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Invisible, imposible

En 1995, hace ahora exactamente diecisiete años, se publicó en Francia uno de los libros más extraordinarios que existen sobre un asunto ya con un eterno retorno, cine y literatura.
Titulado por Christian Janicot, su compilador y prologuista, ‘Anthologie du Cinéma Invisible', consistía en una selección de cien guiones cinematográficos nunca filmados y en su mayoría escritos -precisamente- para no ser llevados a la pantalla. Janicot, que los rastreó por todo el mundo, encontrando no sólo a los grandes nombres sino a artistas también menos consagrados, logró además que el editor Jean Michel Place produjera un volumen de gran formato y casi setecientas páginas de bellísimo (y nada decorativo) diseño con la intención de
rendir homenaje al centenario del nacimiento del séptimo arte, que se fija, redondeando fechas debatidas por algunos historiadores, en 1895.

De los cien poetas, novelistas, filósofos o artistas plásticos que Janicot halló y publicó, doy unos cuantos nombres indicativos, para señalar la importancia del libro: Apollinaire, Savinio, Pirandello, Céline, Duchamp, Lorca, Pavese, Sartre, Magritte, Ginsberg, Perec, Zweig, Mandelstam, Fondane, Gómez de la Serna, Döblin, Maiakovski, Klaus Mann, Gertrude Stein, Soyinka, Artaud. Todos ellos, y los que no nombro, tuvieron en algún momento de su vida un sueño fílmico, la escritura de un texto literario pensado para la cámara, sin que hubiera detrás de su sueño un productor, un equipo técnico ni unos actores, aunque alguno de los seleccionados (como Brecht, Brossa o Sartre) sí escribieron, por encargo, guiones de cine -digámoslo así- comercial, para Fritz Lang, Pere Portabella y John Houston, respectivamente. Pero esos guiones no los recoge Janicot, quien propone en su antología el mapa fabuloso de un tesoro que nunca se amasó; las páginas escritas eran las pistas para llegar a él.

Muy distinto es el caso de la película que, con muy buena acogida periodístico-humanitaria y muy pocos espectadores se ha estrenado recientemente, y que en España lleva por título  ‘Esto no es una película' (‘In film nist' es su título original). El director Jafar Panahi no sueña el film irrealizado, sino que lo enuncia y lo relata, por razones que merecen toda nuestra simpatía y solidaridad. Como es sabido, el régimen teocrático imperante en la antigua Persia persigue sañudamente no sólo a las mujeres y a los disidentes; el cine, por su resonancia, está en el punto de mira de los ‘ayatolas' de distinto pelaje que allí se disputan el poder, habiéndose producido la triste paradoja de que en los últimos veinte años los festivales internacionales, las semanas de cine, las cinematecas y las revistas especializadas del mundo ‘libre' programan reverencialmente, premian y ponen por las nubes las obras de un plantel de cineastas iraníes, hombres y mujeres, que en su propio país carecen de público y no pueden mostrar, bajo ningún concepto ni formato, sus realizaciones. Este cine creado en un ‘vacuum' y dirigido a la galería occidental lo financian en gran medida productores europeos, en una iniciativa encomiable, aunque yo, a título personal, exprese aquí la opinión de que los Kiarostami, Makhmalbar (padre, hijas y esposa, todos ‘metteurs en scène'), Neshat, Panahi ‘et alia',  están sobrevalorados.

Jafar Panahi fue encarcelado por el régimen del siniestro Ahmadineyad y sólo por la presión internacional liberado el 25 de mayo de 2011, tras llevar a cabo una huelga de hambre y haber sido detenidas por más breve tiempo su mujer y su hija. Al salir de la cárcel, el gobierno le confinó en su casa bajo arresto domiciliario, del que Panahi, valerosa e imaginativamente, se quiso ‘fugar' grabando con el móvil y una pequeña cámara digital, dentro siempre del recinto del piso, el esqueleto (o escaleta) de la siguiente película que pensaba hacer. Como espectador nada entusiasta de los anteriores largometrajes suyos que conozco (‘El globo blanco' y ‘El espejo'), no puedo aventurar si esa película imposible, de haberla hecho cumplidamente, me habría gustado. En cualquier caso, lo visto ahora en los cines de Europa, con una breve duración de 75 minutos, resulta a mi juicio de escaso interés. 

