Noches azules. Joan Didion. Mondadori, 2012. 160 páginas. Reseña en Letras en vena.
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Noches azules. Joan Didion. Mondadori, 2012. 160 páginas. Reseña en Letras en vena.
El escritor mexicano Alberto Chimal (Toluca, 1970) contiene multitudes. Es suficiente que respire para que aparezca un nuevo cuento suyo. Su cuenta en Twitter destella ocurrencias, y ya son clásicas las formas en que saluda o se despide: "Buenos, días, como ensaya el fantasma una y otra vez. (Un día conseguirá mover ese cuerpo como lo movía su antiguo propietario)". En el blog "Las historias" recopila algunas de sus ficciones, y Horacio Kustos, su gran creación -"el viajero en el tiempo"- tiene su propio Tumblr.
Chimal propone un nuevo modelo de ser escritor hoy, cómodamente instalado en las redes sociales y en Internet, sin por ello alivianar un ápice de su ambicioso proyecto literario. Para los lectores algo cansados con el modo realista en el que se desenvuelve buena parte de la literatura latinoamericana contemporánea, Chimal es un escritor imprescindible. Su segunda novela, La torre y el jardín (Océano, 2012), es un prodigio de la imaginación, una fascinante experiencia de lectura que, si hay justicia, debería convertirse en uno de los primeros clásicos de la literatura latinoamericana de este siglo.
Chimal fusiona con naturalidad el género fantástico con la ciencia ficción. La torre y el jardín es la historia de El Brincadero, un burdel peculiar, extravagante: desde afuera, es un simple edificio; desde adentro, los pisos son infinitos. Al construir su historia en torno a un edificio que es más grande visto desde adentro que desde afuera, el escritor mexicano juega con paradojas del tiempo y el espacio propias de la ciencia ficción. En el Brincadero existe un bestiario muy propio de la literatura fantástica: cada piso está destinado a un animal o insecto --hay ornitorrincos, pelícanos, piojos-- y a la satisfacción de deseos con éste:. "Las fantasías, por igual las de horror que las de belleza, son tercas y voluntariosas si las obligan a cumplirse", dice el narrador, pero a los clientes no les importa: lo que quieren es dar rienda suelta a la imaginación y conectar el sexo con juegos de poder, sadismo y masoquismo (no hay nada normal en el sexo, parece decir Chimal; el sexo es perversión)
La torre y el jardín está anclada en dos personajes conmovedores. Uno de ellos es Molinar, el hombre que busca resolver en El Brincadero un siniestro trauma de su infancia; el otro es Horacio Kustos, alguien que puede convertirse en emblema de la renovación de la literatura latinoamericana de este siglo y que, vestido con un traje de astronauta, se encuentra en el edificio tratando de descubrir las razones más profundas para su construcción. Kustos, que ha aparecido en otros cuentos y novelas de Chimal, es el viajero que se desplaza constantemente a través del tiempo y el espacio, con la misión de testimoniar "la riqueza invisible del mundo: las numerosas maravillas que alberga todavía y que la humanidad ya no es capaz de ver, por creer que todo ha sido ya descubierto, todos los sitios cartografiados y todos los paisajes vistos y representados mil veces". La obra de Chimal está a la altura de la misión encomendada a Kustos: es un incesante muestrario de esa riqueza oculta, presentada aquí con tanto desparpajo que hace parecer fácil aquello que es muy difícil de lograr.
La torre y el jardín se mueve con soltura hacia atrás y hacia adelante, y en el trayecto nos enteramos de la historia de la torre y de quienes la construyeron, y de su siniestra finalidad. También hay descansos a lo largo del camino, en los que aparecen cuentos que pueden leerse de manera autónoma, digresiones que son también parte esencial de la trama. Como el edificio, la novela de Chimal consta de pisos luminosos, recovecos oscuros, bifurcaciones inesperadas. Los exploradores avanzan por la torre rumbo a su oscuro corazón (el jardín), para toparse con una revelación a la altura del misterio.
Nueve países que cuentan en la marcha del mundo han celebrado elecciones en 2012. Cada uno a su estilo, cada uno según sus peculiares sistemas políticos y electorales; pero en todos los casos con efectos que trascienden las propias fronteras. Naturalmente, el acontecer de doce meses en todo el planeta no puede resumirse en nueve relevos en la cúpula del poder político de sendos Estados, por poderosos que sean, pero expresan las tendencias y cambios geopolíticos en curso.
