto en la primera rotación, terminaba en 2010 con la segunda conferencia, dos años después de su constitución, sin que se hubiera previsto la prórroga o la repetición. Ahora podemos optar: o está vacante o, peor todavía, se la asignamos todavía a Mubarak. Si se tiene en cuenta que el secretario general también ha dimitido el pasado 26 de noviembre, por oscuras e inexplicadas razones, veremos que la UpM es un pollo sin cabeza. Y sin alas: el único proyecto listo, sobre los recursos hídricos, no llegó a buen puerto por una discusión incomprensible entre árabes e israelíes sobre si había que mencionar a los ?territorios ocupados? o a los ?territorios bajo ocupación? al hablar de Cisjordania. Este es el balance de los dos años y medio de UpM, cuando estalla la revolución democrática árabe. Unas instalaciones barcelonesas, 43 banderas frente a Pedralbes y una veintena de funcionarios sin jefes. Y nada más: ni rumbo ni destino. Ahora Sarkozy está en otras cosas. En las dimensiones mundiales de la presidencia del G20. Pero que esté en otras cosas no significa que reconozca su fracaso. Al contrario: el viernes pasado todavía osó decir que ?ante la situación en Egipto, no sólo la Unión por el Mediterráneo es necesaria, sino que es indispensable?. Francia tiene a un presidente que ha naufragado con la UpM y a una ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, quemada por sus relaciones con el clan cleptócrata que estaba en el poder en Túnez. El juego ha quedado ahora descubierto. Y quien ha puesto las cartas boca arriba han sido los ciudadanos árabes sometidos a dictaduras que reclaman sus plenos y legítimos derechos civiles. Si no se avanzaba era por una razón muy sencilla. Porque no había argumentos suficientemente convincentes para los socios del sur, que no eran los pueblos sino los dictadores. Querían más dinero. También por esta razón se ha ido Masadeh. El Proceso de Barcelona, que Sarkozy quiso corregir y controlar, era más ambicioso, incluso en exceso. Su mayor objetivo era alcanzar una zona de libre comercio para la zona mediterránea en 2010. Tenía también un capítulo dedicado a cooperación política y seguridad, con especial énfasis en los derechos humanos. A pesar de su lenta dinámica, era lo más parecido a la Conferencia de Helsinki, celebrada en 1975, en la que los disidentes de los países comunistas encontraron una referencia donde apoyar sus exigencias de libertad. Sus acuerdos impulsaron las revoluciones de 1989. Nada parecido ha conseguido Europa en relación a los países árabes. Pudo serlo el Proceso de Barcelona. Pero no lo ha sido la UpM, concebida como unión de proyectos en la que no se habla de política. Si estamos a tiempo, debiéramos convertir la UpM en una unión para la democracia y la libertad en todo el Mediterráneo.

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7 de febrero de 2011
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Renacer de sabores

Tímidos toldos de colores brotan de la nada, se estrenan sombrillas bajo las cuales abundan los batidos de frutas y los chicharrones de cerdo, los portales de algunas viviendas se convierten en improvisadas cafeterías con llamativas ofertas. Todo eso y más crece por estos días en las calles de mi ciudad, a raíz de las nuevas flexibilizaciones para el trabajo por cuenta propia. Algunos de mis vecinos hacen proyectos para abrir un taller de reparación de zapatos o un local donde componer refrigeradores, mientras avenidas y plazas se metamorfosean con el empuje de la iniciativa privada. La camisa de fuerza que atenazaba la iniciativa parece aflojarse. Sin embargo, también están los que esperan cautelosos, hasta comprobar si realmente esta vez las reformas en el plano económico resultan definitivas y no van a echarse atrás como ocurrió en los años noventa. En apenas unos pocos meses, desde que se anunciara la ampliación del número de licencias para labores independientes, los resultados se muestran halagüeños. Hemos comenzado a recuperar sabores perdidos, recetas añoradas, comodidades escondidas. Más de 70 mil cubanos han sacado nuevos permiso para trabajar por su cuenta y riesgo y otros miles reflexionan en serio sobre las ventajas de abrir una pequeña empresa familiar. A pesar de la cautela de muchos, de los impuestos todavía excesivos y de la ausencia de un mercado mayorista, los recién estrenado comerciantes han comenzado a hacerse notar en una sociedad marcada por el inmovilismo. Se les ve montar sus timbiriches, colocar vistosos carteles anunciando las mercancías, redistribuir sus viviendas para crear una cafetería y ofertar servicios de peluquería o manicure. La mayoría tiene la convicción de que esta vez han llegado para quedarse, porque el sistema que tanto los asfixió y satanizó en el pasado ya ha perdido la capacidad de competir con ellos.

