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La placa de Larra en Corella

 

Entre las curiosidades de Corella está la casa donde vivió Larra entre los once y los quince años. En esa época aprendía a escribir en español traduciéndolo del francés. Después de aprender el castellano en España, lo olvidó en Francia, y en su época corellana se esforzaba en regresar desde el francés al primero. La placa memora que a los trece años Larra tradujo del francés una gramática castellana, las fábulas de Reyre —casi al mismo tiempo que lo hacía Juan de Escoiquiz, traductor del Paraíso perdido de Milton y los poemas de E. Young, lo que da idea de lo enterado en moda literaria que estaba el padre de Larra— y la Ilíada, a partir de la versión de madame Dacier, de quien decían los envidiosos que podía trasladar cualquier cosa que hubiera dicho un autor de la antigüedad, excepto su bien decir.

Con el mismo método de memorizar cuadros sinópticos gramaticales y traducir fragmentos escogidos que empleaban los estudiantes de su edad para aprender latín y francés, Larra aprendía español. En aquel traductor adolescente que iba en la dirección opuesta se perfilaba el desacuerdo incurable con el mundo, el gramático minucioso que inventó una nueva precisión en la prosa, y el censor de escritura portentosa. En las letras españolas, constituye un caso único de presencia continuada e ininterrumpida en el canon; lo mismo en vida que después. Mientras los aficionados extranjeros identificaban el estrellato del romanticismo español con Martínez de la Rosa, Zorrilla y Espronceda; en España, los primeros nombres del santoral romántico eran Larra y Bécquer.

Sería curioso saber en qué versiones leyó Werther. En castellano hubo media docena de ellas, hechas del francés, hasta que en 1835 Mor de la Fuente hizo la primera traducción del alemán. Es probable que lo leyera primero en versiones llenas de hélas y pistoletes, que es otra música.

La posteridad siempre encontrará en él madera de tópico, imprescindible  material edificante. Desde Zorrilla a Umbral, los émulos españoles de Larra han repetido que al escritor lo suicidó la sociedad española. Una melonada como cualquier otra. ¿Lo suicidó aquella masa de público que lo adoraba y consideraba su primer y más caracterizado escritor, lo eligió diputado, quedó conmocionada por su suicidio, acudió en masa a despedirlo y, si los curas se llegan a oponer a su entierro en sagrado, se lleva por delante a los curas? ¡Pero si Larra murió en fragor de santidad!

Es cómica la fijación de periodistas y escritores vindicando para sí el título de solitarios e incomprendidos. La redacción entera del Progreso, liderada y sermoneada por Azorín, acudió en 1898 al cementerio abandonado de San Nicolás, porque los restos de Larra se habían trasladado desde el viejo camposanto de Fuencarral en un homenaje anterior, y en 1901, otro escogido puñado de admiradores repitió la peregrinación de armarse literato ante la tumba del santo con el cráneo descalabrado ceñido de laurel. Y aún se celebraron en el siglo XX media docena más de traslados y homenajes. Unos celebraban al ácrata, otros al rebelde, al escéptico, al soñador, y había para todos. Solo los santos tienen un público así.

Ahora, cabe fantasear que Corella hubiera sido un buen sitio para leer por primera vez Werther. En aquel héroe que leía sin cesar lo que él llamaba “mi Homero”, el joven Larra homérico tuvo que encontrar un compañero. Y luego, cuando Werther echa el resto en su traducción de Ossian, convencido de hallarse ante un original que anticipaba los postulados de Sturm und Drang, los deseos regresivos de heroísmo se convertían en autocomplacencias mortuorias en un mundo donde el héroe inocente es entregado a un destino trágico que no deja otra que renunciar a la existencia con una buena detonación.

“He sobrevivido a mi Werther” escribía Goethe. Larra no sobrevivió al suyo. 

 

 

 

 

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2 de enero de 2012
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Elogio de la Biblioteca Nacional

 

Los 300 años de la Biblioteca Nacional se celebran con una gran muestra de sus mejores fondos (“300 años haciendo historia,” que ha coordinado José Manuel Lucía Megías y se podrá ver hasta el 15 de abril); aunque también podría incluir un encuentro de lectores como tú que alrededor de una mesa compartan la frecuentación de su amistad.

Hay algo de la BN que nos pertenece a todos, no sólo porque es la institución pública más antigua de España sino porque  le hemos dedicado tiempo, paciencia, asombro y gratitud. En una entrevista que le ha hecho Juan Ramón Lucas en Radio Nacional de España, Gloria Pérez Salmerón, directora de la Biblioteca, ha recordado los orígenes de la institución y ha listado los trabajos en marcha, entre ellos la digitalización con apoyo de Telefónica, el Archivo de la Palabra y el Master iberoamericano en bibliotecología. Y dio una buena noticia: la asistencia a las bibliotecas de España se ha incrementado este año en un 10%.  El entusiasmo de la directora con su trabajo es del todo compartible.

Nunca he creído en la superstición que presupone como mejor director de una biblioteca nacional a un escritor prestigioso.  Es verdad que a veces ese escritor (o escritora, como fue el caso de Rosa Regás) puede convertir la biblioteca en un espacio de debate intelectual y actividad literaria. El hecho es que el trabajo de director de una biblioteca es menos ilustre de lo que la gente imagina.  Lo digo con padecimiento de causa: cuando remplacé, temporalmente, a un colega en la dirección de la BN del Perú no pude nunca bajar al piso de raros, ni mucho menos actualizar su distraído patronato. Tuve dos reuniones de emergencia con el personal; la primera, para buscar fondos y reparar  los baños estropeados por el último terremoto; la otra, para presupuestar una compra de escobas y escobillones.  Por cierto, en esas reuniones las bibliotecarias no siempre están de acuerdo y los bibliotecarios guardan silencio estoico.  Es inevitable evocar a Borges: la “magnífica ironía de los dioses,” escribió, de ser director de la BN argentina y ciego.  Otros dos ciegos la dirigieron: José Mármol y Paul Groussac.  

¿Cómo no recordar a los lacónicos bedeles de los años 70 en la Biblioteca Nacional?  Parecían más bien guardianes de alguna prisión gris y lo ignoraban casi todo. Hacerse amigo de alguno para apurar trámites era una proeza. Luego, en los años 80, se hicieron especialistas en un piso.  Si hacías una pregunta que no les correspondía te despachaban a otro piso, de donde te remitían a otro más. No menor faena eran las reglas cambiantes. Trabajé dos veranos con el manuscrito de “El Aleph” pero no se podía ordenar fotocopias aunque sí fotografías,  microfilms y vistas fijas. Un día la archivera de turno, ofendida, me negó el manuscrito y me envió, castigado, al microfilm.  Volví al turno del archivero, quien de inmediato me pasó el manuscrito.  Debe haberme tocado la media hora del cambio de reglas.  El otro día que pasé a renovar el carnet me dieron uno de lector de la sala general, con ingreso vedado a raros; para tener  uno de investigador debo llevar los recibos del alquiler.  Las bibliotecas tienen esa proclividad de estilo a la prosa del XIX,  más bien doméstica y  literal.