   Panahi, que es sin duda un cineasta avezado, intenta sacar el máximo provecho a sus limitaciones, teniendo en la cabeza (tal vez) el modelo de Hitchcock en dos de sus más notorios
títulos, ‘Náufragos' (‘Lifeboat', 1944), que trascurría toda en un bote salvavidas donde se apiñan nueve supervivientes del naufragio de un paquebote, y ‘La soga' (‘Rope', 1948), filmada íntegramente en el decorado interior de un piso de Manhattan y, para rizar aún más el rizo de lo difícil, en siete planos-secuencia. Los resultados no pueden ser más distintos. Desoyendo (en esto) el consejo ‘hitchcockiano', Panahi da cierta relevancia a un perro, el de la vecina recalcitrante, y a una iguana que, por algún motivo inexplicado, la familia Panahi alberga en su casa. También se ven en la televisión, a modo de correlato objetivo, las imágenes de la tragedia nuclear de Fukushima, si bien la mayor parte del metraje se consume en conversaciones telefónicas explicativas y farragosas, sostenidas por el director con su voz monocorde y de apagado timbre. El desenlace del joven estudiante que recoge piso por piso la basura, al principio intrigante, se alarga demasiado, y acaba pesando. ‘In film nist' respira cuando en sus últimos planos, tomados desde el portal del edificio, la camarita de Panahi enfoca los disturbios y fuegos que se están produciendo, realmente, en la calle. La vida exterior, borrada a la fuerza por la censura, irrumpe en una película que sólo entonces, durante pocos segundos, llega a serlo.

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10 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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William Faulkner a colores

El libro de Faulkner con 14 colores Hace una semana, comenté una carta de William Faulkner a su editor, donde se lamentaba que no existiera tintas de diferentes colores para editar El sonido y la furia (y evitar algunas confusiones de tiempo y personajes al lector). Pues al parecer la editorial The Folio Society ha tomado en serio el pedido. Me entero de eso en el blog “Papeles perdidos”, en la entrada Letras en 360° de Virgina Collera. Dice:

Más de ochenta años después de su publicación, y aprovechando la efeméride del 50 aniversario de la muerte de William Faulkner, The Folio Society ha publicado El ruido y la furia exactamente como el escritor quería: a todo color. El libro, que narra la decadencia de la familia Compson, tiene muchos saltos temporales y a Faulkner le hubiera gustado utilizar distintos colores para que el lector no se despistase con tanto vaivén cronológico. En 1929 el estadounidense escribió: “Ojalá la edición estuviese más avanzada para usar tinta en color… Me guardaré la idea para cuando se haga mayor”. Faulkner se tuvo que conformar con utilizar la cursiva para distinguir los distintos periodos temporales pero, por fin, en 2012, The Folio Society, a sugerencia de uno de sus miembros, ha trabajado durante un año con dos expertos en la obra de Faulkner, Stephen Ross y Noel Polk, para editar esta colorida versión de El ruido y la furia. (vía The Guardian y The Folio Society)



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9 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sagapò (Te quiero)

Quienes, antes de leer este libro, ya tuvieran una idea muy  pobre acerca del comportamiento bélico de los italianos, cuando terminen Sagapò habrá visto confirmadas hasta la saciedad sus peores sospechas.  Y eso que, encima, Renzo Biasion ni siquiera es un amargado rencoroso dispuesto a ajustar cuentas con quienes no sólo le arruinaron cinco o seis de sus mejores años de la vida, y  no sólo le pusieron en trance de morir en nombre de los delirios de un dictador lunático sino que encima les abandonaron a su suerte a él y a sus compañeros. Y quienes, por ejemplo yo, han pasado un año y medio de su vida integrados en un ejército que era fiel reflejo del alma de su Caudillo, van a encontrar perfectamente reconocibles muchas de las situaciones que aquejan a los soldados que protagonizan los trece relatos de este libro,  aparte de que es un motivo más  para sentirse afortunados por no haberse visto envueltos es un conflicto bélico de verdad.

Renzo Biasion, nacido en Treviso en 1914, ya estaba dando sus primeros pasos profesionales en el taller del pintor veneciano Juti Ravenna, cuando fue llamado a filas y enviado al frente greco-albanés, sin duda una de las experiencias bélicas más traumáticas de la aventura italiana en los Balcanes. De derrota en derrota, y tras su paso por diversas guarniciones desperdigadas por las ya de por sí desperdigadas islas griegas, entre 1941 y 1943,  Biasion fue enviado como prisionero de guerra a Holanda y Alemania. Y fue allí, en un campo de internamiento y porque no disponía de los útiles de pintar, donde Renzo Biasion escribió éste su único libro.