Las renovaciones en la cúpula del poder durante 2012 abarcan nueve países determinantes de los cuatro grandes continentes. Francia y Rusia en el europeo. China, Japón y Corea del Sur en el asiático. Egipto en el africano. Y Estados Unidos, México y Venezuela en el americano. Juntos representan más de una tercera parte de la humanidad, aunque uno solo, China, concentra a uno de cada cinco seres humanos.
Quien abrió el año electoral, el 4 de marzo, fue Rusia, donde Vladímir Putin obtuvo por tercera vez el poder presidencial que ya había ocupado desde 2000 hasta 2008, en un gambito de nula credibilidad democrática con el hasta entonces presidente Dimitri Medvédev, que ahora deviene de nuevo su primer ministro. Japón y Corea del Sur lo cerraron en diciembre, el 15 y el 19, respectivamente, con la victoria de candidatos derechistas y nacionalistas en ambos países, que augura una época de tensiones crecientes con China e incluso el inicio de una especie de guerra fría asiática.
Pero las dos elecciones más destacadas fueron la que renovó el mandato de Barack Obama, el 6 de noviembre, que contará con la ocasión de dejar una huella más profunda en la historia de su país y del mundo; y la del nuevo número uno chino, Xi Jinping, el 18 de noviembre, como secretario general del todopoderoso partido comunista, con 80 millones de militantes, un cargo que comporta automáticamente su ascensión a la presidencia de la República Popular China en marzo próximo, aunque era una designación perfectamente programada antes incluso de que empezara 2012. El primer rasgo que diferencia unos relevos de otros es que no todos son resultado de elecciones competitivas. En siete de las nueve elecciones existía algún grado de incertidumbre, incluso en dos países donde anteriormente no estaba asegurada tal eventualidad, como son Venezuela y Egipto. En el primero, el populista coronel Hugo Chávez consiguió el 7 de octubre su cuarta victoria presidencial, por amplio margen sobre el candidato de la oposición, Henrique Capriles; y en el segundo, donde por primera vez se han celebrado elecciones presidenciales en condiciones democráticas, también por primera vez ha alcanzado la presidencia en los comicios celebrados entre mayo y junio un representante de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Morsi, en este caso por muy estrecho margen del 51,7% frente al 47,3% de Ahmed Shafik, el último primer ministro de Hosni Mubarak y candidato identificado con el antiguo régimen y los militares.
El resultado estaba sobradamente escrito antes de que empezara el procedimiento de elección al menos en dos de ellos, en Rusia y en China, países que no han conseguido homologar todavía su sistema y su cultura política con esa democracia que a trancas y barrancas consigue abrirse paso por todas partes. Putin venció con el 63% de los votos, al frente de la formación presidencial Rusia Unida, a enorme distancia de su inmediato seguidor, el comunista Genadi Ziuganov, que obtuvo el 17%.
Fue una elección plebiscitaria, organizada desde las ventajas que da el poder y con numerosas irregularidades. Todo muy expresivo de una democracia soberana como la rusa, en la que solo son homologables el uso de las urnas y la elección entre varias opciones; pero no la igualdad de oportunidades, y todavía menos las instituciones propias de una democracia, como son la división y el equilibrio entre poderes independientes, el control parlamentario sobre el Ejecutivo o la transparencia y la libertad de información.
El recambio de Putin por Medvédev ha introducido un giro en la política exterior rusa de mayor confrontación con Estados Unidos y de afirmación de su vocación de gran potencia respecto a su antigua área de influencia de la desaparecida Unión Soviética. Se ha podido comprobar en la crisis siria, en la que Moscú ha seguido apadrinando al régimen de Bachar el Asad en la escena internacional y en su represión armada contra el movimiento popular que empezó con manifestaciones civiles en marzo de 2011 y ha ido derivando hacia la lucha armada.