Tal vez llegaste a conocer el antiguo local de la Hemeroteca de Madrid. No hay mucho que recordar de ese edificio, pero leyendo periódicos de la Guerra Civil, cuando anduve tras las huellas de César Vallejo, pasé allí demasiados días de sopor madrileño. Recuerdo la figura del lentísimo bedel en guardapolvo, que  me traía otro tomo de periódicos varios y a su paso crujía el piso de madera.  Después de unas horas de periódicos comunistas me despertaba una hoja anarquista.  Es mejor local el de Conde Duque, qué duda cabe, pero como  ocurre casi con todas las bibliotecas tampoco alredor de éste había donde comer. Fue allí que un bibliotecario me contó que los 90 tomos de Periódicos Varios de Guerra se compilaron gracias a que un bibliotecario estaba de vacaciones cuando se declaró la guerra y tuvo que quedarse en lo que resultó campo republicano; de modo que, no sin entusiasmo, se dijo ¡qué buena oportunidad para compilar periódicos republicanos! Al mismo tiempo, otro bibliotecario estaba de vacaciones en una ciudad que resultó ser cabeza de la insurrección franquista, y se dijo: ¡qué buena oportunidad para compilar periódicos del campo nacional!  Pero una bibliotecaria, curiosa de mi dedicación, me contó que esos tomos habían sido ordenados por la policía franquista para procesar y fusilar a todo el que aparecía mencionado. La guerra por las interpretaciones no había terminado.

Cada vez que subo la escalinata de la Biblioteca Nacional (la vejez habrá empezado cuando uno deba detenerse a la mitad) recuerdo la página de uno de esos periódicos donde se lee: “Lope de Vega decapitado.”  Durante un bombardeo de la artillería franquista, uno de los proyectiles dio en las puertas de la BN y decapitó a la estatua de Lope. El cronista se preguntaba: “¿Quién caerá después? ¿Cervantes? ¿Nebrija?”

Cuando la Guerra del Pacífico, la BN de Lima fue cuartel de la tropa chilena, y una parte importante de los fondos fue botín de guerra. Se decía que el gran bibliógrafo chileno José Toribio Medina se hizo de numerosos documentos y libros antiguos peruanos. Tuvo fama de cleptómano teatral. En los archivos de los conventos fingía desmayos y mientras los curitas corrían por las sales, él se llenaba de papeles los bolsones de su gabán de coleccionista subrepticio.  

Tal vez lo he leído en alguna tradición de Ricardo Palma, en cuyo sillón de director de la BN de Lima casi no tuve tiempo de sentarme, apremiado por la crisis permanente de ese polvoroso recinto. Años después, mi hermano fue allí bibliotecario, cesado por las autoridades fujimoristas en represalia política. No hace mucho, la BN se mudó, por fin, a su nuevo y moderno local donde, lamentablemente, se produjo hace poco un robo de libros antiguos que está en proceso de investigación.  Y pensar que por ese sillón se pelearon Palma  y Manuel González Prada, nuestros dos mayores escritores de fines del XIX, al punto que éste acusó a aquel de llevarse libros a su casa y anotar en ellos sus opiniones personales. Yo había obtenido en la BN mi primer carnet de lector a los 9 años, y con él mi primera lección burocrática: me destinaron a la sección de niños, donde no se podía leer sino literatura infantil.

La bibliotecaria de Brown me ha dicho que hoy se compran más materiales bibliográficos electrónicos que libros de papel. Me ha parecido una verdadera pérdida para la educación en la lectura. Justamente, las bibliotecas tendrían que defender el hábito de la lectura reflexiva y placentera, esa experiencia de tener un libro en las manos, que la directora Pérez Salmerón ha definido elocuentemente en Radio Nacional. De otro modo, las bibliotecas y sus bibliotecarios se harán redundantes; y nuestros estudiantes, meramente funcionales y mecánicamente  utilitarios.  No hay educación plena sin la experiencia de perderse entre los estantes descubriendo con asombro que un libro nos esperaba, dando horizonte a nuestra investigación. “Sin buscarlo,  me encontré con un libro que me ayuda con el tema,” dice siempre, sorprendido, el mejor estudiante del curso.  Supongo que uno le da las pistas para que se pierda con suerte.

Una vez le dije a Vartan Gregorian, quien antes de ser rector de mi universidad había dirigido la Biblioteca Pública de Nueva York, que teníamos en común esa experiencia, aunque fugaz la mía y fructífera la suya.  Tú fuiste más sabio, me dijo. Entendí que él había necesitado de más escobas. 

 

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1 de enero de 2012
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Con moneda, pero sin Unión

El euro ha aguantado. La prolongada crisis de las deudas soberanas no ha conseguido terminar con la moneda única, a pesar de los presagios y temores de políticos y economistas de ambas orillas del Atlántico. En varias ocasiones durante 2011 hemos estado ?al borde del abismo?, en agosto por ejemplo, cuando así lo advirtió Jacques Delors, el presidente de la Comisión Europea que trazó la hoja de ruta para la moneda única europea. También han sido varias las ocasiones en que se ha convocado de urgencia al Consejo Europeo para alcanzar la solución definitiva a esta agonía que nunca termina. Y cada vez ha sucedido lo mismo: las respuestas han quedado cortas, todo se ha hecho tarde y mal. Grandes alarmas, grandes expectativas y al final grandes decepciones. Pero el euro ha seguido aguantando. Lo que no ha aguantado ha sido la Unión Europea, que ha saltado a trozos en la última cumbre, cuando el primer ministro británico, David Cameron, ha dado el portazo a 38 años de participación del Reino Unido en la construcción europea. En muchas ocasiones en estas cuatro décadas se había resuelto con ingeniosas y a veces complicadas fórmulas de compromiso la tensión entre quienes querían una unión más estrecha de las naciones europeas y quienes preferían limitarla a un espacio comercial común. Los británicos habían conseguido avanzar junto al resto de países europeos gracias sobre todo a las derogaciones en los tratados, que les permitían prescindir de la política social o de la marcha hacia el euro.