Lo cual es una desgracia porque se trata de un narrador espléndido, con unas dotes notables para la descripción de paisajes y situaciones y porque derrocha empatía por sus personajes, fundamentalmente los más crueles, mezquinos y deplorables, lo cual es una de las virtudes más de agradecer en un narrador. Sin embargo, lo más notable, lo que más asombra según se pasa de un relato a otro, es  la notable amplitud de registros narrativos que exhibe este pintor apreciado pero humilde, y que según confesaba él mismo apenas si había contribuido con unas pocas piedras al gigantesco edificio del arte.  Nunca sabremos si hubiera gozado de un trato mejor en el barrio destinado a los escritores en la República de las Letras.

Sagapò es la traducción fonética popularizada por los soldados italianos de la expresión griega "te quiero", y aunque desde Elio Vittorini (su primer editor en Einaudi) en adelante se acostumbra a resaltar que el libro narra las aventuras amorosas entre tropas invasoras y nativas invadidas, Biasion va mucho más allá. Es cierto que los trece relatos tienen como protagonistas a oficiales, suboficiales y soldados olvidados por sus superiores en diversas islas griegas. Pero incluso la película Mediterráneo, ganadora de un Oscar en 1993 y libremente  inspirada en el libro, ha ofrecido una idea algo edulcorada de aquella aventura, que no tiene nada que ver con unos fogosos y apasionados amantes abandonados en el paraíso y sin nada mejor que hacer que enamorar a las bellas nativas. He dicho que Biasion no está ajustando cuentas, pero su estancia en las islas tampoco le ofuscó los sentidos. Por descontado que no es insensible a la belleza del paisaje terrestre y al mar, y algunas de sus descripciones son muy hermosas, pero lo que predomina es el estado de guerra, con todas las miserias físicas  y humanas que ésta conlleva en la forma de pueblos arrasados, cultivos esquilmados y  poblaciones sometidas a la pobreza más brutal, razón por la cual no sale una sola mujer que, de grado o por fuerza, no sea prostituta, por lo que también las relaciones entre invasores e invadidas están marcadas por la necesidad y el comercio. Aparte de la muerte al acecho.

Y sin embargo los relatos son de una belleza sorprendente, casi siempre debido a la ya mencionada calidad literaria de su autor.  Hay uno en especial, titulado "De profundis" que Kafka lo hubiera podido aceptar como suyo. Unas tropas miserables, encargadas de defender una posición maltratada por el sol, el viento y las moscas, y sin el menor valor estratégico, van siendo sistemáticamente masacradas por un enemigo invisible y del que no se sabe su identidad ni siquiera al final, como si fuera el Enemigo. Es un libro ideal para llevarlo de fin de semana, a poder ser junto al mar porque viendo disfrutar a los soldados en la playa le entran a uno unas ganas irreprimibles de hacer lo mismo.

Sagapò (Te quiero)    

Renzo Biasion

Acantilado



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9 de julio de 2012
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Donde nace el amor

La ciencia derriba mitos. El pensamiento mágico los alienta. De manera muy distinta, ambos bracean por hallar un sentido a todo aquello que transforma, engrandece o anula nuestra existencia. La una palpa la materia, pródiga en diseccionar los mecanismos vitales y atribuirles un origen y una localización. El otro recorre un viaje inmaterial para desasirse del pragmatismo y encontrar respuestas personalizadas y a menudo complacientes, pero casi siempre misteriosas. La ciencia nos dice ahora: señores y señoras, ya sabemos dónde se origina el amor, y sintiéndolo mucho vamos a derribar su mito romántico. Porque el amor nace allí mismo donde estalla el deseo sexual o donde se cocina la adicción, según sostiene una investigación publicada en The Journal of Sexual Medicine. Después de analizar las respuestas bioquímicas y neuroendocrinas que generamos en determinadas zonas del cerebro tanto con el amor como con el deseo, un grupo de científicos ha concluido que el sentimiento amoroso se retroalimenta a través de la recompensa, como lo hacen las drogas en los adictos. El pensamiento mágico exalta los cielos derretidos en rosa y las fuentes cristalinas que acompañan el dulce extravío de los amantes. Todo parece orquestado por una fuerza superior, que la ciencia identifica y ubica en nuestro cerebro. Y asegura que ante el amor su comportamiento es menos dependiente de la presencia física de otra persona que en la atracción sexual. Cierto es que el amor es un sentimiento totalizador que a menudo nos exilia de la realidad, pues en ella no encuentra morada ni reposo. Su manera de declinarlo carece método porque su objetivo es abstracto, flexible y complejo. Claro que los hay redondos y espaciosos, pero también atormentados y oscuros, frustrantes, invasivos. A menudo la gente afirma: «Pero eso no es amor aunque lo llamen así». «Amores tóxicos», dicen, a modo de titular resultón, como si la humanidad en cuestiones de amoríos pudiera repartirse entre sanos y enfermos, satisfechos, insatisfechos, hipócritas o ingenuos. Los científicos confiesan que ha sido muy difícil ubicar el lugar exacto donde surge el amor, porque, a diferencia de la ira o el placer, se trata de un asunto que involucra muchas áreas del cerebro. Y de ello podríamos extrapolar que no es tu corazón sino tu sistema límbico el que acabará decidiendo el origen de tal sentimiento. Hemos pasado del amor espiritual entendido como un sentimiento elevado, a la prosa de la química, que incluso ha llegado a considerar la pasión como un mal constipado. Ahora, atentos al laboratorio, quedamos expuestos ante el patrón biológico que disecciona el ideal amoroso cultivado por nuestro imaginario. Y quién sabe ya si la pasión y la razón pueden ser una pareja bien avenida, la primera entendida como el motor capaz de hacerlo despegar, la segunda como el controlador que determina la travesía.