La otra elección sin competición y en este caso sin urnas ha sido la de Xi Jinping, elevado el 15 de noviembre al cargo de secretario general del PCCh por el 18 Congreso en sustitución de Hu Jintao, presidente nominal hasta marzo, cuando también le sustituirá en la primera magistratura china. En comparación con las otras seis elecciones, esta es a cámara lenta y en la más absoluta oscuridad. En el anterior congreso, celebrado en 2008, ya se conocieron los nombres de la pareja que iba a sustituir a la que ha ostentado el poder en el último decenio, el del nuevo presidente Xi y el de quien será su primer ministro Li Keqiang.
La elección china es inextricable en cuanto a procedimiento: unas votaciones internas y escalonadas dentro de un partido jerarquizado y de gran opacidad. Pero también lo es por su significado político: se trata de un poder muy colegiado, no hay debate abierto y menos público entre tendencias y posiciones distinguibles, y los documentos del congreso necesitan una compleja exégesis para desvelar los temas esenciales detrás de la lengua de madera habitual en el discurso oficial.
Más interesante que la celebración del congreso en el que se ha culminado el ascenso de la quinta generación de dirigentes después de Mao Zedong son las informaciones sobre el enriquecimiento y la corrupción de la élite gobernante; el papel creciente de los príncipes rojos, hijos de los revolucionarios que fundaron o dirigieron la república junto a Mao; o el escándalo Bo Xilai, uno de los más destacados entre estos últimos y además representante de una línea izquierdista neomaoísta, caído en desgracia y ahora procesado tras el juicio y condena de su esposa por el asesinato de un hombre de negocios británico. Este y otros escándalos que han afectado a la élite gobernante han sido interpretados también como las manifestaciones de la lucha por el poder en los meses previos al 18 Congreso, que se ha celebrado entre el 8 y el 14 de noviembre. Finalmente, la composición del órgano ejecutivo supremo, el Comité Permanente del Politburó del PCCh formado por siete miembros, ha revelado que los partidarios del expresidente Jiang Zemin, de la tercera generación, se impusieron sobre los partidarios de Hu Jintao, el presidente saliente perteneciente a la cuarta, en razón de cinco puestos sobre siete. Traducido en ideas políticas, es una victoria de los partidarios de la liberalización y privatización de la economía frente a los más proclives al intervencionismo del Estado.
China evoluciona hacia una actitud exterior más desacomplejada, en la que empiezan a emitirse enérgicas señales sobre sus ambiciones de hegemonía asiática y su creciente rivalidad estratégica respecto a Estados Unidos y sus roces con vecinos como Japón y Corea del Sur, alentados además por el giro derechista de los Gobiernos salidos de las últimas elecciones del año.
Pocos días antes del congreso comunista chino, la todavía primera superpotencia ha reelegido a Barack Obama como presidente, en una contienda altamente competitiva en la que también se han enfrentado dos filosofías políticas cada vez más distanciadas y polarizadas: de una parte, la idea conservadora de una economía desregulada, con fiscalidad mínima y sin solidaridad, defendida por Mitt Romney; y por la otra, la idea más socialdemócrata de un Estado que garantice la igualdad de derechos e introduzca reglas de juego en la selva de los mercados.
El hecho determinante de la derrota republicana, tras unas tortuosas elecciones primarias que tardaron en decantarse, ha sido el cambio demográfico que está experimentando EE UU, con un peso creciente de las minorías, principalmente los hispanos, que se sienten perjudicados por las políticas antisociales y antiinmigración propugnadas por el Tea Party, el movimiento ultra de base republicano que ha condicionado las elecciones primarias y ha lastrado la campaña de Romney.
La elección presidencial en EE UU sigue siendo al final de las cuentas la más relevante para el conjunto del planeta, no tan solo por la vocación estabilizadora de la primera superpotencia, sino sobre todo por su influencia en la evolución de la economía global. La reelección de Obama refrenda las políticas sociales y los estímulos al crecimiento demonizados por la derecha estadounidense y también por la europea, con Angela Merkel a la cabeza.
Como siempre, fue alta la emoción que rodeó la elección presidencial francesa, en la que el brioso y polémico Nicolas Sarkozy pagó, junto a su arrogancia, el precio casi obligado de la crisis económica y cedió el testigo a François Hollande, el gris candidato de los socialistas. Los inicios de la nueva presidencia socialista no han podido ser más decepcionantes para un país del que se espera que actúe como equilibrio a la creciente hegemonía alemana sobre el conjunto de una Europa cada vez más vacilante y desunida, a pesar de las exigencias de unificación de políticas presupuestarias y bancarias impuestas por la crisis. La pérdida de peso de Francia en Europa y en el mundo, que el orgulloso Sarkozy no pudo ocultar, ha adquirido carta de naturaleza con la desorientada presidencia del hombre normal que es el socialdemócrata Hollande, catapultado a la presidencia más por los fallos de su rival que por la capacidad de movilización de unas ideas y un programa que siguen en crisis en toda Europa.