En la madrugada del 9 de diciembre pasado en Bruselas se terminaron los márgenes de maniobra. Cameron fue más lejos de lo habitual: no tan solo no quiso evitar su participación, mediante la habitual excepción, como había hecho su país en anteriores ocasiones, sino que se empeñó en que los otros tampoco avanzaran. Era la sentencia de muerte a esta unión tan difícilmente mantenida. Alemania y Francia no podían permitir que los mercados acogieran la falta de acuerdo entre los 27 con un severo ataque que podía situar a Italia e incluso a España en situación comprometida. Ante la negativa de Londres a la reforma de los tratados de la UE acordaron firmar un nuevo tratado solo entre los 17 miembros del euro y quienes quisieran añadirse, que en principio fueron otros seis países. Por más que luego se quiera corregir o mitigar la catástrofe de aquella madrugada bruselense, el resultado es el regreso a 1972, la Europa anterior a la incorporación de Reino Unido. Las críticas han llovido sobre los reunidos en Bruselas, desde todos los ángulos y posiciones: a uno por irse, a los otros por dejar que se fueran; a los dos más grandes por su poder abusivo, a los otros por dejarse arrastrar sin rechistar. Sobre Cameron, naturalmente, han llovido en abundancia por utilizar el equivalente al arma atómica que es el derecho de veto para bloquear en vez de para disuadir, como había venido sucediendo hasta ahora. También por liquidar la tradicional política de calculada ambigüedad que tantos réditos le ha venido dando a Londres en todos estos años: dentro o fuera según sus conveniencias, y en algunas cosas, como el euro, dentro para actuar como plaza financiera europea y fuera para seguir manteniendo la soberanía monetaria. No han sido menores las críticas a Nicolás Sarkozy y Angela Merkel, en sus países y en el exterior, a los dos juntos en la palabra centauro Merkozy o a cada uno por separado, respectivamente, como rencarnación del general De Gaulle que vetó por dos veces a Reino Unido y del canciller Bismarck que quiso crear una Alemania europea. Ellos dos han sido los artífices del acuerdo, que además de dejar fuera a Reino Unido, margina a la Comisión Europea, institución antaño designada exageradamente como Ejecutivo europeo, a todas luces una inadecuada denominación a estas alturas, e impone una unión del rigor y del dolor a los socios de la moneda única y a quienes quieran incorporarse en el futuro, en vez de una unión de la solidaridad que desde Berlín se lee como unión de trasferencias. Martin Wolf (Financial Times, 14 de diciembre) ha señalado que no es una unión de estabilidad y crecimiento como anunció Sarkozy, sino ?una unión de inestabilidad y estancamiento?, un lugar de donde huir por tanto, puesto que dará lugar a ?recesiones estructurales a largo plazo en los países vulnerables?. Es corta por el lado del crecimiento, pero lo es también por el lado de la credibilidad, tal como ha señalado la directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, en una entrevista el pasado domingo. ?Insuficientemente detallada en los aspectos financieros y complicada en los principios fundamentales?, ha dicho esta exministra de Sarkozy que no hubiera alcanzado su actual posición sin la escandalosa y fulminante dimisión de su antecesor, Dominique Strauss-Kahn, el pasado mayo, en mitad de la crisis de la deuda soberana europea. La señora Lagarde ha reconocido los progresos realizados en la cumbre, como no podía ser de otra forma: ella misma hubiera podido cocinarlos de no haber sido por su precipitada marcha a Washington. Pero ha criticado su excesivo gradualismo y su lentitud, la ausencia de una sola voz europea y de un calendario sencillo y detallado, cosas todas ellas que amenazan con trasladar la crisis al conjunto de la economía global y dibujan un mundo como el de los años 30, de repliegue nacionalista, quiebra del multilateralismo, reflejos proteccionistas y alzamiento de barreras al comercio mundial. Lo ocurrido en la cumbre de diciembre no es un percance o accidente de recorrido, sino resultado de una larga deriva y de una profundización de viejas divergencias. La Unión Europea no esperó a este diciembre para empezar a despedazarse, ni siquiera ha sido la larga agonía del euro la única que ha conducido a la división y a la ruptura. El año 2011 empezó con muy malos presagios para un club de países que se había propuesto construir una política exterior común y de pronto se quedó sin un trozo entero de tal política, como es la mediterránea, por arte del birlibirloque revolucionario. Túnez, con el derrocamiento del dictador Ben Ali, puso en evidencia a la Francia de Sarkozy, dispuesta todavía a mandar material antidisturbios para la policía de la dictadura cuando la revolución del jazmín ya hacía tambalear al régimen. La guerra de Libia hizo lo propio con Alemania, que aprovechó su asiento rotatorio en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para abstenerse junto a Rusia, China y Brasil, en la creación de una zona de prohibición de vuelos, en abierta disonancia con Estados Unidos y con Francia y Reino Unido, los dos socios europeos miembros de la Alianza Atlántica que marcaron la pauta a la hora de cercar y terminar con Gadafi. La disidencia alemana en política exterior es el equivalente de la disidencia británica en política monetaria. No es la primera vez que la UE se desgarra por su participación en una operación bélica. Sucedió con la guerra de Irak, cuando se dividió en dos, entre la Nueva y la Vieja Europa, ante la propuesta de resolución de Estados Unidos para emprender la guerra preventiva contra Sadam Husein. Pero esta vez la propuesta de resolución venía de la misma Europa, concretamente de un Sarkozy con ganas de lavar su pecado tunecino, y no de Estados Unidos, dispuesto a acompañar e incluso a dirigir desde atrás y renunciar al liderazgo en la operación. No se trataba de una invasión, sino de una operación de apoyo aéreo fundamentada en la responsabilidad de proteger a las poblaciones civiles, principio incorporado a la carta de Naciones Unidas después de experiencias como las guerras balcánicas. Tan graves como las divergencias monetarias y en política exterior son las que erosionan directamente las cuatro libertades consagradas por el Acta Única de 1986: de circulación de mercancías, personas, capitales y servicios. Las revueltas del norte de África han conducido a restringir el tratado de Schengen, que permite el libre desplazamiento de personas. Dinamarca restableció unilateralmente sus controles fronterizos durante tres meses. Alemania impuso limitaciones a las verduras y hortalizas españolas con la llamada crisis del pepino, que luego se demostraron alarmistas e injustificadas. Cualquier excusa parece buena para alimentar los reflejos xenófobos y populistas en detrimento no tan solo del mercado único, sino sobre todo de los valores europeos, tan exhibidos en la época de las vacas gordas como olvidados en la actual de vacas flacas. El paradigma de la deriva antieuropea viene de uno de los nuevos países socios, Hungría, donde un partido derechista y nacionalista como Fidesz está utilizando la mayoría abrumadora de dos tercios del Parlamento como un rodillo legal, cuenta con una extrema derecha antisemita y totalitaria que le empuja y está sometiendo al Estado de derecho a una contorsión insostenible. La democracia es el gobierno de la mayoría, pero si no hay respeto de la minoría y sobre todo de las minorías ya no es democracia, sino una dictadura parlamentaria. El Gobierno que presidió la UE durante el primer semestre de 2011 está sometiendo a su país a un golpe de Estado a cámara lenta, según comentario ya generalizado. Hungría no pasaría ahora la prueba de los tres criterios o exigencias de Copenhague para ingresar en la UE, en cuanto a preservación del acervo de la UE, de los derechos humanos y de la economía de mercado. El juego que ha conducido a la ruptura de la unidad europea es el de los tres países más poderosos, antiguas superpotencias ahora en declive que han querido actuar como si cada uno de ellas fuera un país emergente y pudiera relacionarse con el mundo global directamente, eludiendo su compromiso con la UE. La prueba del nueve de esta actitud la proporcionan las relaciones con China, el gigante emergente con el que quieren establecer una relación especial aparte cada uno de ellos. O con Rusia en el caso del suministro de energía. Es el regreso de la llamada geoeconomía, traducción de la vieja geopolítica al mundo globalizado de hoy, en el que son el comercio y las inversiones las armas de expansión de dominio exterior. El ensueño de los falsos emergentes conduce a Londres a