(La Vanguardia)

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9 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un éxito de Artur Mas

Nada preocupa tanto a los catalanes en estos días como el paro y la precariedad laboral. Un 39% consideran que constituye su primer y principal problema. El segundo problema, que cita el 24,6%, es el funcionamiento de la economía, materia sobre la que el conjunto de los ciudadanos está recibiendo una terrible y aleccionadora formación acelerada. El tercero, citado por el 10,1%, es la insatisfacción con la política. Y solo el cuarto, que ocupa el centro de las ocupaciones del 7% de la población, es la financiación de Cataluña, o, dicho en otras palabras, el famoso pacto fiscal propuesto por el Gobierno de Artur Mas, que debiera conseguir algo similar al concierto vasco para resolver los actuales y permanentes problemas dinerarios de la Generalitat.

Estas cifras tienen menos atractivo e impacto que el dato realmente novedoso de que el 51,1% de los encuestados se manifiestan por primera vez en favor de la independencia, en una progresión de 6,5 puntos con relación a la anterior encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión de la presidencia del Gobierno catalán. Contrasta este dato con que las relaciones entre Cataluña y España constituyen solo el quinto problema que preocupa a los catalanes, al 5,9%, detrás de los cuatro antes mencionados. El crecimiento del independentismo catalán, simultáneamente a la campaña del Gobierno en favor de un nuevo sistema de financiación, suele tener una curiosa y contradictoria acogida por parte de ciertos medios madrileños, en la que se mezclan los sarcasmos sobre la validez y el rigor de las encuestas con la denuncia de la gravedad del estado de las cosas en Cataluña. Algo parecido ha venido sucediendo con otras iniciativas independentistas, como las consultas populares o ahora el movimiento de los municipios por la independencia. Mañana se cumplen dos años de la manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. En este breve periodo, la oleada que entonces empezó no ha hecho más que crecer. El único obstáculo con que ha tropezado la agenda independentista, alimentada por la dilación y el contenido de la sentencia del Constitucional, ha sido la construcción de una alternativa nacionalista más pragmática y concreta como es el pacto fiscal en la línea del concierto vasco propuesto por Artur Mas. Con la ventaja de que la propia concepción de este artefacto político repite el esquema que sirvió a Esquerra Republicana para su apoyo inicial al nuevo Estatuto: si no se obtiene, abrirá todavía más el ángulo de posibilidades de la independencia. De ahí que al final de las cuentas ambas agendas aparezcan por el momento fundidas como si fueran las dos caras de una misma estrategia política: los independentistas son los primeros apóstoles de un pacto fiscal en el que no se ceda ni un centímetro, mientras los posibilistas del pacto fiscal esgrimen la amenaza del independentismo como el irremediable camino en caso de que nada de sustancial se obtenga. Con la nota al pie de que la fusión es una máquina divisiva temible para el socialismo catalán, conminado cada día con mayor intensidad a que decida de una vez si quiere quedarse con el PP y el PSOE o seguir participando de las filas catalanistas. Las entrañas de la encuesta y sobre todo la evolución de los dos últimos años revelan que ambas campañas están obteniendo excelentes resultados en la opinión pública, hasta modificar la percepción de la crisis en Cataluña, atribuida directamente a la ausencia de un sistema de concierto como el vasco, o mitigar la irritación por los recortes en sanidad, educación o empleo. No sabemos hasta qué punto esta oleada de cambio de opinión es un efecto específico catalán del terremoto geoeconómico que estamos sufriendo con la crisis. Tampoco si se trata de modificaciones que llegan para quedarse. Menos aún cómo se maneja políticamente todo esto. Artur Mas ha reconocido que se trata de territorio desconocido. Pero de momento es un éxito bien suyo al que nadie ha conseguido dar una respuesta alternativa desde fuera del nacionalismo.