El relevo presidencial que se ha producido al sur del río Grande ha conducido de nuevo a la residencia de Los Pinos a un candidato del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), después de esos extraños primeros doce años y dos mandatos de ausencia de un poder que había ocupado como si fuera su propia piel durante siete décadas. El nuevo presidente priista Enrique Peña Nieto venció el 1 de julio a Andrés Manuel López Obrador con el 38% de los votos, casi por siete puntos de diferencia, en un momento especial para este país que combina una economía emergente con una enorme avería institucional, causada sobre todo por la guerra del narco, la inseguridad y la corrupción, que las dos presidencias seguidas del Partido Acción Nacional (PAN), la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón, no consiguieron ni siquiera empezar a reparar. Peña Nieto tiene el reto de sacar a México de su actual empantanamiento para situarle en cabeza de las economías emergentes como corresponde a su peso económico y demográfico, a sus recursos energéticos y a su vecindad con EE UU.
En la dirección contraria se dirige la Venezuela populista de Hugo Chávez, reelegido por amplio margen sobre Henrique Capriles por tercera vez y para seis años más, que ya no podrá cumplir según propia confesión debido a la enfermedad que sufre desde mayo de 2011. Su canciller y vicepresidente Nicolás Maduro le sustituirá cuando se produzca la vacante y deberá dirigir al chavismo de nuevo a las urnas en una operación preparada antes de las elecciones y a sabiendas del mal estado de salud del líder populista en la que se juega buena parte del impulso populista en el conjunto de América Latina.
La mayor novedad del año, hija directa de las primaveras árabes, ha sido la llegada controvertida y accidentada de Mohamed Morsi a la presidencia egipcia. La ascensión del islamismo político en todo el mundo árabe es un signo de cambio de época con repercusiones geopolíticas en toda la región. El asentamiento de Morsi en el trono que ocupó Mubarak durante 30 años adopta la forma de una pugna interior con los otros poderes, el militar y el judicial sobre todo, y de proyección internacional egipcia en el escenario de Oriente Próximo. Morsi ha jugado en favor de Hamás en la franja de Gaza y ha sabido capitalizar el acuerdo de paz de noviembre con Israel, tras una semana de bombardeos y lluvia de misiles, y se ha situado como agente imprescindible en la guerra civil siria y ante la creciente tensión con el Irán nuclear de los ayatolás.
A pesar de cumplir años, del tabaco o de las pérdidas de la empresa, el ser humano está programado para confiar en el futuro. Cómo va a obsesionarse con los surcos nasogenianos, el cáncer de pulmón o el despido a la alemana cuando se descalza las zapatillas y respira la intimidad del cuarto mientras la noche sólo es un cuadro en la ventana. La vida es un saco de rutinas, incluso la de quienes habitan a la intemperie. A fuerza de costumbre, moldeamos nuestros días abrazando un liberador sentimiento de eficacia. Nos acomodamos a lo que tenemos sin permitirnos las aristas de la disidencia. “¿Qué más queremos? -decimos-. La felicidad completa no existe”, aunque percibamos un aire enrarecido por debajo la puerta. Da igual la trascendencia de nuestros logros, desde afinar un piano hasta suturar un tórax, lo importante es convencerse de que al final de la jornada uno se ha ganado el sueldo, asumiendo estoicamente que valemos lo que hacemos, a sabiendas de que hoy son casi seis millones los españoles desprovistos de identidad laboral. ¿Qué tipo de sociedad se puede permitir tanta exclusión cronificada hasta congelar el aliento? Las carencias personales con frecuencia se enmascaran cuando parece que el trabajo es la vida. Todo es urgente. Prioritario. El tiempo de los afectos se acumula los fines de semana, pero incluso los domingos por la tarde, espesados de indolencia, parecen añorar los teléfonos del lunes. Pocos mandatos humanos son tan incontestables como los de ocuparse y fortalecer los afectos, y