amarrarse a la libra esterlina con el mismo fervor que Berlín y París se amarran al euro. Cada uno pensando en sí mismo y no en Europa, aunque Merkel diga gravemente que si cae el euro, cae Europa. De hecho, los tres están de acuerdo en el desacuerdo de la madrugada del 9 de mayo en Bruselas: Cameron salva la City; Sarkozy la unión intergubernamental de naciones soberanas, y Merkel la unión del rigor y el dolor sin control de la Comisión europea. A ninguno de los tres les interesa que caiga el euro, ni siquiera a Cameron, pero no porque pueda caer Europa, sino por el daño que produciría a sus respectivas economías. La deriva más sorprendente es la de Alemania. Ya no vale el argumento de que es un país normal, que defiende sus intereses como cualquier otro socio, y como tal se comporta en sus relaciones con los otros países y con las instituciones de la UE. Todo el mundo conoce el euroescepticismo británico. Lo mismo puede decirse del soberanismo francés, derivado del gaullismo político y del estatalismo colbertista enraizado en el ADN republicano. Son dos países previsibles en sus actitudes ante Europa y ante las cesiones de soberanía. La novedad es que Alemania ha dejado de ser un país previsible. Lo ha dicho el excanciller Helmut Kohl, conservador como Merkel, de quien fue mentor político y a la que atribuye ahora gran parte de las responsabilidades. ?Ella ha roto mi Europa?, dijo en agosto. Según el anciano canciller, se han quebrado los tres pilares que anclaban la política exterior alemana: las relaciones transatlánticas, la amistad franco-alemana y la unidad de Europa. El excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt, más crudo en su lenguaje, ha ido más lejos: Alemania actúa ?como un matón?. Nunca se había visto una Alemania tan propensa al rumbo errático y a la rectificación. En energía nuclear o en política exterior. No hay más remedio que recordar la ley de Merkel, enunciada por el exministro de Exteriores socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier: ?Cuanto más decididamente ella rechaza una medida, más probable es que termine aprobándose?. Todo lo que ha ido sucediendo este año (y el anterior) ha sido anteriormente rechazado desde Berlín: el rescate de un país socio, la reestructuración de la deuda griega, la creación de un fondo monetario europeo, su carácter permanente, su ampliación, la compra de bonos por parte del BCE, un tratado intergubernamental para el euro? De ahí que pueda deducirse una no muy lejana emisión de eurobonos o el funcionamiento al final del trayecto del BCE como 'lender of last resort' (prestamista de última instancia). Este ha sido el año de la prima de riesgo, que marca el diferencial entre el rédito de los bonos alemanes y los de los otros países, y que bien hubiera podido convertirse en el parámetro para medir el grado de divergencia europea y, en consecuencia, la creciente dificultad política para enderezar la crisis. Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España, e incluso Francia, han destacado por sus horquillas, en algunos casos insoportables. El riesgo de la prima también es político. Por eso los Gobiernos han caído como bolos en la bolera. En algunos casos gracias a las elecciones, casi siempre anticipadas, como en España. En otros gracias directamente a las crisis políticas, como en Italia y Grecia. La socialdemocracia ha perdido los Gobiernos que todavía mantenía en tres países afectados por la crisis de la deuda soberana, como Portugal, Grecia y España, en una Europa que ha virado totalmente al azul conservador con la sola excepción de Dinamarca, donde por primera vez una mujer y socialdemócrata, Helle Thorning-Schmidt, se hace cargo de un excepcional Gobierno de centro izquierda. La caída más ejemplar ha sido la de Silvio Berlusconi, empujado por todos, ciudadanos, mercados, socios europeos, para que abandonara el poder de una vez y dejara de enredar con planes de austeridad que nunca se concretaban en compromisos o se veían sometidos a rectificaciones de última hora que dejaban con un palmo de narices a sus socios y al propio Banco Central Europeo. ?Un país que sabe beneficiarse de la prodigalidad del banco central puede verse tentado a abusar de ella?, ha señalado Jean Pisasi-Ferry, el director del think tank bruselense Bruegel para explicar el peligro de riesgo moral (moral hazard) que contiene la compra de bonos por parte de la primera autoridad bancaria de la UE. ?Es exactamente lo que ha hecho la Italia de Silvio Berlusconi en los días que han seguido a la compra de obligaciones italianas por el BCE en agosto de 2011? (Le reveil des démons. La crise de l'euro et coment nous en sortir. Fayard). Reunirse no equivale a ponerse de acuerdo. Cabe incluso que equivalga a lo contrario: cuantas más reuniones, más oportunidades para el desacuerdo. Nunca los líderes de la UE se habían reunido tanto, con tanta frecuencia y durante tanto tiempo. Nueve cumbres en un año, cuando hasta hace bien poco bastaba con cinco o seis. Normalmente para asistir al parto de los montes. Pero también para complicar el entramado del gobierno económico del euro hasta extremos difícilmente explicables al gran público: el Pacto Europlus, el Semestre Europeo, los nuevos mecanismos y fondos de rescate, que se añaden a las autoridades de supervisión bancaria, de seguros y de mercados, y a los cargos de creación reciente por el Tratado de Lisboa (presidente del Consejo Europeo y Alta Representante para la Política Exterior principalmente) de funcionalidad y rendimiento cada vez más dudosos. La traducción práctica para los ciudadanos es sencilla: recortes en el Estado de bienestar y a la hora de elaborar los presupuestos en todos los niveles de gobierno, pérdida de soberanía que se traslada no a Bruselas sino a Berlín y Francfort.Es la victoria de la economía sobre la política, de los financieros sobre los políticos electos y de Alemania sobre Europa. Por eso este 2011 que termina ha sido un año de protesta, en la calle y en las urnas. Estamos ante una mutación europea, fruto de la mutación que está experimentando el mundo. Hay una redistribución del poder dentro de Europa, entre las instituciones, entre los Estados y dentro de las instituciones y de los mismos Estados. El derecho de iniciativa legislativa que tenía la Comisión Europea ha quedado liquidado y está ahora en manos de Sarkozy y Merkel. El protagonismo será ahora de la Cumbre del Euro. La Europa de Merkozy ya no es la de Monnet y Schuman, de Gasperi, Adenauer y De Gaulle. El Banco Central también está cambiando. Ahora hace cosas que no hacía un año antes. Comprar bonos, por ejemplo, como hizo este verano pasado para sacar a España e Italia del atolladero. Prestar a chorro a los bancos, como ha hecho este mes de diciembre tras la Cumbre. Todos los personajes de esta representación deberán aprender los nuevos papeles: dos consejeros alemanes del BCE, Axel Weber aspirante a presidir el banco, y Jürgen Stark, han dimitido este año por sus discrepancias con el nuevo guión; Sarkozy está aprendiendo a reprimir su verbalismo para que todos en el BCE entiendan el lenguaje del silencio de Merkel. El propio euro también está cambiando. Moneda triunfante y estable durante diez años, ahora es símbolo de debilidad y de crisis. Ha cambiado y va a cambiar más todavía: después de la cumbre, la incorporación a la moneda única será más difícil. Los candidatos se lo pensarán dos veces. Hasta que empezó la crisis de las deudas soberanas era un proyecto atractivo, expresión máxima de la prosperidad y la estabilidad europeas. Ahora es la promesa de un calvario político y social: gobiernos que caen y sociedades que se empobrecen y pierden sus protecciones y sistemas de bienestar. Hasta 2011 el problema era cómo gobernar el euro. Ha costado mucho pero al fin se atisba un complejo y doloroso sistema para tomar las decisiones y corregir los errores entre los 17 países que mantienen la moneda única con la participación de los que quieran todavía incorporarse a ella. Habrá que ver si todos los socios aprueban la Unión Fiscal y luego si funciona bien, pero en este año que clausuramos ya sabemos cuál es el defecto de este gobierno económico: no tiene detrás un demos, un pueblo europeo, que pueda debatir y avalar democráticamente estas decisiones. El déficit democrático tradicional de las instituciones europeas se concentra ahora en el euro y en el correlato de la unión fiscal, una unión de impuestos que necesariamente remite al lema que estuvo en el origen de la Revolución Americana: no hay impuestos sin representación. La UE ya no aguanta tal como la hemos conocido, aunque aguante el euro. ¿Aguantaremos los europeos?