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6 de febrero de 2011
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Colm Toibin cuentista

colm toibin Luego de dos novelas espectaculares, The Master y Brooklyn, el irlandés Colm Toibin se dedica a los cuentos en el libro The empty family publicado en EE.UU. por Viking. Antonio Muñoz Molina adelanta la traducción al castellano y comenta en ?Babelia? el libro de cuentos de este extranjero perpetuo, radicado hace décadas en Barcelona pero pendiente del mundo norteamericano e inglés. Dice la reseña:

Extranjería y disimulo, huida y regreso, lealtad y ruptura, impudor y contención, son los temas que se entrelazan de nuevo en el último libro de Tóibín, The Empty Family,una colección de relatos. Ningún gran músico tiene un repertorio ilimitado. Cada comienzo es otra vez un inmediato sumergirse: Estoy de vuelta aquí. Puedo asomarme y ver el cielo delicado y la línea débil del horizonte y el modo en que la luz cambia sobre el mar. Tóibín escribe sobre gente que se marchó hace tiempo y que vuelve llamada por el remordimiento, o por la nostalgia, o por la enfermedad o la muerte de esas personas queridas que mantienen los lazos y alimentan la culpa del que se atrevió a marcharse. Los detalles del origen o de la huida importan menos que la realidad del desarraigo o que la pesadumbre de un regreso demasiado tardío: una decoradora de cine que viaja desde Los Ángeles a Irlanda para el rodaje de una película; una hija de una familia burguesa catalana que tuvo que irse al exilio y vuelve después de la muerte de Franco; un emigrante paquistaní que no sale nunca de las pocas calles del Raval de Barcelona en las que sucede su vida desterrada y furtiva. Pero en la deserción también está la libertad: en Barcelona, en 1975, en el carnaval alucinante de las vísperas de la muerte de Franco, el temeroso estudiante irlandés encuentra la temeridad y la desvergüenza del amor. También en Barcelona, en ese presente que a los escritores de ficción españoles nos cuesta tanto llevar a las novelas, el emigrante paquistaní elude la vigilancia policiaca de su comunidad para entregarse al amor de su vida. Y cada uno de ellos afirma con naturalidad su presencia soberana en el mundo. Hace falta mucho talento para que los personajes ocupen del todo el espacio que ha abierto para ellos un autor que no tiene miedo de volverse invisible

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6 de febrero de 2011
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Semana Negra con misterio

La semana negra de Barcelona BC Negra de Barcelona trae un misterio: ¿Quién el es autor de L?home que dormía al cotxe?? Nadie lo sabe. Dicen que es un autor catalán famoso escondido bajo un seudónimo. Puede ser. Lo que sí ocurre de todos modos es que es un éxito de ventas y de crítica. Desde luego, la editorial Errata Naturae, experta en suplantaciones (ver el post anterior) es la encargada de editarla. Dice la nota en El País:

¿Has leído el libro ese del que todo el mundo habla? ¿Sabes quién es el autor? Los pasillos de la semana negra barcelonesa son tan interesantes como los actos que se celebran, siempre llenos a reventar. La novela de la que los del mundillo hablan, escrita en catalán, publicada por Ámsterdam, se titula L?home que dormía al cotxe (El hombre que dormía en el coche), firmada con un seudónimo que no pasa desapercibido: Nil Barral, que es también el protagonista de la historia. Dicen sus editores que este presunto Barral es ?uno de los escritores más reconocidos? de Cataluña, que esta novela es la primera de una serie y que si oculta el nombre es porque forma parte de la intriga.