de hecho en circunstancias adversas los unos acaban supliendo a los otros. Ante la desaparición de un ser querido, los humanos se abocan a la acción para escapar del abatimiento, mientras que ante la pérdida del trabajo se cobijan entre los suyos. “Los suyos”, “los míos”, asentimos, remarcando ilusoriamente el sentido de pertenencia, de igual forma que decimos “mi trabajo”, pues en verdad nos hacen creer que es nuestro hasta que un jefe decide expropiar al empleado de su actividad y, a ser posible, jibarizarlo. En cambio, casi nunca decimos mi propio yo. “Uno sólo es lo que puede ser cuando está solo, despedido o expulsado. El único momento en que puede verse y decir: esto es lo que hay, esto es lo que soy. El cargo es un espejismo social. Una trampa”, asegura mi amigo Basilio. Cierto es que el cargo acostumbra a ser un paracaídas que nunca se abre, de igual forma que la tarjeta de visita es un placebo. Después de un despido, con el lápiz de la mente se marca un paréntesis (pensar en signos procura un efecto calmante) a fin de escuchar los propios yos. El yo doliente conduce a la cueva hasta convertirse en miniatura, pero el yo confiado combate a base de cafés el efecto paralizador. Y exalta la belleza de la incertidumbre, descerrajada ya la puerta, sin blindajes ni bisagras, cantando como Sinatra que lo bueno está por venir.
(La Vanguardia)
1. Apenas se inicia el año cuando advertimos la ballena blanca a la deriva: el Costa Concordia se escora y luego se hunde frente a los azorados ojos de la isla de Giglio. Un naufragio que se vuelve, más que un presagio de los sobresaltos de los meses siguientes, un irónico resumen de la crisis que padecemos desde 2008: como escribió Juan José Millás, igual que los políticos y responsables de las empresas que nos condujeron a la debacle, aquí el capitán también es el primero en abandonar el barco.
2. Confiada, casi sarcástica, Cristina Fernández de Kirchner -con su eterno luto- anuncia la nacionalización de la petrolera española YPF. Más allá de sus razones ocultas, la humillación de la Madre Patria por una nación latinoamericana muestra la nueva relación de fuerzas entre las dos orillas: devastada por la crisis -y la gestión de sus políticos-, España languidece, mientras América Latina demuestra una inédita solidez que no oculta la corrupción que aún campea en sus sociedades.
3. Llueve a cántaros mientras François Hollande, impertérrito en su gabardina negra, deja que las gotas escurran por sus anteojos, distanciándose lo más posible de las pataletas de su predecesor. Es el primer socialista en triunfar en un gran país europeo tras la crisis del 2008 y el único que podría confrontar la austeridad impuesta por Alemania. Llueve sin tregua y, como su nuevo presidente, Francia no se da cuenta de que el agua le llega al cuello.
4. Cuando los gendarmes detienen a Paolo Gabriele, el mayordomo del papa, por filtrar documentos secretos de su jefe, ya no quedan dudas de que Benedicto XVI se ha vuelto una figura irrelevante en las intrigas vaticanas. Despojado de la vena pop de su predecesor, el pontífice alemán no hace más que lanzar anatemas e invectivas a diestra y siniestra. Pero, como demuestran los millones de seguidores que ha alcanzado en tuiter, nadie parece temer su ira cibernética.
5. Dos elecciones en un solo año, dos. La primera en mayo, la segunda en junio. Chantajeados por la Unión Europea, al final los griegos vuelven a concederle el triunfo a Nueva Democracia: el mismo partido de derecha que los condujo a la catástrofe. En toda Europa los incendiarios son llamados a apagar el fuego.
6. En la sede central del CERN, en Ginebra, su director confirma que los resultados de los dos equipos de trabajo coinciden con un ínfimo margen de error: el Gran Colisionador de Hadrones, el instrumento científico más ambicioso y caro de la historia, ha revelado la existencia de una partícula consistente con el bosón de Higgs. Una nueva confirmación de los postulados del Modelo Estándar: la imagen más precisa del universo jamás creada por los humanos.