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31 de diciembre de 2011
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La Folie Baudelaire

El crítico literario que fue indulgente y escrupuloso con tantos mediocres, pero nervioso y huidizo cuando sospechaba alguna excelencia entre sus contemporáneos; el que fue maestro en la reticencia y muy diestro en el arte de masacrar elogiando, no podrá librarse de su maléfica inteligencia y aunque desee permanecer a resguardo en su reposo eterno, se verá perseguido por una posteridad irritada e implacable.

La Folie Baudelaire es un homenaje al estremecido genio, decadente, moderno, morboso y retorcido del gran poeta francés y al mismo tiempo la venganza que Roberto Calasso ejecuta con galante parsimonia contra Sainte Beuve.

No es necesario que el desagravio se extienda a lo largo de las cuatrocientas páginas de su tratado pues basta rescatar en su colofón la remota y olvidada nota secreta que Sainte Beuve dirigió a Napoleón III advirtiéndole del modo en que muchas obras literarias "contribuyen a la disolución de los poderes públicos" y proponiéndole subvencionar "la dirección moral para las obras del ingenio". Como si ya insatisfecho en la tribuna que ocupaba con displicencia, quisiera hacerse acompañar por la milicia y la alta magistratura.

Aun así, la refutación póstuma del gran comisario de las letras francesas la perfecciona Calasso al comparar las avariciosas omisiones de Sainte Beuve con el "descubrimiento" de Laforgue: "Baudelaire fue el primero en contarse a sí mismo sin adoptar un aire inspirado, el primero que no es triunfal sino que se acusa, que muestra sus llagas, su pereza, su inutilidad aburrida en el corazón de este siglo trabajoso y servil, el primero en decirse: la poesía será cosa de iniciados, el primero en hacer comparaciones extraordinarias..."

Baudelaire, el más arcaico de los modernos, el  verbo más poderoso que haya resonado en labios humanos (Proust), la prosa cargada de fluidos eléctricos (Renard), el solitario, impávido defensor del derecho a contradecirse y del derecho a irse, el que admiraba a Chateaubriand por ser el gran aristócrata de la decadencia, el que entró en la zona más oscura y peligrosa de aquello que se puede pensar, se despidió dictando un breve testamento:

"Toda la chusma moderna me horroriza. La virtud, horror. El vicio, horror. El estilo fluido, horror..."

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30 de diciembre de 2011
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"No puedes ser feliz en el caos, no se puede improvisar la felicidad"

Entrevista de El Comercio Gracias a Enrique Planas, quien me entrevistó el 24 de diciembre para la sección Luces del diario El Comercio sobre mi nueva novela, aparecida en la Serie Roja (juvenil) de Alfaguara: El orden de las cosas. No solo me hizo hablar de la novela, sino que además pude hablar de fútbol, una pasión que para mí llega casi al mismo nivel de la literatura, y que fue el principio de la escritura de esta novela acerca del primer amor y la tolerancia. Para los que vean la edición digital, esa foto fue tomada en el 2006, con 10 kilos más y el pelo largo. Para los que hagan clic en la foto y vean la edición que salió en el diario, la camiseta naranja es de Costa de Marfil (mi equipo en el PS3 y mi apuesta en el Mundial de Sudáfrica, que me decepcionó) y la pelota, obvio, la odiada Jabulani. Agradezco también a Enrique Sánchez Hernani quien en su recuento de libros del 2011, en la revista ?Somos? ese mismo 24 de diciembre, comentó mi labor de blogger. Mil gracias. Finalmente, les deseo un feliz 2012 y espero que puedan leer El orden de las cosas. Aquí la entrevista completa:

¨Quería escribir una novela sobre el amor y el fútbol. Un libro de aprendizaje sentimental. Pero no solo eso. Para Iván Thays, escribir una novela para jóvenes implica una responsabilidad. Por primera vez, imaginó a sus lectores reunidos en un salón de clases, leyendo y discutiendo la novela. Y en su interés de motivar el debate, decidió sumar a la historia de ?El orden de las cosas? el tema de la homosexualidad. Así, su más reciente novela publicada por Alfaguara en su serie roja nos cuenta la historia de una gran amistad: la del protagonista con Sebastián, a quien conoce al ingresar al tercer grado de secundaria de un colegio de provincia. Sin embargo, algo hará que esta amistad se haga trizas: Sebastián le confiesa su homosexualidad. ?El escritor debería tratar de darle al lector joven todas las herramientas para que disfrute la lectura, pero además para que empiece a razonar sobre temas que no va a encontrar en novelas juveniles ñoñas. Yo no quería escribir novelas ñoñas. Quería una novela dura, que retrate un mundo en el que los jóvenes se sientan identificados?, explica el autor. ¿Cómo abordas una novela juvenil? ¿Cómo piensas en ese lector?En realidad, no pensé en hacer una novela juvenil. Quería hacer una novela, nada más. Pero me di cuenta de que había muchos saldos pendientes en mi vida: jugar fútbol en el colegio o tener un primer amor colegial. Y un día decidí contar la historia de un chico que jugaba fútbol y que vivía su primer amor con la chica más guapa del colegio. Por el tono, por la añoranza de lo no conocido, porque me comprometí con el protagonista de una forma muy sentimental, me di cuenta de que era una novela más para jóvenes que para cualquier otro tipo de lector. Lo confieso: no imagino a un adulto leyendo esta novela. En la novela, confrontas al lector para que olvide los estereotipos asociados a la homosexualidad.Cuando te dicen que un actor es gay, no te sorprende. Pero cuando descubrimos que el arquero de Alemania lo es, uno dice: ¡No puede ser, es futbolista! La literatura que aborda el tema nos ha enseñado que el gay es el perdedor. Gay puede ser Pichulita Cuéllar, Cara de Ángel o el drogadicto en las novelas de Bayly, pero no quien es primero de la clase, el mejor futbolista del colegio. ¿Y por qué no? ¿Por qué no aceptamos que la homosexualidad es una opción de vida? ¿Los jóvenes de hoy son más tolerantes que los de antes?Creo que el rechazo es siempre su forma de responder. Cuando uno es joven, todo lo que tiene que ver con la sexualidad es oscuro y los maestros no hacen nada por aclararlo. Lo que yo quiero proponer es que la gente hable de sexualidad. Y me ha costado. Hubo una editorial que no quiso publicar esta novela. Hay una regla tácita entre editores de novelas para jóvenes: el sexo está prohibido.Exactamente. Y que no haya gays, a menos que mueran por algún castigo. Me doy cuenta de que esta novela es incómoda para algunos padres de familia y algunos profesores. CUESTIÓN DE ORDENHablemos de fútbol: ¿el protagonista, un zurdo goleador, es el César Cueto que siempre quisiste ser?(Ríe). Siempre quise jugar fútbol y nunca fui lo suficientemente bueno para entrar en el equipo. Pero en mi barrio jugaba mucho. En el colegio, destacar en el fútbol es la principal manera de ser popular.Era muy tímido. Me sentaba al fondo del salón, no hablaba con nadie, apenas tenía amigos. No hablaba con las chicas. Una vez me quisieron presentar una y me escapé por la ventana. Simplemente me excluí de toda mi vida escolar. ¿Cómo aprendiste ese lenguaje no verbal del fútbol?Disfruté mucho describiendo los partidos. Me encantaría haberlos jugado. Pero aprendí no jugando fútbol, sino Play Station. Me ayudó muchísimo. Una época nos reuníamos doce amigos en mi casa y hacíamos partidos dos contra dos. Con mi tándem había una comunicación inmediata. Lo miraba, él me daba el pase, y sin hablarlo sabía dónde ponerla. El fútbol es la clave para demostrar el mensaje de la novela: solo puedes conseguir lo que quieres con orden.El gran tema de la novela parte del fútbol. En él descubres que existe un orden. Yo puedo ser un gran improvisador, pero un equipo ordenado me ganará siempre. Incluso para ser feliz hay que tener un orden, afirmas en la novela.No puedes ser feliz en el caos, no se puede improvisar la felicidad. Para ser feliz hay que ordenarse. Para mí, la idea principal de la novela es que hay que vivir un orden, hay que conocer el orden, sabiendo que ese orden es interior, no algo impuesto por una sociedad conservadora. Con estas reflexiones, viene la última pregunta. ¿Por qué nuestra selección está penúltima en la tabla de las Eliminatorias si parece haber encontrado un orden?Bueno, las Eliminatorias recién han empezado. La clasificación se consigue ganando todos los partidos en casa y ganando uno fuera. Perder ocho partidos fuera está dentro de los planes. En general, pienso que el Perú no es un país ordenado en fútbol. ¡Y lo ves en la final entre el Aurich y Alianza Lima! Al jugador peruano le falta ese orden que, creo, Sergio Markarián quiere darle. Pero es muy difícil. No está en su naturaleza. El Perú nunca ha sido un equipo sólido, pero ha tenido muchas grandes individualidades. Y pienso que lo mismo sucede en la literatura peruana. No creo que el nuestro sea un conglomerado ordenado, talentoso, virtuoso. Yo creo que la literatura peruana tira para abajo, es más bien mala, pero tiene individuales geniales. En general, el Perú es un país donde lo individual supera lo colectivo. Quizás deberíamos aprender a ser un país más colectivo.