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9 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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"El sur produce una novela policial específica"

Petros Márkaris Hay vida después de los clásicos, afirma María Antonia Sánchez-Vallejo, aunque su afirmación parece más una pregunta en el diario El País. Está hablando de Grecia, antes la cuna de la cultura y la literatura occidentel, y hoy una tierra donde sobran dedos de las manos para contar a los escritores importantes. Uno de esos nombres actuales es el de Petros Márkaris -lo recordarán de la Euroliteraria 2012-, autor de novelas policiales que edita en castellano Tusquets, y guionista del gran cineasta griego, recientemente desaparecido, Theo Angeloupolus.  Enric González lo entrevista extensamente para El País. Dice:

PREGUNTA. En Atenas se escuchan frases durísimas contra los alemanes. ¿Cómo vive usted, un hombre de cultura germánica, ese desencuentro tan peligroso para toda Europa?

RESPUESTA. Cuando llegué a Grecia me preguntaba cómo era posible que los griegos acogieran a los alemanes, sus antiguos ocupantes, con los brazos abiertos. Mejor que a quienes les liberaron, los británicos y los estadounidenses. Y de repente llegó la crisis. En parte por nuestro empecinamiento, en parte porque los alemanes no muestran la menor comprensión, la relación ha quedado destruida. Los alemanes parecen haber olvidado que nunca pidieron disculpas por la ocupación. Lo hicieron con otros, no con los griegos. En la inmediata posguerra, el embajador de Alemania Federal en Grecia informó a su ministerio de que no hacía falta pedir disculpas porque los griegos estaban muy ocupados con su guerra civil y habían olvidado lo otro.

P. ¿Era verdad eso?

R. Era falso, evidentemente. Ahora la historia nos está atrapando, y de muy mala manera. (…)

P. ¿Cómo se le ocurrió empezar a escribir sobre un policía?

R. Entre 1991 y 1993 estuve escribiendo guiones para una serie de televisión llamada Anatomía del crimen. Tenía un enorme éxito, pero al principio de la tercera temporada me sentía exhausto. Quería parar y los ejecutivos de televisión me presionaban para seguir. Llegué con ellos a un acuerdo: iba a escribir los cuatro primeros meses de la nueva temporada, y luego lo dejaría. Estaba con esos episodios cuando empecé a sentir la presencia de una familia, padre, madre e hija. Cada mañana, cuando me ponía a escribir, estaban ahí. Era una familia griega muy normal, ni ricos ni pobres. Yo no quería saber nada de ellos, solo que desaparecieran de mi cabeza. Me complicaban el trabajo. Pero el hombre, el padre, era realmente insistente. Estaba ahí cada mañana. Era una tortura que no me dejaba escribir. Entonces decidí que si él me torturaba a mí, yo le torturaría a él. Para empezar, le hice policía, un policía que participó en las torturas durante la dictadura. Así nació Jaritos.

P. Usted será lector de novela negra.

R. Desde siempre.

P. ¿Cuáles son sus preferencias?

R. Cuando empecé, mis referencias eran las novelas británicas y estadounidenses. Siempre preferí las estadounidenses, por el fondo social. Los enigmas policiales no me interesan demasiado. Cuando empecé a escribir la serie de Jaritos y comprobé que la novela policial podía ser novela política, me asomé al panorama literario europeo. Descubrí a Manuel Vázquez Montalbán, a Leonardo Sciascia? Mi generación fue muy politizada, por lo que me interesaba hablar de política. Y en ese sentido, Montalbán era un gran modelo.

P. ¿Se siente parte de algún tipo de corriente literaria mediterránea?

R. Sí. El sur produce una novela policial específica. Para empezar, tiene un alto contenido social y político. Otra característica es su relativa ausencia de brutalidad, en comparación con la novela policial nórdica. Supongo que tiene que ver con el hecho de que el sur ha tenido que enfrentarse, política y socialmente, con la brutalidad: dictaduras, fascismos, mafias? Un escritor sueco, en cambio, tiene que demostrar que no todo es idílico en su sociedad y por eso recurre a la violencia. El tercer factor, muy importante, es la cocina. Pepe Carvalho, o el Montalbano de Andrea Camilleri, o el propio Jaritos, aman comer bien. Con los escritores nórdicos se tiende a la cerveza y los bocadillos. Lo de la cocina tiene mucho que ver con la posición de la mujer en la sociedad. En el centro y el norte de Europa, la emancipación de la mujer ocurrió antes y ya hace años que se liberaron de la condición de amas de casa. Eso fue bueno para la mujer, pero malo para la cocina. Los griegos de mi generación, y en general los mediterráneos, tuvieron madres que eran amas de casa. En nuestra infancia la comida fue un asunto relevante. Y por eso acabamos metiéndola en las novelas. Y aún una última cosa: la ciudad. Si usted lee una novela de Agatha Christie, no hay ciudad detrás. En nuestras novelas mediterráneas la ciudad no es solo un escenario, como ocurre frecuentemente con la novela estadounidense, sino un personaje. Si uno ha leído a Vázquez Montalbán, llega al restaurante Casa Leopoldo y le es completamente familiar.