7. Antes de imponerle la banda presidencial a su sucesor, Felipe Calderón deposita un insólito beso sobre la tela tricolor. ¿Nostalgia, devoción? ¿Una muestra de humildad o de la tozudez que provocó 65 mil muertes? Mientras la capital sufre una inédita ola de vandalismo y represión policial, Peña Nieto sonríe. Entre ese beso y esa sonrisa, México necesita una cura de emergencia.
8. Sucesivamente calvo y abotagado, Hugo Chávez se empeña en demostrar que sigue con vida. Tras vencer a Henrique Capriles, el candidato opositor que reconoció su derrota con gallardía, el comandante ya no guarda fuerzas y designa a un sucesor. Tan venerado como vituperado, Chávez convirtió a Venezuela en el último experimento socialista de nuestro tiempo, un modelo autoritario que, pese a sus últimos esfuerzos, parece destinado a sucumbir con él.
9. En Ramala ondean cientos de banderas tricolores al constatar que Mahmud Abbás ha conseguido, con una aplastante mayoría, que Naciones Unidas admita a la Autoridad Palestina como estado observador. Un triunfo simbólico que irrita por igual a los israelíes y a los milicianos de Hamás. Nada alienta, sin embargo, el fin de los cohetes lanzados desde Gaza o de las colonias en los Territorios Ocupados.
10. La revista Newsweek, una de las más influyentes del orbe, anuncia el fin de su edición impresa. Una nueva prueba de la revolución que sacude a los medios impresos y al mundo del libro.
11. Sorprende la aparente serenidad de este cambio en el poder: Hu Jintao desaparece de escena y entra Xi Jinping. Ni su tesis doctoral en teoría marxista ni su responsabilidad en los Juegos Olímpicos revelan nada sobre el segundo hombre más poderoso del mundo.
12. El auténtico Obama no es el que gana las elecciones casi de milagro, sino el que, mientras llora a las víctimas de Newport, promete regular el tráfico de armas. Por desgracia, el Obama capaz de estos desplantes de emoción retórica casi nunca logra transformar en hechos sus palabras. Igual que con las armas, en su segundo mandato deberá sepultar su temple conciliador y lanzar una reforma migratoria: la recompensa que merecen los hispanos que, pese a la ola de expulsiones decretadas por su gobierno, tanto contribuyeron a su victoria.
twitter: @jvolpi
El año 2013, que empieza dentro de 48 horas, tiene un único secreto o clave y se llama ?política?. Con el adjetivo de grande o en mayúsculas, como quiso calificarla un tanto toscamente el redactor del discurso del Rey de España en su mensaje de Nochebuena del pasado 24 de diciembre. De la capacidad de acción política de los Gobiernos e instituciones internacionales sobre la economía depende que el año en el que entramos sea el de la mayor y más extensa recesión en el mundo. También de la capacidad de diálogo y de entendimiento entre los Gobiernos y las instituciones internacionales, de la acción política de nuevo, depende que no prenda el fuego en los tres focos de tensión bélica perfectamente localizados para el próximo año, dos de ellos en Oriente Próximo y un tercero, relativamente nuevo, en Asia.
Llegamos al último día de 2012 con la amenaza de una recesión provocada por la falta de política en Estados Unidos y con la entera Unión Europea y Japón que están ya en recesión. La preocupación más inmediata viene de Washington, donde faltan días e incluso horas para que entren en vigor automáticamente unos recortes de presupuesto público e incrementos de impuestos que ?podrían inclinar la economía estadounidense a la recesión y pesar negativamente en el crecimiento global?, según palabras de Ángel Gurría, secretario general de la OCDE.
No es la única amenaza que pesa sobre el crecimiento de la economía global para 2013. Este economista mexicano que dirige la institución de coordinación económica intergubernamental también señaló el pasado 28 de noviembre, en la presentación del documento de perspectivas económicas para los próximos dos años, que ?la crisis de la zona euro sigue siendo una grave amenaza para la economía mundial?. Además de la amenaza de recesión, tres más son las amenazas, estas de tipo bélico, que pesan sobre la estabilidad del mundo en 2013, según los expertos del think-tank estadounidense Council on Foreign Relations. El primero es la extensión a los países vecinos y el total descontrol del actual conflicto armado entre la oposición y el Gobierno en Siria, tras el hundimiento del régimen y la muy probable caída este año de Bachar el Asad. El segundo, que finalmente se produjera el ataque israelí a las instalaciones nucleares de Irán, con el efecto de arrastre sobre Estados Unidos. El tercero sería una dramática escalada de tensión entre Japón y China por las islas denominadas Diaoyu en chino y Senkaku en japonés, que podría llegar al incidente armado.