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30 de diciembre de 2011
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IV. El regreso a Itaca

Ha vivido al lado de unos seres humanos complicados, como ella misma dice, y por medio de su libro busca reconciliarse con ellos, unos seres que la vida puso en su camino cuando la encontraron en un orfanato, y no busca ajustar cuentas, sino comparar cuentas; saber, entender, comprender, ponerse en paz. ¿Pero lo consigue? Mi identidad estaba en ellos, no tenía por qué buscarla en otra parte, le dice a Juan Cruz en la presentación del libro en Casa de América en Madrid el 28 de septiembre de 2010. ¿Pero la encuentra?

En su voz apagada de doble acento español y chileno hay pesadumbre, una cierta fatiga que no puedo dejar de notar ahora que me siento a ver el video de esa presentación, triste Pilar hasta cuando ríe. Juan le dice que hay una triple delicadeza en el libro, ética, psicológica y literaria, y es cierto, pero no puede tampoco dejar de haber desasosiego para quien se asoma a una tumba sin quietud aunque su intención sea, como ella afirma, dejar atrás los fantasmas molestos que sigue cargando, el del padre atormentado, el de la madre alcohólica. Un padre que alguna vez le ha dicho: "eres más madre mía que yo padre tuyo"; y mientras lo recuerda, tras la ventana de cortinas de gasa que está a sus espaldas, ha caído ya la noche en Madrid. 

El viaje de Pilar a Ítaca es el viaje de regreso a Calaceite, el pueblo de Teruel donde vivió los años más dichosos de su infancia, al menos en sus recuerdos porque la memoria falsifica también la dicha; un viaje que ya no pudo hacer sino en la muerte, la moneda de cobre en la mano para pagar el óbolo al barquero. O dentro de la boca, en la lengua, como las palabras.

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30 de diciembre de 2011
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La tormenta Sagan

Sus padres, burgueses biempensantes, le pidieron que se cambiara el apellido. E inspirada por la Princesse de Sagan proustiana, tomó su nom de plume: Françoise Quoirez pasó a llamarse Françoise Sagan. Ni el alcohol y las drogas; ni los coches deportivos, que conducía descalza; ni los accidentes; ni la ruleta, con sus vuelcos al corazón; ni decenas de novelas, cartas abiertas o películas, provocadores artículos; playboys, densos humos en la noche parisienne con Ava y Truman o su fox terrier muerto por sobredosis al oler uno de sus pañuelos lograron desvanecer del todo su imagen de «niña bien» con esa media melena rubia e ingobernable y una sonrisa definida por la mayoría de sus entrevistadores como «desconcertante». Pero, con todo y con eso, con los escándalos que acompañaron su fulgurante vida sexagenaria (de una sexualidad omnívora a los millones en cuentas de banco suizo, pasando por sus amistades peligrosas), no fue esa reducción a Mademoiselle Chanel de la littérature su obsesión vital. No. «El olvido. Un olvido definitivo, furioso olvido, un olvido de plomo», ese fue su mayor miedo. Ahora,a punto de cumplirse diez años de su desaparición, la editorial Ático de los libros recupera una de sus novelas más ambiciosas: Una tormenta inmóvil. Recién estrenada la veintena, y aún en el living de la casa de sus padres en el Boulevard Malesherbes ?curioso nombre para tan noble zona de París?, reconocía a los reporteros de The Paris Review, alucinados por sus tacones, que tan sólo tenía dos influencias literarias: Stendhal y Proust;  «Una tormenta inmóvil» no es sino un romántico y melancólico homenaje a quien «iluminado por el más bello incendio del mundo», dio vida a Julien Sorel, Fabrizio del Dongo, Lucien Leuwen o Henry Brulard. Tóxica, melancólica, desafiante, animal: «El perfume, la calidez y la piel de una mujer dejan en la memoria un lecho mucho más tierno que el más ardiente de los deseos, si queda insatisfecho».

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30 de diciembre de 2011
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Interrogante 2012

Será difícil superar a 2011, pero 2012 va a intentarlo. Están tendidos los rieles para los grandes acontecimientos, pero sabemos que el máximo asombro no surge de los guiones. Estaba en el guion de este año la larga agonía europea y lo va a estar en el próximo. Lo mismo sucedía con las negociaciones de paz en Oriente Próximo, inexistentes este año y sin previsible reanudación en el próximo. Pero no estaban, en cambio, Fukushima, los tiranos árabes caídos, Bin Laden, Dominique Strauss-Kahn, el asesino noruego Breivik Anders Behring o Berlusconi y su sucesor, Mario Monti. Lo que se sale del guion es lo que da el tono.