P. ¿Cómo será la Atenas en la que vivirá Jaritos al final de la trilogía?

R. Atenas ya ha cambiado mucho en los últimos tres años. Ha cambiado a peor. Ni siquiera yo la reconozco. Las revueltas en el centro de la ciudad han dejado decenas de edificios quemados. Fue un desastre que comenzó en 2008, con la primera explosión de violencia urbana y la decisión gubernamental de no utilizar su poder para sofocarla. Entonces tres escritores firmamos una carta en la que afirmábamos que aquello era lo peor que podía suceder. La intelectualidad de izquierdas me criticó por firmar la declaración. Les respondí que la ciudad estaba rompiéndose y había que hacer algo. Ahora les digo: mirad lo que ha ocurrido. No resulta admisible que la violencia de la izquierda sea legítima, y la violencia de la derecha, no. Eso es ideología barata. ¿Aquí todos somos inocentes de lo que ocurre? La inocencia se ha convertido en Grecia en una profesión. Tendríamos que hacer un monumento a Jean-Paul Sartre y concederle la nacionalidad griega a título póstumo, porque la única verdad que permanece en pie aquí es aquel principio sartreano: el infierno son los otros.

(…)

P. ¿Y las consecuencias culturales del desastre?

R. Grecia era un país pobre con un alto nivel cultural. No solo poesía, no solo teatro, no solo música: podría darle muchos nombres. Las películas de mi amigo Theo Angelopoulos son un ejemplo. Pero en 1980 no solo decidimos que habíamos acabado con la pobreza, sino también con los valores de la pobreza, morales y culturales. Ahora estamos volviendo a la pobreza, pero sin valores. Es una de las cosas que más me preocupan, porque cuanto más pobre eres, más valores morales y más cultura necesitas.

P. ¿Qué ha votado Jaritos en las últimas elecciones?

R. Jaritos es policía y por tanto tiene instintos conservadores. No le gusta estar sin Gobierno. Ignoro lo que votaron su hija o su yerno, pero estoy seguro de que tanto él como su mujer votaron a la derecha, a Nueva Democracia. Hicieron como muchos otros griegos: se taparon la nariz, porque Nueva Democracia apesta, y votaron.

P. ¿Y ahora?

R. ¡Y yo qué sé! La prensa alemana me tiene loco preguntándome qué va a pasar, y solo puedo explicarles que a veces no hay respuestas. Y si me preguntan qué puede hacer Alemania por Grecia, les digo que mantengan callados a sus políticos. Que dejen de insultar a los griegos, por favor. El 24 de mayo estuve en Bonn para dar una conferencia y vi una portada de Die Welt, el diario conservador, en la que una ministra proclamaba: ?Europa debe aprender de Alemania?. Nosotros no aprendemos, cierto, pero los alemanes tampoco aprenden. Recuerdo cuando los estadounidenses nos decían: ?Nosotros tenemos el poder, así que debéis hacer lo que nosotros ordenamos?. Lo mismo decían, con más brutalidad, los soviéticos a los polacos o los checos: ?Cumplid nuestras órdenes y callad, porque somos los más fuertes?. Los alemanes, en cambio, no nos dicen que son más fuertes, sino que son ?mejores?.

P. Recurren a argumentos morales.

R. Porque tienen el trauma de la Segunda Guerra Mundial. No se atreven a decir ?somos más fuertes que vosotros? y optan por decir ?somos mejores que vosotros?, lo cual es mucho peor.



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8 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Voces y cuerpos de la historia

La historia ha entrado últimamente en una época muy mala. Nunca ha sabido a dónde iba, pero ahora ni siquiera está segura de su propia existencia. Su corporeidad, tan efectiva cuando era solo una rolliza musa del Parnaso, la memoriosa Clío, se desvanece en la época de instantaneidad digital. Es el momento glorioso en que ella lo es todo y, en consecuencia, se acerca a la nada. Un partido de fútbol o de tenis, un gol a lo Panenka, una noche de negociación sobre la salvación de bancos quebrados, un auto judicial sobre delitos comunes cometidos por ciudadanos nada comunes, hacen historia; mientras matanzas, invasiones y atrocidades de todo tipo se hunden en los bajos llenos de neblina de las páginas digitales y en las columnas de breves de los diarios en papel.