Para completar el cuadro para 2013, hay que ver también el informe sobre tendencias globales (Global Trends) que le entrega el Consejo Nacional de Inteligencia al presidente de Estados Unidos después de su elección y antes de que tome posesión. Las observaciones de este organismo que coordina todas las agencias de información y espionaje estadounidenses se proyectan sobre los siguientes 15 años, pero contienen numerosas observaciones de valor inmediato. El último, publicado este mismo mes de diciembre, ha avistado ocho cisnes negros o acontecimientos totalmente inesperados en el horizonte hasta 2030, cuatro de los cuales podrían aparecer perfectamente en 2013.
El primero es el hundimiento del euro, que ha conseguido sobrevivir a 2012, debido a una salida desordenada de Grecia de la Unión Monetaria. El segundo es una crisis política en China, fruto de una primavera democrática muy acorde con el próximo salto en la renta per cápita hasta los 15.000 dólares, el umbral actual para una transición, según algunos especialistas. El tercero es una evolución reformista en Irán, donde hay elecciones presidenciales en junio, que comportaría una apertura internacional y una negociación en buena forma sobre su programa nuclear. El cuarto es un acontecimiento bélico, quizás de nuevo tipo, en forma de ciberataque, guerra nuclear o uso de armas de destrucción masiva, por parte de actores informales o de alguna de las actuales potencias, como Rusia, Pakistán, Irán o Corea del Norte.
Hay cuatro cisnes negros más o menos plausibles, por su carácter especialmente extraño, y el que más, una sucesión de tormentas solares electromagnéticas que pusieran en peligro o dañaran gravemente los sistemas de satélites, las redes eléctricas o nuestros inmensos parques de equipos electrónicos individuales, domésticos, empresariales o estatales. Los otros tres son una severa pandemia con efectos globales, una aceleración catastrófica del cambio climático o la apertura de un periodo de anarquía fruto de una súbita retirada de Estados Unidos de sus compromisos globales. Es evidente que el Consejo Nacional de Inteligencia no puede considerar este último peligro como inmediato, aunque sí le conviene señalarlo en el horizonte ante la perspectiva de los sucesivos recortes en los presupuestos de Defensa y de Exteriores que comporta el abismo fiscal.
Entre las megatendencias para los próximos 15 años, el Global Trends 2030 señala una mayor difusión del poder en el mundo, algo que ya se puede observar en las actuales dificultades políticas de gobernanza mundial para 2013: ?No habrá un poder hegemónico. El poder se trasladará a las redes y a las coaliciones en un mundo multipolar?. El primer afectado por esta megatendencia es el primer receptor del informe, Barack Obama. Karl Rove, eficaz asesor electoral de los Bush con vocación de pájaro de mal agüero para el presidente demócrata, ha escrito en el Wall Street Journal que ?el señor Obama descubrirá que la influencia y el poder presidenciales en el segundo mandato son casi siempre menores que en el primero?.
Según Ryan Lizza, el corresponsal del semanario The New Yorker en la Casa Blanca, los próximos 18 meses serán decisivos para Obama. ?Los límites del mandato son crueles con los presidentes?, escribía en junio pasado, lejos todavía de la victoria de noviembre (El segundo mandato, ¿qué hará Obama ahora si es reelegido?, 18 de junio). Esta ventana de oportunidad de año y medio que tiene Obama es también el plazo que tiene Europa para resolver su propia crisis de gobernanza y empezar a crecer, a menos que quiera arriesgarse a una crisis social pavorosa.
El vendaval ha alcanzado ya a Francia, que se halla prácticamente desaparecida del escenario: si Sarkozy fingía mantener el tándem con Merkel en la dirección de los asuntos europeos, François Hollande ha significado directamente la disolución del eje franco-alemán por incomparecencia. Todo está en manos de Merkel, que verá sometida su acción a la convalidación de los votantes alemanes en septiembre, junto al tipo de coalición necesaria para gobernar. Momentos decisivos para el desenlace de la crisis serán tanto las elecciones generales en Alemania como las de Italia en febrero, en las que la sombra de Berlusconi es todavía una amenaza persistente. De las urnas podría salir una modulación más social y orientada al crecimiento de la cansina y torturada construcción de la unión fiscal, bancaria y presupuestaria en la que está metida la UE.