Las previsiones para el próximo año bastan para las sensaciones trepidantes. Empezando por lo más próximo, nos acecha la recesión, la recaída, cuyo alcance incluso mundial inquieta en todo el planeta. Esa Europa que elude el protagonismo puede ser un dolor de cabeza del mundo por el efecto arrastre de la crisis de deuda y su indecisión en resolverla. No sabemos si funcionará esa Unión Fiscal forzada por Merkel y Sarkozy, primero ante los omnipotentes mercados; y luego ante los Parlamentos y opiniones públicas de los países que deberán ratificarla. En la agenda está anotada la fecha de marzo y ahí tendremos la primera referencia sobre el cumplimiento de los buenos propósitos. Está en juego el euro, que algunos quieren dar por muerto justo cuando cumple 10 años. No menos trepidantes son las sensaciones que pueden producir los acontecimientos en el norte de África. Vamos a saber qué es el islamismo político en el Gobierno, al menos, de cuatro países: Marruecos, Túnez, Libia y Egipto. Sus dirigentes deberán enfrentarse a problemas que hasta ahora desconocían, empezando por los arcanos de la economía. Pero donde se les observará con atención será en las reformas políticas y constitucionales que afectan a los derechos individuales y a la igualdad entre los ciudadanos, sobre todo en cuestiones como las libertades de expresión y de conciencia. Habrá que ver el rumbo que siguen las revoluciones árabes, así como sus consecuencias geoestratégicas. En el año entrante cabe la caída de Bachar el Asad y el establecimiento de un régimen de la mayoría suní en Siria. Si esto sucede, todo se moverá en la zona, empezando por Líbano, donde el extremismo chií de Hezbolá perderá su contrafuerte en Damasco. En Irak gira en sentido contrario, en favor del chiismo: los suníes se hallan en la puerta de salida de la fórmula de gobierno tutelada por Washington, que apenas cuenta con palancas políticas una vez abandonadas las militares. Irán mueve los hilos en la región para sacar provecho de los movimientos, pero la incógnita es el programa nuclear, es decir, saber si será interrumpido por un bombardeo de Israel con apoyo o autorización de Estados Unidos. Ninguna monarquía árabe ha salido tocada de la oleada de 2011. Las fórmulas son variadas: moverse a tiempo como el soberano marroquí, pedir auxilio a la superpotencia vecina como el de Bahréin, palo y zanahoria en grandes cantidades como el saudí o una imaginativa diplomacia exterior como el de Catar. Veremos cómo les va. Hasta ahora solo han caído presidentes de repúblicas con vocación dinástica; la noticia sería que en 2012 cayera alguno de los monarcas. También lo sería una 'primavera eslava'. Vladímir Putin aparece como una función fija: debe ser presidente de nuevo e instalarse en el Kremlin hasta 2018, después del enroque organizado con Medvédev, que le ha calentado el trono durante un mandato. Pero alrededor del Kremlin viven millones de jóvenes rusos, suficientemente preparados para exigir algo más que unas elecciones trucadas y un relevo organizado desde la vertical del poder. Quieren dar la batalla y seguro que su ejemplo cundirá en los países vecinos donde perdura todavía el esquema autocrático: en Ucrania o Bielorrusia, por no hablar de las repúblicas centroasiáticas. Ahí se parará. En China todo está previsto: llega la quinta generación al poder y será en otoño, nada de primaveras. La campaña electoral en Estados Unidos ocupará casi todo el año. En Iowa empieza la carrera de sacos entre los candidatos republicanos. Si siguen así, el Obama de la gran decepción puede ganar de calle las presidenciales en noviembre. En Francia, Sarkozy irá a la reelección en mayo colgado más que pendiente del euro y vigilado por ambos flancos, el populismo antieuropeo y xenófobo de Marine le Pen, a la derecha, y el socialismo gris de François Hollande, a la izquierda. Las cifras del nuevo año empiezan y terminan con el guarismo del número dos, que es el que más se acerca al signo de interrogación. Las previsiones de la agenda nos señalan las sensaciones fuertes que nos  depara. Fuera de guion y de nuestra  imaginación llegarán sorpresas que nadie es capaz de atisbar aunque se estén cociendo a fuego lento, como sucedió ahora hace un año con las revoluciones árabes.

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29 de diciembre de 2011
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Universo de entidades latentes

 

El mundo que aporta un extranjero

Supongamos  que un físico cuántico se traslada con su equipo a un territorio no perteneciente al universo cultural marcado por la civilización técnico-científica que es la nuestra ( por ejemplo el territorio de una de esas comunidades visitadas y dadas a conocer hace más de medio siglo por  Claude Levi-strauss) y cuenta con los medios para instalar una escuela de formación,  un sofisticado laboratorio, y los instrumentos para efectuar experimentos como los que hoy se realizan en el CERN de Ginebra.

Supongamos asimismo que motivado por el deseo de confrontar alguna tesis antropológica, nuestro hombre elige un grupo de jóvenes, lo más cercanos posible a la adolescencia  y que complementa la educación que  convencionalmente reciben con una dosis selectiva de nuestra formación científica. Los jovenes son iniciados a la aritmética y a la geometría, posteriormente al cálculo  diferencial e integral y finalmente a la topología, con profundización en los espacios de Hilbert.

Es necesario enfatizar que esta iniciación matemática  transcurre en paralelo con el aprendizaje  de las técnicas propias de la cultura autóctona y relativas a la subsistencia y a la ornamentación, así como  ritos iniciáticos,  música genuina etcétera. Se trata en suma de personas que, a lo exigido para su plena integración en el  medio social que es el suyo, aúnan la condición  de matemático, o por mejor decir:  la condición explícita de matemático. Precisión esta última que evita tomar aquí partido  respecto a la tesis platónica según la cual  la matemática  sería un universal antropológico, de tal forma que nadie podría realmente ser parte integrante de la sociedad humana sin llevar en su espíritu potencialidades matemáticas que la enseñanza se limitaría a enriquecer y actualizar.

En cualquier caso los así formados en la matemática pasarían después a adquirir una formación en física, pero no se empezaría por la física newtoniana o la relativista, sino directamente por la teoría cuántica, en la versión standard de la misma, a la que en estas columnas me he venido refiriendo a menudo que arranca en una serie de postulados que  tienen enormes consecuencias para nuestra interpretación de la naturaleza.

Al cabo de un tiempo de estudio esos jóvenes se hallan familiarizado con las fórmulas relativas a  lo que cabe esperar   respecto al valor cuantitativo de un observable aun no medido; familiarizados asimismo con la probabilidad  de que un valor concreto sea el que sale en una de las medidas, etcétera.

Como hemos dicho que el equipo dispone sofisticados instrumentos de investigación, los jóvenes han podido verificar lo bien fundado de tales previsiones y... de algunas más.  Han constatado así  que al efectuar lo que se llama una medida de Bell  en partículas distintamente localizadas,  se establecen entre ellas  correlaciones que las hacen de hecho inseparables. Constatan asimismo que en ciertas condiciones el hecho de comunicar  tal vínculo  entre dos grupos de partículas no contiguos,  hace que este se contagie a otros dos grupos de partículas, situados en ámbito espacial diametralmente opuesto al de los primeros (entanglement swapping en la terminología anglosajona).

Los protagonistas de nuestro apólogo constatan en suma  modalidades de comportamiento que poco tienen que ver con el de las cosas que forman parte de su entorno y delimitan su vida cotidiana. Pues estas últimas dan muestras de un especial tipo de regularidad en su comportamiento, como si obedecieran a leyes que parecen no afectar a las primeras. Esos jóvenes nunca antes  habían reflexionado en los caracteres de tal comportamiento regularizado, pero quizás  sí lo hacen ahora incentivados por el contraste.