Francis Fukuyama la había dado por liquidada hace ya algunos años, en la época del mundo unipolar y antes de que todo esto se pusiera de nuevo patas arriba. La había revitalizado, en cambio, la teoría del relato, que pone la realidad en manos de los guionistas y los guionistas a sueldo de las multinacionales, partidos y gobiernos. Así es como la musa de antaño se hace carne gracias a trucos de serie de televisión, la estructura de un discurso político o una campaña de publicidad viral. Todo se le permite a quien haga política salvo perder el hilo del relato, quedarse sin historia que contar. La historia ha tomado esta semana dimensiones colosales. Ocupada diariamente en la crepitación del instante, el tuiteo de un famoso, la consistencia narrativa de un político o una supermarca deportiva, de pronto se adentra en las oscuras explicaciones de los orígenes del universo. La prensa con reputación ha sacado sus titulares mayores para anunciar el descubrimiento de una partícula subatómica que encierra la cohesión de la materia y la clave de los orígenes. Una maravillosa jerga digna de la mejor imaginación literaria o teológica adorna estas primeras páginas como si fuera una broma contra el periodismo y su oportunista trivialización de la historia: hadrones, bosón, partícula de Higgs, acelerador de partículas. Sobre las explicaciones, mejor no entrar en detalles. Basta con atender a los futuros descubrimientos que se seguirán del feliz hallazgo. Sandro Bertolucci, el director del CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas), nos lo cuenta con palabras calcadas a las que usaba Donald Rumsfeld, secretario de Estado de Defensa de Estados Unidos cuando Bush, para hablar de las armas de destrucción masiva: hay hechos desconocidos cuya existencia conocemos y hechos desconocidos que no sabemos que no conocemos. Estos últimos, a la vista del bosón, son el 96 por ciento del universo. No es Bankia, pero es noticia. Primera página. Abriendo. La historia nos habla, con voz potente, a través de una partícula invisible, una sólida conjetura científica que hace saltar las lágrimas de los físicos.



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7 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El otoño literario español

La novela para adultos, The Casual Vacancy, de JK Rowling también en castellano Gracias a Juan Palomo nos enteramos de algunas novedades del otoño editorial español, que sigue dando pelea en medio de la crisis:

Si hace unas semanas les adelantaba los títulos del otoño literario norteamericano que más interés despiertan, les advierto que por aquí no vamos a ir a la zaga: Tusquets anuncia para mediados de septiembre lo último de Murakami, Bailar, bailar, bailar; Anagrama, la Poesía de Houellebecq y los Genios de Harold Bloom; Alfaguara, una selección de cuentos de Javier Marías, mientras Salamandra otoñea con Más afuera, de Jonathan Franzen, con la esperadísima Rowling y un nuevo Camilleri. Seix Barral apuesta por los cuentos de Don Delillo; Península, por Patrick Modiano; Plaza & Janés, por El invierno de los mundos de Ken Follet; Planeta por Ángeles Caso y su Donde se alzan los tronos, y Destino por Juan Manuel de Prada y su perdedor de la División Azul. 



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6 de julio de 2012
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II. El siempre poderoso Karaí Guazú

Paraguay es desde su independencia en 1811 parte de esa geografía de páramos autoritarios, dominado desde siempre por la figura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y Velasco, Supremo Dictador Perpetuo de la República, el célebre doctor Francia. El siempre poderoso Karaí Guazú, como se le llamaba en guaraní. En su novela Yo el Supremo, Augusto Roa Bastos lo ve como la gran sombra patriarcal que no termina de disolverse en la historia aunque pasen los años desde su muerte, cabalgando por las calles desiertas, frente a las casas cerradas a piedra y lodo, "bajo el enorme tricornio, todo él envuelto en la capa negra de forro colorado, de la que sólo emergían las medias blancas y los zapatos de charol con hebillas de oro, trabados en los estribos de plata".
El doctor Francia había convertido al Paraguay en un sepulcro cerrado para quienes vivían en su territorio, sin mendigos ni ladrones ni asesinos, pero también sin enemigos del estado, hacinados en los calabozos, o en los cementerios. Lo sucedió en el poder perpetuo su sobrino Carlos Antonio López. Tras su muerte en 1862, ese poder pasó a manos de su hijo, Francisco Solano López, disoluto aficionado a las faldas, premiado por su padre con las insignias de brigadier a los dieciocho años de edad, y elevado por sí mismo a mariscal.
En el primer cuarto del siglo veinte, el país tuvo quince efímeros presidentes, hasta que regresó de nuevo la dictadura perpetua con el general Alfredo Stroessner, que se mantuvo en el mando por 35 años seguidos, de 1934 a 1989, en nombre del partido Colorado, un verdadero partido único que llegó a gobernar por 61 años. Y el Paraguay conserva su misma raíz feudal desde los tiempos del doctor Francia.