Lo que les pasa a los Gobiernos europeos no es muy distinto de lo que le sucede a Obama, caracterizado como ?un fracaso a la hora de obtener el consenso en la respuesta política?, según Pier Carlo Padoan, el economista jefe de la OCDE. Este fracaso se traduce, según sus propias palabras, ?en respuestas insuficientes e inefectivas, tanto en la acción a corto plazo como en estrategias creíbles a largo plazo?. ?Para conseguir algo en el segundo mandato?, le dice una fuente de la Casa Blanca a Lizza, ?el presidente tiene que convencer al Partido Republicano de que el obstruccionismo es una estrategia perdedora?.
De la resolución en las próximas horas o días del abismo fiscal no depende tan solo la entrada en recesión de la economía estadounidense y el efecto de arrastre global, sino también la posibilidad para Obama de completar su programa de reformas, sobre todo en inmigración y energía, asentar su política exterior con el nuevo equipo presidencial, y demostrar que sí se puede. Si Obama no puede hacer política en 2013, ¿quién podrá hacerla?
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Una nueva zona de tensión se está consolidando en el vecindario de China. Se trata de un anillo de islotes y peñascos, origen de viejas y nunca resueltas querellas territoriales con Vietnam, Filipinas y Japón, por no hablar de Taiwán, contencioso territorial en su propia existencia como Estado separado. Lo que está en juego no es tan solo la eventual explotación de los fondos marinos y los yacimientos energéticos que puedan albergar, sino la actitud de la nueva China hacia el resto del continente, marcada por la altivez con que la superpotencia quiere jerarquizar sus relaciones con los vecinos.
Ascenso chino y agitación nacionalista en la región son fenómenos conectados. Nada pueden sacar los respectivos Gobiernos de estos contenciosos de vecindario sin atizar el nacionalismo, la agresividad e incluso la xenofobia en la población. Es extrema la excitación en las redes sociales chinas alrededor de las islas Diaouyu, Senkaku en japonés. Las prospectivas para el año 2013 señalan ya el mar de la China como una de las regiones del globo donde hay mayores probabilidades de un incidente armado, que en tal caso se produciría entre Pekín y Tokio.
En correspondencia con la agresividad entre vecinos, las dos últimas elecciones democráticas celebradas en la región, en Japón y Corea del Sur, han catapultado al Gobierno a sendos políticos conservadores y nacionalistas. Shinzo Abe, el nuevo primer ministro japonés, que lo fue ya entre 2006 y 2007, es el líder del Partido Liberal Democrático, nieto del primer ministro Nobusuke Kishi e hijo de Shintaro Abe, que fue ministro de Exteriores. Park Geun-hye, la nueva presidenta de Corea del Sur y del Partido de la Nueva Frontera, es la hija del general Park Chung-hee, que alcanzó el poder en 1961 en un golpe militar y lo retuvo por la fuerza hasta su asesinato en 1979, de mano de su jefe de seguridad.
Si el legitimismo dinástico funciona en los sistemas democráticos, todavía se adapta mejor en los sistemas de partido único de matriz totalitaria. En la comunista Corea del Norte se ha alcanzado la perfección con la tercera generación de la familia Kim en el liderazgo supremo. Kim Jong-un lo alcanzó hace exactamente un año, el 17 de diciembre, a la muerte de su padre, Kim Jong-il, que a su vez lo había heredado del abuelo y fundador de la dinastía, Kim Il-sung, en 1994. También ha funcionado en China en el quinto relevo generacional después de Mao Zedong que ha elevado a la máxima jerarquía a Xi Jinping, hijo de Xi Zhongxun, que fue viceprimer ministro con Mao. Los príncipes rojos, hijos de esta generación, han salido vencedores del 18 Congreso que ha consagrado este quinto relevo y controlan cinco de las siete sillas del Comité Permanente del Politburó y órgano máximo del partido.
Nacionalismos y dinastías andan visiblemente del brazo, al menos en esos cuatro países que rodean el mar de la China.