Se dan cuenta de que la confianza en esa ordenación  de los fenómenos naturales es un ingrediente fundamental de su propia existencia. Y como consecuencia de ello   viven confiados en que el mal que afecta a una persona no se contagia sino a aquellos que se hallan en contacto con la misma; confiados en que si  han dejado ubicado y a buen recaudo algún objeto, este se halla protegido por  una existencia independiente respecto a los objetos que se hallan distanciados; confiados en que  estas cosas independientes  tienen ciertas propiedades inherentes  y que para modificar  estas propiedades de las cosas (mediante las cuales se distinguen unas de otras) no basta con una  intervención meramente imaginaria en las mismas ; confiados en que si la ingestión de determinada pócima resulta favorable para tal estado patológico, en caso de repetición de la patología  el efecto a esperar  de esa ingestión será aproximadamente el mismo...

Observando el  comportamiento  de   los oriundos de esta nueva cultura, el extranjero se diría que,  al igual que  los habitantes de su propio país, su espíritu se halla configurado  por la idea de  localidad-contigüidad, por la certeza  de vivir en un continuo poblado de individuos, por la convicción de la  irreductibilidad de las cosas al espíritu que meramente las piensa, y por la sumisión de esas mismas cosas a vínculos de causalidad.        Tienen todo ello en la cabeza, aunque nunca lo hayan reflexionado, lo tienen ya sea como  principios constitutivos o innatos, ya sea como resultado de  un proceso  de inferencia.

Ciertamente en ocasiones estos principios rectores parecen ser transgredidos, pero ello como consecuencia de poderes raros, los del hechicero por ejemplo, que logra provocar el mal en una persona interviniendo sobre su efigie.  Sin embargo el hechicero trasgrede los principios, ni los ignora ni los trasciende. Pues precisamente porque hay transgresión hay anclaje en esos mismos principios. El entorno y la propia vida se hallan regidos por leyes cuya puntual violación en virtud de poderes ocultos no hace sino  poner de relieve su peso. Nada que ver con aquello a lo que se ven ahora confrontados,  tanto en el dominio práctico (en el laboratorio que el extranjero ha introducido en sus vidas) como en el teórico (en sus computaciones matemáticas )

Pues cabe suponer que  simplemente nadie les ha dicho que la Mecánica Cuántica tiene que ver con el ámbito cotidiano, nadie les ha dicho que en la matriz de la misma se halla  una tentativa de dar cuenta de ese ámbito cotidiano, nadie ha vinculado el comportamiento de esas partículas al comportamiento de los fenómenos de inmediato percibidos, y por consiguiente no encuentran chocante que las cosas no funcionen  en tal ámbito como funcionan en la cotidianidad.

Los jóvenes matemáticos experimentales no creen estar tratando de la naturaleza, no creen así ser lo que nosotros llamamos físicos, término para el cual tienen un palabra equivalente, pero designativa de una práctica cognoscitiva muy diferente de esta nueva en la que el extranjero les ha iniciado.

Se trata para ellos simplemente de un horizonte paralelo, un horizonte de entidades cuyas propiedades  tienen una pluralidad de valores posibles, uno  de los cuales por razones en parte misteriosas llega a imponerse sobre los demás; entidades que muestran incompatibilidades entre rasgos que en el mundo de la cotidianidad  no solo se perciben en una misma cosa,  sino como caracteres definitorios de la misma.

Espero que este apólogo ayude a la intelección de algo ya en columnas anteriores expuesto y que hoy retomo.

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29 de diciembre de 2011
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Microcosmos 2011

Uno de los descubrimientos más reveladores del 2011 ha sido la existencia de los millones de microbios que habitan el intestino humano, así como la forma en que se agrupan. Según esta información, procedente del Laboratorio Europeo de Biología Molecular de Heidelberg, cualquier individuo, por penosa que sea su situación, debe entender de una vez por todas que el histórico miedo a la soledad es pura metáfora. En realidad nos invade una tropa de microorganismos que permanecen despiertos mientras dormimos, rebanan las sobras del pavo relleno y se retuercen igual que nuestros dedos ante un nuevo recorte. Su existencia parece menos confortable que la nuestra, flotando entre jugos y excrecencias, pero son hábiles formando ecosistemas, asociándose para absorber todo lo que tragamos, de la dieta Dukan al cadáver de Gadafi, las algas japonesas, los pósters de Justin Bieber o la sordidez impúdica de la alcoba de Bin Laden. En el 2011 han tenido más trabajo que de costumbre. A causa de tantas incertidumbres e insomnios, ha aumentado el consumo de benzodiazepinas y de vino en tetrabrik. Lejos de contar con una atmósfera benevolente, nuestra extensa flora bacteriana ni siquiera puede relajarse en el inodoro, al que cada vez más individuos acuden acompañados de su smartphone. Los síndromes de colon irritable se han multiplicado tanto como las depresiones, las descargas, los indignados, la prostitución y las barras de labio rojas. Pero nuestros microbios también han sucumbido a la indigencia cultural como vía de escape para las tripas de un país donde el personaje más buscado del año en Google ha sido Ortega Cano. Aquellos que estudiaron ciencias políticas ?muchos de ellos sentados hoy a la derecha de Rajoy, Mas, Rubalcaba, Botella o Chacón? aprendieron bien la paradoja lampedusiana: si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Ni nosotros ni los microbios estamos muy seguros de ello, aunque Heráclito ya anticipara hace miles de años que el fundamento de todo radica en un inexorable proceso de transformación. En nuestra soledad tan concurrida nos invade un clima histórico de cambio de paradigma impulsado por la urgencia del dinero. El desplome de un capitalismo de casino ha venido acompañado de las revoluciones árabes; una buena colección de dictadores han sido derrocados; y en China la amenaza de una revuelta política toma cuerpo. Mientras, los eurozombis insisten en la necesidad de trabajar como chinos para garantizar la supervivencia de la vieja dama, sin romanticismos que valgan, sino con la austeridad de una ex RDA, Angela Merkel. En el 2011 han caído de la lista de los más influyentes Strauss-Kahn, Oprah Winfrey o Julian Assange, mientras que el creador de Facebook ocupa el noveno lugar en Forbes; no en vano este ha sido el año en el que nos hemos visto empujados a crear una identidad digital. El mundo aguarda el relevo de liderazgos mientras oye rugidos desde Atenas y El Cairo. Nuestros microbios intentan guarecerse, pero la sanidad se desangra, la ciencia se rebaja a secretaría de Estado y los trabajadores cada vez están más convencidos de que los recortes nos devolverán a los tiempos de la revolución industrial. A los microorganismos, tan inmateriales como un eón, la precariedad les ha llegado en forma de colesterol, pero también de foie con Sauternes, porque en este mundo que parece desmantelarse se come admirablemente bien. Al fin y al cabo, casi todos tenemos la fantasía de cobijar un ser oculto en nuestro interior ajeno al mundo de afuera; nuestro auténtico yo salpicado de deseo y esperanza. Porque parece que nos hayamos echado un siglo a las espaldas, pero tan sólo ha bastado un año para convertirnos en una legión de microbios. (La Vanguardia)

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28 de diciembre de 2011
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