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6 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tratado sobre Mario Bellatin

Hace unos quince años viajé a Lima en busca de un chamán que me librara del espíritu de un amigo muerto. El amigo se había suicidado, y su fantasma se me aparecía todas las noches. Lima, me recomendaron, es la solución, y yo partí. El chamán vestía de negro, llevaba botas militares, era calvo y le faltaba el brazo derecho. Se llamaba Mario Bellatin e iba con sus perros a todas partes. También era escritor. Me contó que escribía novelas, aunque en realidad los géneros eran más bien difusos para él. Quería llegar a un punto de libertad que le permitiera escribir simplemente libros. En la primera sesión de terapia me pidió que escribiera durante una hora. Sobre qué, pregunté. Tema libre, como cuando eras niño. Así lo hice, algo nervioso porque no estaba acostumbrado a tanta informalidad. Yo admiraba a Vargas Llosa, eso de las estructuras bien cuidadas, eso de la arquitectura narrativa. Mario se rió cuando le mencioné a Vargas Llosa. Me dijo que la escritura era pura intuición, y me pasó algunos de sus libros. Me impresionó Salón de belleza, me impactaron Flores y La escuela del dolor humano de Sechuán, me dejó frío Poeta ciego. Le pregunté por mi amigo muerto. Por toda respuesta, Mario se puso a girar como un derviche. Pertenecía a la religión sufí, me dijo, y eso le había enseñado que no debía tenerle miedo a mi amigo. Más bien debía disfrutarlo. Los muertos están vivos y siguen con nosotros, dijo. Viven en otra realidad, quizás más interesante que esta. Me fui de Lima con cierta tranquilidad; aunque el amigo no dejó de aparecer, yo ya sabía qué hacer con él, o al menos eso creía. Cinco años después viajé a México y me encontré en el metro con un hombre que vestía de negro, llevaba botas militares, era calvo y le faltaba un brazo. Mario, susurré. Me dijo que por pura coincidencia se llamaba Mario, pero que no me conocía. También se apellidaba Bellatin por pura coincidencia. Vendía sus libros en la puerta del metro. Eran libros artesanales, bien cuidados. Quería llegar a escribir cien libros, y si editaba mil de cada uno llegaría a vender cien mil. Le compré varios, todavía sorprendido por el encuentro, seguro de que él era quien yo decía aunque lo negara. Leí en casa libros que no entendí, con títulos que mencionaban a liebres muertas y un gran vidrio, libros escritos con un hermetismo que me negaba la entrada. Con todo, volví al metro al día siguiente, a saludarlo. No lo encontré. Pensé que quizás Mario Bellatin se había muerto hacía mucho y que me había topado con su fantasma. Poco después, en Ithaca, ciudad donde vivo, se iniciaron las apariciones. Un día, en el centro comercial, Mario Bellatin se puso a caminar conmigo y robó un gorro de beisbol de una tienda Old Navy. Otro, hizo una presentación a mis estudiantes, sobre Salón de belleza, en la que no abrió la boca. Los estudiantes escuchaban una grabación de Mario sobre los orígenes autobiográficos de Salón de belleza, extasiados. Bellatin dejó de aparecer, pero igual siguieron llegando los libros. El último, el más impresionante de todos, se llama El libro uruguayo de los muertos (Sexto Piso). "Así que a partir de lo intuitivo me parece que se crea una de las imágenes más propias posible", dice el narrador de ese libro magistral, que se llama Mario Bellatin, aunque esa intuición, claro, también se rige por una estructura bien cuidada, una arquitectura narrativa impresionante. ¿Cuál Mario es el narrador? Ya no importa. Ahora veo con claridad que, desde sus años en Lima, a partir de su práctica en apariencia inocua, él había estado formando una realidad fantasma. Un espacio donde las normas son otras. Tan ajenas a las habituales que se creaba incluso en ese momento de mi madurez la posibilidad de ir tras un Mario Bellatin que deambulaba por las estaciones del metro de la Ciudad de México vendiendo, uno a uno, los libros que, ironía de ironías, lo han ido convirtiendo en uno de esos seres imprescindibles que nunca estará muerto.

 

(La Tercera, 30 de junio 2012)



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5 de julio de 2012
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