Por si el misterio fuera poco, lleva en la mismísima portada una recomendación de unescritor y lector excelente, Andreu Martín: ?La novela negra más brillante e ingeniosa que he leído en el último año?. A Martín, que ayer recibió el sexto Premio Carvalho, lo tienen frito, incluso hay quien sospecha que él es el autor. Lo niega rotundamente. Todo el mundo sabe que Martín es tan generoso como lo era Manuel Vázquez Montalbán, al que, por cierto, Nil Barral dedica un guiño en su novela. También le han preguntado a Martín si es él Héctor Malverde, el anónimo autor de la excelente Guía de la novela negra (Errata Naturae). ?Pero ni siquiera la he leído?, contesta resignado.

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6 de febrero de 2011
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Un incendio que se extiende

El suicidio de Mohamed Buazizi fue la chispa. Pudo ser otra. Había tanta leña y era tan seca que lo incomprensible es que el fuego no hubiera prendido antes. La hoguera inicial, en Túnez, tenía unas causas muy claras y se declaró en un territorio delimitado, sin papel estratégico y sin centralidad en el mundo árabe. Pero saltó enseguida a los países vecinos y sobre todo a Egipto, y la razón es muy sencilla: también allí había el mismo tipo de leña seca, lista para arder, esperando la chispa.

Egipto es otro asunto. Su centralidad árabe es absoluta. Su emplazamiento estratégico también. Sin contar con su papel como garante de la estabilidad. El faraón que lo regía desde hace 30 años estaba perfectamente seguro de sus alianzas. Con Israel: Netanyahu mantenía con él unas relaciones más estrechas que con cualquier otro jefe de Estado del mundo. Con Estados Unidos: en el álbum de fotos del egipcio están todos los presidentes desde 1981, a cual más deferente y afectuoso. Con la Unión Europea: este delincuente que ordena atacar a los periodistas es, junto a Nicolas Sarkozy, el copresidente de la Unión para el Mediterráneo, cuya secretaría tiene la sede en Barcelona. El incendio se está llevando por delante a regímenes que tienen todos en común su odio jurado al Irán de los fundamentalistas chiitas y su buena disposición a dejarse comprar por el dinero occidental para comportarse con relación al terrorismo, el tráfico de droga, la inmigración e incluso la causa palestina. En cada uno de estos capítulos estos amigos tan poco recomendables han sabido utilizar los conflictos como un cuchillo de doble filo. Si desde Washington o desde Bruselas no se accede a sus chantajes, desde sus palacios cerrados se ordena abrir la espita de alguna de las cañerías tóxicas. Los mujabarats, sus servicios secretos, se encargan del trabajo sucio, incluida la movilización callejera, como esta semana en El Cairo; mientras sus diplomáticos sonríen y negocian nuevas ayudas. La leña seca es, ante todo, una demografía pujante y joven, pero sin otro horizonte que no sea el paro y la miseria. A ella se añaden unas economías sin resuello, incapaces de atrapar los retos de la modernidad y golpeadas por la crisis financiera, la caída del turismo y el aumento de los precios de los alimentos, a excepción de los países con recursos energéticos. Pero el impacto más notable entre la población joven es el de la globalización tecnológica y cultural, que les incorpora de pronto a la modernidad en las comunicaciones y les aleja del islamismo político. Son nuestros vecinos, son como nosotros y no pueden seguir aguantando ni un día más que les limiten sus libertades y les arruinen la vida unos gendarmes corruptos que hemos puesto en sus casas para vigilarlos. El incendio no ha hecho más que empezar.

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6 de febrero de 2011
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